jueves, 7 de agosto de 2014

El amor como dilema y como problema

El azote del ébola
Los dos religiosos a su llegada al Hospital Carlos III Los dos religiosos a su llegada al Hospital Carlos III. EFE

La hermana Catherine desde el hospital de Monrovia: “España no nos ha sacado de aquí porque somos negros”

(Infolibre)
Catherine Agdodnito, perteneciente a la orden de la Inmaculada Concepción e integrante del grupo de misioneros liderado por el español Miguel Pajares, tiene claro por qué el Gobierno español no les ha evacudado esta madrugada de Liberia. "Si fuésemos blancos, como el padre Miguel, nos hubiesen ayudado", señala. Testigo del traslado del sacerdote y la hermana Juliana Bohi, también de nacionalidad española, es concluyente: "Vamos a morir".
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Ante este caso de conciencia me pregunto algunas cosas. Me pongo en la piel de la hermana Catherine, liberiana. Convertida al catolicismo y miembro activo con votos, de esa iglesia, convencida por el ejemplo de l@s misioner@s que han ido a su país para ayudar y para convertir almas a su religión y bautizar a tutiplén, por medio de esa ayuda y, muchas veces, a cambio de esa ayuda. Convencida, se supone, por las palabras del Evangelio de Jesús de Nazaret, pobre y esencialmente revolucionario desde la paz, el amor incondicional y la reivindicación en todos los aspectos, hasta pagar con una muerte espantosa el amor por sus congéneres, por practicar y enseñar la igualdad del amor hasta el fin. No se escondió cuando le buscaron para hacerle picadillo, los esperó solo en medio de la noche y no quiso levantar a los zelotes  y radicales para que le defendiesen y le nombrasen oficialmente mesías, al contrario, les dijo que la violencia es inútil porque sólo engendra muerte en serie y que él no había venido a mangonear masas sino a servir para que dejasen de ser masas a base de inocularles la levadura de la concienciay llegasen a ser plenamente conscientes de su condición: hijos de Dios iguales a todos y constructores del reino de los cielos en la Tierra, que es la metáfora de transformar Jurasic Park en un mundo habitable y hospitalario. "El verdadero amigo es el que da la vida por sus amigos", o "el buen pastor da la vida defendiendo a sus ovejas, no las abandona en el peligro", decía. 
En estas, ante Catherine -y quien dice Catherine, dice ante millones de liberianos-, se declara la epidemia de un virus peligroso que mata en poco tiempo y para el que no se conoce remedio en África. Catherine está viendo morir como chinches a sus compatriotas y trabaja con l@s misioner@s extranjer@s, enferman todos, los blancos "santos" y los negros de a pié. Todos se esfuerzan, todos tienen fiebre, a todos les duele todo, pero siguen amando hasta el límite. El consuelo, el cuidado, el desvelo mutuo, la fraternidad en la fragilidad, en medio de la epidemia, la hace menos cruel. Humaniza lo imhumano, y hasta el abandono del mundo "civilizado", que es posible que no sea inocente de la debacle, sabiendo los experimentos y barbaridades que llevan haciendo en África las farmacéuticas desde hace años. No podemos olvidar el VIH del sida y su "curioso" ensañamiento en África atacando  lo mismo a ancianos que a niños, a familias enteras, en aldeas perdidas, nada sospechosos de drogadicción ni prostitución. Catherine lo sabe y lo ve. Pero ahí están ellos, los cuidadores que no se rinden, enfermos, como sea, asumiendo entre todos la realidad, convirtiendo el miedo en valor, al impotencia en resistencia, por amor...Hasta que de repente, alguien decide en algún lado que no se puede dejar morir en África a los misioneros blancos como si fuesen negros, y su país, España, en vez de enviar ayuda médica junto con el resto de Europa, para hacer más llevadero el dolor y poder tratar y dar defensas a los que aún no padecen la enfermedad, España, la de la marca victoriosa y cañí, como Pilatos se lava las manos -o las garras, que ya no se sabe  a qué especie sub-humana pertenecen los gestores del pp- y fleta un avión especial para salvar a los bwanas, afirmando, para que no haya discriminación ante las urnas, que ese traslado lo va a pagar la congregación de los religios@s afectad@s, suponemos que con lo que se ahorra la iglesia en el IBI o con lo que saca de las visitas a la Mezquita de Córdoba o de la luz de las imágenes, más la pasta del Concordato, más los impuestos señalados con una X en la casilla de Hacienda, con esa pasta la iglesia podría acabar con cualquier epidemia si se lo propusiera. En fin, que ese presupuesto no da para salvar a muchos, ni siquiera a l@s religis@s color café de la misma orden...que es lo que a Catherine la ha debido dejar de estuco, convencida como estaba de que ser católico y con hábito era una garantía de pertencer a la "casta" de favorecidos planetarios. Pero se ha equivocado. Roma no paga advenedizos étnicos, y un blanco europeo siempre será otra cosa más salvable que un negrata con hábito,  todos saben ya en las alturas del credo, que no es oro todo lo que reluce, y que aunque tenga el alma como la nieve, una piel negra no puede cambiar, a no ser que sea una aberración bioquímica y millonaria como Michael Jackson. Y no es el caso, obviamente. El caso es una vez más, el apartheid que contamina mucho más que cualquier virus. 

