martes, 29 de marzo de 2022

The Well-Tempered Clavier, Book 1: Prelude No. 1 in C Major, BWV 846

 


La música como clave bien temperada es una gran ayuda para el equilibrio de la humanidad. Deberían educarnos en esa onda y, seguramente, la humanidad no estaría como está actualmente, hecha papilla por minorías desequilibradas y mayorías en peligro constante huyendo de la quema y tratando de encontrar en los cauces del negocio, la trampa, la mentira, la explotación y la manipulación las claves bien temperadas, afinadas y eficaces para salir de la entropía demoledora y conseguir una bifurcación ya tan imprescindible como urgente. Seguramente, si Putin, Biden y sus satélites pasta/políticos fuesen músicos naturales y desde niños y jovencitos hubiesen estado inmersos en esas claves bien temperadas, no estaríamos en el plan que estamos. Pitágoras ya lo comprendió y lo explicó hace 26 siglos, más o menos: la armonía del sonido es fundamental para la comprensión y el fluir de la realidad cuantitativa de la creación, o sea, los números. Y los números sin armonía son solo mecánica sin sentido. No tienen alma. Y la vida sin alma es una desgracia más que un manantial de posibilidades magníficas, pues todo depende de cómo y desde qué nivel de conciencia aprendemos a descubrirla, a gestionarla y construirla. 

¿Quién puede construir mejor un edificio: un conjunto de seres humanos que son arquitectos, maestros de obras, técnicos y albañiles, o cada un@ a su aire, invadiendo espacios, robando materiales, poniendo zancadillas " a la competencia" boicoteando las chozas de los demás y haciendo chapuzas, que en cuanto llueva o haga viento se hundirán, o sea, en el plan individual y social que está nuestra especie? No, no es por ahí. La música es la puerta del espíritu y el espíritu es el wifi universal que permite a la materia despertar y subir de nivel cognitivo. La conciencia es la escalera para unos o el ascensor para otros, mediante la que hacer ese trayecto vital e imprescindible. Podemos decidir si queremos ir subiendo mientras construimos o preferimos hundirnos en los sótanos ya superados, o bien quedarnos a vivir en la escalera convertid@s en obstrucción para quienes decidan subir o bajar... 

La mejor música y su equilibrio nos ayuda muchísimo a comprender y a cambiar de partitura cuando es preciso. A distinguir que no todo lo que suena es música, como tampoco todo lo que se come nos alimenta. Los sonidos, las palabras, los pensamientos, las emociones, la comunicación, los hábitos y costumbres que hemos asumido por educación y "ejemplos" próximos también puede ser tóxicos. Todo depende de cómo los valoremos nosotr@s al discernir conscientemente,  aceptando o rechazando desde nuestra libertad con el fundamento gemelo de la ética. No hay ética sin conciencia ni conciencia sin ética.

Desarrollar unas claves bien temperadas es fundamental para no irnos por el desagüe del existir sin haber descubierto el Ser que llevamos dentro y nos hace posibles, sin excepción, a todos los seres humanos. Sin olvidar que la humanidad al nacer es un potencial para desarrollar, y no un estado de plenitud ya innato. Es como una mina de oro o de diamantes. Puede estar milenios oculta e inexistente si no se descubre ni se desarrolla la ingeniería que permita descubrirla, excavarla   y disfrutarla. Y que, obviamente,  también puede ser una inutilidad desastrosa si solo se emplea para especular, fardar, pelear, competir y forrarse, al convertirla en mera especulación y desastre medioambiental. Pues eso, familia. Despertemos antes de que sea la hecatombe la que nos despierte cuando esto ya no tenga arreglo. 

La música verdadera no es ruido ni alienación.  Es el despertador cósmico de la conciencia para las especies vivas. Hay que quitarse cuanto antes los tapones de las orejas.

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