sábado, 16 de agosto de 2014


Las finanzas mundiales con mujeres al frente

por Juan Torres López

15 ago 2014



A principios del pasado mes de julio se celebró en Washington un interesante debate entre dos de las mujeres  más poderosas del mundo, Janet Yellen y Christine Lagarde, máximas responsables de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional, respectivamente (La transcripción puede leerse en inglés aquí).
De entrada, es muy significativo que ya veamos a dos mujeres y no a hombres en puestos ejecutivos tan importantes. Lo que demuestra que, aunque sea lentamente y en dosis mucho más bajas de lo que sería necesario y deseable, se van rompiendo las barreras y la discriminación de género gracias a que la preparación y capacidad de las mujeres que han tenido acceso a la educación sin discriminación les permite dar mejores resultados que los hombres.
Y es también muy interesante comprobar que su presencia se traduce en un discurso más realista que el que solían y suelen hacer los varones que se encuentran en esas posiciones de liderazgo.
No quiero decir que haya diferencias sustanciales, como enseguida mostraré, pero sí me parece que no puede ser solo una simple casualidad que ambas mujeres reconozcan problemas que nunca se manifestaban abiertamente cuando en sus lugares había hombres y que ellas apunten peligros que siempre se han querido ocultar con tal de no tomar las soluciones más radicales que requieren y que el poder financiero trata de evitar a toda costa.
En ese debate Janet Yellen reconoció abiertamente algunas de las cuestiones que economistas más críticos vienen señalando desde hace tiempo y que siempre se habían negado o que ni siquiera han sido consideradas por las autoridades y expertos más ortodoxos. Por ejemplo, la máxima responsable de la política monetaria estadounidense reconoce que una buena parte del sistema financiero está fuera del alcance del poder regulatorio de las autoridades porque constituye, dice textualmente, “un universo paralelo”; que la banca no ha resuelto sus problemas y que acumula mucho más riesgo del que en un momento dado podría ser controlable; que los instrumentos que se vienen utilizando por los bancos centrales no son completamente eficaces y que no saben bien cuáles deberían ser utilizados; que quizá sería necesario que la política fiscal tuviese más alcance; que la independencia de los bancos centrales no es un valor absoluto y que ha de combinarse con la responsabilidad. Y tanto Yallen como Lagarde contemplan, quizá por todas esas razones y aunque ambas bromeasen sobre el momento tardío en que pueda darse, que puede darse una nueva y gran crisis económica.
Puede que sea una simple cuestión de matices, pero lo cierto es que se trata de un lenguaje y de enfoques diferentes a los de la altivez y la extraordinaria seguridad que solían mostrar los discursos de sus predecesores masculinos, siempre convencidos de que sabían lo que había que hacer y de que todo estaba bajo su control.
Pero, en todo caso, lo imprescindible es que esa forma más realista de abordar los problemas financieros del mundo llevara consigo nuevas formas de actuación, medidas mucho más contundentes y eficaces y un verdadero control de los factores de riesgo que se siguen generando en la economía internacional. Algo que de momento no acompaña a la gestión de ambas dirigentes y lo que no permite que seamos muy optimistas sobre los resultados de su mandato. Como ocurre en otros muchos campos, parece que el sistema solo permite ascender a mujeres que no cuestionan el statu quo.
A pesar de ese mayor realismo, lo cierto es que se siguen sin abordar las cuestiones de fondo principales. A finales de 2013, Citibank tenía una exposición a derivados financieros por un valor que era 38,7 veces mayor que el de sus activos totales, JP Morgan Chase 38,2 veces, Deutsche Bank 34 veces, Bank of America 30,7 veces, y Goldman Sachs de 362,5 veces más (para hacerse una idea gráfica de lo que eso significa puede verse una interesante infografía en http://bit.ly/1jC7fty).
La mayoría de todos esos derivados (más concretamente, 441 billones —millones de millones— de dólares según el Banco Internacional de Pagos) están vinculados a tipos de interés. Hablando en claro: son apuestas sobre los tipos de interés y si éstos comienzan a subir y lo hacen de una manera mínimamente rápida, las pérdidas bancarias de nuevo se multiplicarán y estallará una bomba inimaginable en el sistema financiero y bancario mundial. Téngase en cuenta, por ejemplo, que se calcula que una subida de tres puntos porcentuales en el tipo de los bonos de Estados Unidos produce una pérdida de un billón de dólares a los propietarios de esos derivados.
Por eso no basta el simple ejercicio de mayor realismo que pueda venir de mujeres como Yellen o Lagarde. Para combatir el monstruo en que se han convertido las finanzas internacionales se precisa algo más que el lavado de cara que se viene realizando, antes con sus predecesores masculinos y ahora con ellas al timón de sus respectivas organizaciones. Para empezar, hay que acabar con el sistema de derivados financieros (el “universo paralelo” al que se refiere Yellen en el debate) que ha convertido a la economía mundial en un casino que juega con recursos fundamentales para la economía y la vida humana; hay que acabar con los bancos quebrados y disponer de otros dedicados real y exclusivamente a financiar a la economía y para que eso pueda ser efectivo y útil no hay más remedio que hacer que sean de interés y propiedad pública y ajenos al sistema de reservas fraccionarias, es decir, que no creen dinero emitiendo deuda; hay que establecer impuestos sobre las transacciones financieras internacionales y gobernarlas a escala mundial; y hay que reconsiderar el papel de los bancos centrales para convertirlos en instrumentos de la creación de riqueza y del empleo sostenibles.
Mientras no se avance en esa dirección el sistema financiero seguirá en estado de máxima vulnerabilidad con sus bancos quebrados, y la economía mundial al borde una vez más del abismo, sin poder tomar respiro alguno, tal y como está pasando justamente en estos momentos en que de nuevo se viene abajo en los países más poderosos.

