martes, 8 de marzo de 2022

Muy interesantes estas reflexiones de González Faus, sobre todo porque nos invitan a profundizar en la comprensión práctica de la solidaridad, la empatía y la compasión. Y apreciar si hay límites "sensatos" o no, en la misma praxis noviolenta.

 Religión Digital

¿"Podemos" o no debemos? ¿La ley Moral contra Dios?

Dios no conoce,como nosotros, por abstractos universales: para Él cada caso es único.

No hay regla sin excepción. Y la excepción confirma la regla (no la quebranta)

La falta de sentido de la excepción constituye el fariseísmo: una tentación tanto de derechas como de izquierdas

Parece un título casi blasfemo y, sin embargo, tiene que ver con algo fundamental del mensaje cristiano, tanto en Jesús como en Pablo. Jesús pregunta provocativamente si "se pude hacer el bien" en contra de lo que manda la Ley (Mc 3,4); o si una enferma que llevaba 18 años esperando tiene que esperar un día más, para cumplir la Ley (Lc 13,16). Y declara que el fariseo de la parábola que ha guardad toda la Ley no estaba justificado ante Dios, mientras que el publicano pecador es aceptado por Dios (Lc 18, 9ss). Pablo repite, en dirección parecida que el hombre no se justifica ante Dios “por las obras de la ley moral”.

¿Pura teoría?

Tratando de aproximarnos algo a lo que eso significa, podemos echar mano de un rasgo típico de todos nosotros: los seres humanos nunca llegamos totalmente a lo individual: solo conocemos por calificativos abstractos universales, válidos para todos (fulano es varón, español, anciano, ingeniero, perteneciente a tal grupo psicológico…, y varios etcéteras más). Los abstractos, sin duda, nos acercan a lo concreto, pero no nos permiten conocerlo del todo. Hoy comenzamos a decir que “no hay enfermedades sino enfermos”, lo cual tiene su buena parte de verdad. Y la antigua escolástica profesaba un latinajo que, hasta en latín se entiende: “individuum est ineffabile” (no dice incognoscible, porque algo sí que podemos saber y dar a conocer de cada individuo; pero sí dice que no es totalmente comunicable).

Si eso de la filosofía parece muy enrevesado, recordemos otro principio práctico muy importante, que aplica lo antes dicho no al campo del ser sino al del hacer: “no hay regla sin excepciones” y, curiosamente, “la excepción confirma la regla” (no la quebranta sino que la confirma).

Y si de aquí aterrizamos en las conductas morales que son las que tienen que ver con Dios, comenté otra vez más despacio la curiosa coincidencia entre un protestante (D.  Bonhoeffer) y un católico (Ignacio de Loyola en sus Ejercicios), en que Dios no tiene una ley universal aplicable a cada persona y a cada caso, sino una voluntad concreta para cada uno. Y lo que todo ser humano debe preguntarse a la hora de actuar es cuál es la voluntad de Dios, para mí.

Por supuesto, como los humanos somos tan parecidos y todos "de la misma pasta", la que llamamos “ley de Dios” nos ayudará casi siempre a la hora de actuar; pero no siempre. Jesús que fue un fiel cumplidor de la Ley, se topó con situaciones en las que vio que la voluntad de Dios no coincidía, en aquel caso concreto, con la llamada “ley de Dios”: aferrarse al principio universal sin atender al caso particular podía ser para Jesús lo que nosotros hoy denominamos fariseísmo. Y esa praxis (que fue una de las causas que lo llevaron al Calvario) ha hecho que cambiara para nosotros el significado de la palabra “fariseo”, tan venerable y digna de respeto hasta entonces.

En esa dirección la mejor teología moral habló siempre de “casos límite” (donde la vigencia de la ley se oscurece) o de “moral de situación” (que intentaba acercase más a lo particular de cada caso). Y debo reconocer que todo eso, por muy verdad que sea, no deja de ser una verdad muy peligrosa: podemos confundir tranquilamente lo particular de un caso con nuestro egoísmo “particular”. (Y el ejemplo de la supuesta licitud de la pena de muerte -hoy cuestionada “gracias a Dios”- puede ser un aviso de la seriedad de ese peligro).