L@s religios@s quizás ni siquera han pedido la repatriación, o a lo mejor sí, tienen todo el derecho a salvar el pellejo, al fin ya al cabo en mentalidades eficaces, más vale salvar a los que saben y pueden hacer cosas, que a los beneficiarios de sus virtudes, chi lo sa! Pero está claro que ahí se rompe el amor por la mitad, se hace añicos su coherencia. No se puede ni se debe exigir a nadie hacerse el héroe y más vale ser sinceros que morirse tontamente por mantener el look y el glamour de una santidad apócrifa. Pero una no puede olvidar a amigos como Ellacuría, no amigo mío, sino amigo de los salvadoreños a los que les despertó la conciencia haciéndoles estudiar y descubrir la injusticia y los métodos pacíficos y sanos para hacerla desaparecer. Y como el buen amigo, pudiendo tranquilamente salvar el pellejo en España, amenazado de muerte si regresaba, regresó, en pleno convencimiento de amor fraterno, sabiendo de primerísima mano lo que iba a sucederle inmediatamente. No duró más de una semana tras el regreso.

Seguramente, desde su infección y su dolor doble, la hermana Catherine, liberiana y más tirada que una llave por la catolicidad europea, estará comparando el Evangelio que le predicaron y la cautivó, con la realidad del catolicismo romano y de la cultura generada por él a su alrededor y a lo largo de la historia. Y también me pregunto, simplemente como madre, como hermana o hija, esposa o amiga ¿qué habría hecho yo en un caso así? ¿habría salido corriendo de estampida para salvarme de la quema? o ¿me habría quedado con ellos hasta el final? y también ¿sería capaz de amar a unos liberianos con los que estoy "por vocación" como a mi familia verdadera? Ellacuría, Francesco d'Assisi, Natalia Martínez en Haití, Mª Elena Moyano en Perú, Jesús de Nazaret, Oscar Romero, los compañeros de Ellacuría y supongo que muchos otr@s desconocid@s, gracias a los que el mundo sigue en pie, -deficitario, sí, pero en pie-, lo lo han hecho. No sé si yo podría hacerlo. Nunca se sabe si no se vive en ese límite de fronteras íntimas, hasta donde llega la flojera y la grandeza del alma humana. Por eso no opino ni juzgo, sólo reflexiono y comparto esta reflexión. 
Lo que no puedo admitir es que el gobierno al que pagamos para que nos represente sea tan cínico y despiadado, como para rescatar lo suyo y dejar a la espalda el horror sin un detalle de humanidad para los sufrientes, que llene de vallas-cuchilla las fronteras de un territorio en otro Continente, ni que en mi nombre esté vendiendo armas a Palestina y a Israel para que se hagan puré y que el ministro de Defensa sea fabricante y vendedor de armas. Y que la iglesia católica se calle ante las atrocidades sociales de este desgobierno indecente. Son peor que el ébola. No matan cuerpos solamente con su irresponsabilidad en recortes y desahucios, también corrompen almas, inteligencias y voluntades. Hacen que la corrupción y el abuso sean "normalidad", empezando por su hipocresía. Lo dicho, son el ébola social.

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