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                            "Antes que igualdad, libertad.
                        Antes que libertad, ética.
                        Antes que ética, conciencia
                        para poder reconocer las tres potencias
                        y convertirlas en la base de la evolución"  





Tiene razón el Profesor Torres. Aunque parezca que la paridad se está haciendo hueco colocando a mujeres como ejecutivas supremas de la Reserva Federal y del FMI, en realidad poco cambia el hecho de la mutación hormonal jerifaltesca si las ideas y la disposición es la misma que la de los varones que precedieron a Yellen y a Lagarde en dichos cargos punteros de las finanzas mundiales. Ser mujer, producir estrógenos y gestágenos en vez de testosterona, no cambia nada a efectos prácticos del gobierno económico-financiero del mundo, si los efectos secundarios  y daños colaterales de esas hormonas son igualmente demoledores en ambos géneros. La igualdad paritaria en lo peor de cada casa no es ninguna garantía de mejora de nuestra especie, sino la prueba de un refinamiento sibilino y perverso de la misma precariedad de siempre, de la misma miseria proto-humana. Es como estar encantadas con que una hembra del rebaño sea coronela, capitana o ministra de Defensa, por ejemplo, o capomafia. O dueña y gestora de un banco todopoderoso con las mismas herramientas e idéntica disposición depredadora que el más avieso de los banqueros-macho. En realidad estas mujeres son machistas a tope, como los hombres que las designan para tales roles de mando, si no fuese así, la mayoría masculina que maneja el timón de la pela mundial, jamás las habría propuesto ni elegido para tales cargos. 

El lado femenino real en activo sí que sería una revolución verdadera: lo femenino, lo yinn como dicen en Oriente, es más sutil, menos arrasador, más clarividente y sereno, más afectivo e intuitivo que rígido y dogmático. Más práctico que especulador, más eficaz que cantamañanas y bocazas, más de hacer, que de vender la piel antes de cazar el oso. Y son cualidades que nada tienen que ver con el fenotipo macho-hembra, sino con la inclinación y la disposición de las facultades genotípicas y educacionales del carácter, del intelecto y del alma: o sea, de la conciencia, que viene a ser la síntesis del conjunto humano tanto inmanente como trascendente, o sea, en sí y en los demás y el entorno. A la vista está que con estas buenas señoras en los cargazos de marras, la cosa no ha mejorado ni un pelo, al contrario, va cada vez peor. Poco importa que con sus mentes sintéticas y predispuestas a considerar lo evidente como palmario, hayan deducido, a toro pasadísimo de rosca, que el análisis de la economía que se ha venido aplicando hasta ahora es erróneo y hasta perjudicial para el negociete de la "cosa suya". Lo cierto es que su intuición "femenina"" va tan por detrás de la realidad y de su verificación cotidiana como la de cualquier productor de testosterona en el mismo estado de dormición en cuanto atañe a la sensibilidad social. O sea, que para llegar a esas conclusiones tan agudas y brillantes, han tardado mucho más que cualquier ciudadan@ de a pie. 
Es evidente, en conclusión, que la solución y las mejoras no se producen ni aumentan con el cambio de hormonas, de look o de estilo genérico-sexual, sino tocando sin miedo, sin complejos y sin deseo depredador, la realidad de la mayoría de los humanos y la relación inseparable que existe entre verdadero y justo progreso humano y buen funcionamiento económico del medio social y financiero. Simplemente. Teniendo los pies sobre la tierra y no sobre cualquier especulativa burbuja financiero-política que se infla y desinfla a gusto del bolsillo de los jugadores del mercado; ese dios al que sirven sin pudor alguno, ambas vestales del trinque mundial al alimón con los sumos sacerdotes del mismo enjuague. Para generar la misma basura basta con cualquier hormona en disfunciones. Tantos desastres pueden causar los hombres como las mujeres, cuya conciencia ética e inteligencia emocional, aún no existen o duermen el sueño de l@s injust@s. Una prueba más, natural e indiscutible, de la igualdad de género hasta en el underground de lo inhumano.

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