También praxis

¿Qué a dónde quiero ir a parar con tantas especulaciones inútiles? No se preocupe usted que en seguida lo vemos. Todo lo anterior creo que tiene algo que ver con el conflicto que estos días divide a los de Podemos y que, además, parece ser el mayor que se ha dado en nuestro gobierno de coalición. La pregunta hiriente de ese conflicto es esta: ¿es lícito enviar armas a Ucrania? ¿O hay que atenerse al principio universal: “el único camino para la paz es la vía diplomática, nunca las armas”?

Siendo personalmente partidario del principio podemita, debo añadir que, en este caso particular, y en el día de hoy, no lo considero aplicable. Y creo que hay que felicitar, tanto a Pedro Sánchez, por haber tenido la valentía y la humildad de cambiar de opinión, como a Yolanda Díaz por haberse separado de las tesis de su partido. (Debo añadir que, en prácticamente todas las disputas planteadas en nuestros últimos años, me he sentido más cercano a la postura de Podemos que a la de los otros litigantes. No creo pues que hablo por despecho).

Por supuesto, la vía diplomática no hay que dejarla nunca: ahí está el bueno de Macron haciendo lo que muchos consideran ridículo por si puede, no parar la guerra sino evitar algunas muertes. Pero la pregunta hoy es si a esa vía diplomática hay que añadir algo más, preguntando como Jesús: ¿es lícito curar a una persona en día de sábado? (y los no cristianos tomen esto como una referencia solo genérica y no como un modelo particular: porque sin conocer lo que significaba el sábado para los judíos de aquella Palestina, la pregunta de Jesús queda muy descafeinada). Por eso añadiré otro ejemplo más actual.

El pastor protestante y mártir de Hitler, D. Bonhoeffer antes citado, era un partidario acérrimo de la no violencia. Y un buen día se encontró con el siguiente caso: si yendo por un camino, veo que alguien está maltratando a un débil (tratando de violar a una niña o lo que sea), estoy obligado a evitar aquel crimen, aunque sea haciendo daño al agresor (por supuesto: el menos daño posible, pero el que sea preciso). Este principio (o este sentido de la excepción), llevó a Bonhoeffer a involucrarse en una conjura contra Hitler que acabó planteándole esta otra pregunta: si hay que matar a Hitler y me toca hacerlo a mí ¿debo decir que no, alegando que soy pastor…?. Y acabó tomando esta decisión sorprendente: si me toca a mí matar a Hitler lo aceptaré. Pero antes saldré de la Iglesia (a la que tanto amaba), y no por las cosas que tenga contra ella, sino para que nunca se pueda decir que un eclesiástico se permitió ser violento.

Por supuesto, esa decisión podrá discutirse. Y no la cito porque sea de validez universal, sino para mostrar la grandeza de aquella alma y lo difícil que llegan a ser las decisiones morales ante las que, a veces, puede ponernos la vida.

Volviendo a la disputa actual; por desgracia ya no se trata solo de evitar la guerra. Se trata, además, de si alguna presunta víctima puede dejar de serlo. La vía diplomática habrá de permanecer siempre. Pero sin olvidar que mientras unos discuten, otros van cayendo muertos: dejando hijos huérfanos, mujeres viudas y corazones rotos. Y sin olvidar tampoco que los casos-límite y las excepciones, existen con más frecuencia de la que quisiéramos.

Y para nosotros occidentales: sin olvidar tampoco que ahora se cumplirán once años de la actual guerra de Siria. La cantidad abrumadora de sufrimiento acumulado allí, nos ha preocupado mucho menos: quizá porque quedaba lejos de nosotros y porque a ella estaban vinculados los intereses de muchas potencias. ¿Quién sabe si, de haber sabido poner fin a esa barbarie de Siria, no tendríamos ahora esta otra?

