Motivos para la fraternidad
por Luis García Montero
Cuando la realidad es un lugar hostil, las transformaciones profundas son un camino de estabilidad y prudencia. Dejar sin respuesta situaciones conflictivas suele ser más temerario que la búsqueda audaz de soluciones. La democracia española exige audacia en la transformación. El empobrecimiento de las mayorías sociales y las degradaciones políticas la han convertido en un territorio hostil. No es que la nación sea indecente, es que la práctica política y los movimientos económicos de la vida oficial han desembocado en la indecencia.
España necesita un cambio de Régimen. La alternativa al latifundio neoliberal no pasa por la aparición de un nuevo partido en el panorama electoral de siempre o por la subida en unos cuantos diputados de un partido antiguo. La dinámica destructiva del latifundio sólo puede combatirse con la configuración de una nueva mayoría social que imponga un sentido común distinto, es decir, una práctica y una ilusión distinta sobre lo común. Y para eso resulta necesaria la unidad en un frente amplio de todas las dinámicas dispuestas a ofrecer una alternativa audaz al inestable Régimen establecido. Hay muchos motivos para la fraternidad.
Es de sentido común asumir que España merece un cambio de Régimen. La experiencia de la gente normal ha creado las condiciones para comprender que la indignación y la disidencia no son actitudes temerarias, sino una opción propia de las personas que quieren tener una vida decente. El motivo principal para el cambio y para la fraternidad en la protesta es la conciencia vivida de que el Régimen anterior se ha descompuesto. Algunos síntomas son insoslayables:
1.- La degradación de la vida laboral es tan grave que se pretende confundir la salida de la crisis económica con el deterioro definitivo de las condiciones de trabajo. Se ha decretado la libertad de explotación y la falta de derechos como norma cotidiana del sistema.
2-. La Constitución ha dejado de ser el marco representativo y legal de la convivencia para convertirse en la coartada favorita de los que quieren negar la realidad. El ministerio de Justicia suele invocar la Constitución en el mismo tono que la dictadura franquista hacía uso del Fuero de los Españoles. Más que una Carta viva y aprobada al servicio de los ciudadanos, tenemos hoy unos ciudadanos paralizados por una Carta que sólo se mueve por vía de urgencia cuando lo ordena el latifundio neoliberal.
3.- Los escándalos cotidianos de corrupción y fraude no indican sólo la responsabilidad de unos cuantos sinvergüenzas, sino un modo generalizado de entender la política y la vida institucional.
4.- Están ya muy desacreditados los medios de comunicación tradicionales que durante años controlaron la opinión pública y establecieron alianzas con los partidos políticos, influyendo en sus tomas de decisión y en sus debates internos. Un nuevo periodismo es tan necesario como un proceso constituyente.
El telón de fondo de todos estos síntomas es la avaricia de las élites económicas española, esas mismas élites que salieron indemnes del franquismo. Han aprovechado el proceso europeo y la crisis para conquistar de nuevo la prepotencia y los privilegios que habían perdido con el fin de la dictadura. El impudor del mundo del dinero en España y la escandalosa manera de reorganizar la banca y de rescatar sus negocios fallidos han marcado la experiencia cotidiana de los ciudadanos. Viven la liquidación de sus servicios públicos. Estudiar o tener una sanidad digna han vuelto a ser en España un privilegio. Lo que ha convertido al Régimen en un asunto viejo, de política vieja, es la evidencia social de que el empobrecimiento de la mayoría se debe al enriquecimiento desmedido de las élites.
Esta realidad social, con el castigo a los trabajadores y a las clases medias, favorece el nacimiento de un nuevo sentido común de la vida política. Los motivos de la fraternidad en la disidencia se deben a la configuración real de una mayoría que necesita transformar las cosas para dar respuesta a sus problemas privados y a su vergüenza pública. Los síntomas de descomposición del antiguo Régimen, desde la miseria laboral hasta la corrupción institucional, son motivos para la unidad en la respuesta.
Las elecciones locales abren una oportunidad excelente. La soberanía popular necesita reconquistarse a sí misma. Diluida en las abstracciones especulativas y globalizadoras del latifundio neoliberal, la soberanía popular agradece los terrenos cortos a la hora de tomar conciencia de ella misma. La fraternidad tiene en esta coyuntura una oportunidad única para configurar una respuesta unitaria.
Las fuerzas interesadas en cambiar el Régimen y en devolverle la dignidad a la democracia española deben abrir un proceso generoso de convergencia. Las elecciones locales, además, facilitan que este proceso no sea un simple gazpacho de siglas, sino una verdadera dinámica de respuesta común protagonizada por los ciudadanos.
Hay muchos motivos para la fraternidad.
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