En total: hay a veces excepciones que pueden confirmar la regla. Y el fariseísmo puede ser tentación tanto de las derechas como de las izquierdas. Pues es tentación de todos los seres humanos, como seres morales que somos.

 

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Comentario del blogg: 


Creo que un riesgo importante en las valoraciones de los actos y decisiones humanas es la generalización, un poco la manía de aplicar recetas iguales y siempre "sagradas" para cocinar y coordinar distintos menús y necesidades. Ese ha sido desde siempre el empeño de las religiones -y posteriormente también de las ideologías- , por eso lo primero que inventan todas, sin excepción, desde la noche de los tiempos, son mandamientos, preceptos y reglas aplicables a todos los planos de la conducta humana, y para colmo asegurar que son dictados por "dios", o en su defecto por "el ideólogo" de turno, fundador de cada invento, por supuesto, administradas e impartidas por "sus ministros". En ambos casos el problema deriva de la misma carencia: ignorar que lo primero es descubrir y crecer a través de la conciencia, hasta ahora, un concepto escurridizo y nada interesante y no una experiencia vital,a toca teja. Nadie nos habla de ella, ni en casa, ni en la escuela, ni en las catequesis, ni en los sermones, ni en los catecismos. Ni siquiera en las clases adolescentes de "moral católica" en el Instituto, allá por los años cincuenta/sesenta del siglo XX. Historia Sagrada. Moral Católica. Encíclicas papales y ya está. Éramos y creo que seguimos siendo, en plan secuelas, solo buzones de mensajes escritos y de voz, que retumban en las mismas rocas de la milenaria caverna platónica y nos dejan en la misma inopia de seiempre si no tomamos personalmente las riendas del camino y de la transformación, la responsabilidad individual evolutiva que tenemos como derecho y como deber, para llegar a ser humanos de verdad y no solo de apariencia y estructura orgánica. Y por supuesto para llegar a descubrir que en lo más hondo de nuestra individualidad somos un infinito Nosotr@s. Y que ese Nosotr@s atomizado es lo que la historia, en distintas épocas,  ha ido llamando "dios" con diversos nombres adjuntos, quizás los más cercanos a esa realidad no sean nombres propios de ninguna "deidad", sino  una extensión infinita, que ligada a nuestra humanidad física, instintiva, emocional, mental, verbal y materialmente activa nos hace posibles y mejorables al estilo presocrático, subidos en los zancos cognitivos de experiencias e intuiciones como las  presocráticas de Heráclito y Parménides, las de Pitágoras y la música numérica del Cosmos, o las de Lao Tsé con el descubrimiento armónico del Tao Te King, o Sidharta Sakiamuni y el descubrimiento de la budidad, es decir, del Buda que somos cuando despertamos por dentro y canalizamos por fuera hasta llegar al satori del zen.  

Todo ello surgió en el género humano preparando el camino de la conciencia para que llegado el momento de la manifestación en todos los planos, llegase la praxis y materialización de lo individual y lo colectivo en una misma ola evolutiva: la llegada a este mundo de Jesús el carpintero de Nazaret. Con él la conciencia, llamada también "buena noticia", euangellòs primero como siembra individual y por ello el fenómeno"pentecostés" como manifestación colectiva  de la cosecha sembrada y repartida por el mundo, de una vida nueva que hasta entonces había estado solo recogida en el vivero interno e individual del espíritu en cada ser humano, voluntariamente dispuesto a recibir las semillas y sus frutos de un nuevo estado hasta entonces desconocido, que permitía hasta entender y compartir lenguas distintas y desconocidas. 

Desde esa eclosión sorprendente los mismos afectados intantáneamente por el mismo satori ,que fueron muchísimos, sintieron el cambio en sí mismos y en todo el entorno. Había nacido la conciencia como fenómeno asambleario, energéticamente contagioso. Y de ahí el fenómeno eklesía, la asamblea de lo diverso unificado por la luz y la energía de la misma experiencia consciente. No era el reinvento de templos ni santuarios más "modernos", era la verificación de la unidad de lo diverso por el aire fresco inesperado y una energía nueva, hasta entonces, desconocida, que abría puertas al infinito, que nunca más se han cerrado, para quienes desde la humanidad aspiran y desean trascender en el mismo planeta tierra, sin tener que abandonarlo. 

Ese fenómeno es lo que se llamó y se sigue llamando "conversión". No es un cambio de conceptos religiosos ni de creencias, es la comprobación en sí mismos y en común, de que todo concepto y creencia se queda en nada ante el soplo transformador de la conciencia infinita y repartida en cada ser humano. De la toma de contacto energético con el espíritu que Somos en realidad. Sólo desde ese plano, se puede asumir y vivir plenamente la noviolencia, el no a la guerra, un don del espíritu que no significa solo ausencia de agresividad ni paz obligatoria impuesta por normas y leyes, más o menos éticas o religiosas, ni por seguir inercias sociales que solo se basan en "el bien y el mal", en el juicio que castra y paraliza, es un fluir natural sin preceptos ni poses "morales" ni litúrgicas. Puede experimentarlo cualquier ser humano que se abra al Amor sin barreras, sin ataduras que "religan" y al mismo tiempo frenan la salida en común del trío energético que nos hace posibles: alma, conciencia, espíritu. Nada que ver con religiones. Incluso a veces, es más fácil acceder a ese cambio de estado, si no se está atados a  credos y dogmas religiosos que solo conciben un "dios" a imagen y semejanza de sus miedos y bloqueos "teológicos". 

Cuando los seres humanos rechazan la guerra y desean la paz por encima de todo no están buscando la comodidad de no pelearse, ni tampoco rehúsan sentirse valientes y vencedores "de los malos", porque no se quieren comprometer, sino todo lo contrario, están devolviendo a la humanidad el sentido cósmico y completo de su esencia. Haciendo de la conciencia el único terreno posible para construir el bien común: el reino de los cielos, que es la misma tierra cuando sus habitantes despiertan y dejan atrás las ruinas, para construir la Nueva Ciudad. La Nueva Humanidad, en la que las piedras de la nueva construcción somos Tod@s. Estos tiempos de Apocalipsis ya inocultable lo está dejando cristalino. 

Tal vez repasando esas Revelaciones de Juan de Patmos al mismo tiempo que se escuchan y ven los telediarios, se logre atar cabos y acelerar la liberación de tanto suplicio, hasta comprender que la liberación no se impone, sino que se elige. Que "dios" no es un "señor que manda", sino el Ser total, que sirve, crea y reparte, coopera, sostiene, inspira, aclara, emite y regala la luz sin tener que pagarle los recibos a cambio. No necesita que nadie le adore ni sea su "esclavo" ni su "siervo". Jamás necesita bombas ni misiles para realizar la vida infinita a la que el ser humano pertenece, siempre que la desee y la trabaje. Que la muerte no es el fin de nadie, pero sí lo es de todas las ataduras, enredos y complejidades inútiles que confundimos con la vida, que no consiste en aguantar lo que nos pasa, sino en transformarlo y canalizarlo y conseguir que forme parte del camino a Casa. A la Casa de Tod@s. En la que ya habitamos sin saberlo, porque aun no está lista la conciencia, que es la llave maestra.Un camino increíble, cuyo transito solo expande una felicidad sin razones, que no se puede comprar, espontánea, sorprendente y hasta con un sentido del humor inimaginable, a veces,  en medio de situaciones tremendas, estados de ánimo reforzado en sí mismo, que nos supera y nos remite a la esperanza de un modo espontáneo, que alivia y aclara las ideas, e incluso aporta la solución necesaria en los momentos más oscuros difíciles. No hay secretos no misterios. Sólo un detalle: ser como niños sanos, libres de trampantojos y de fijaciones que solo  encadenan y hacen que estemos durante milenios atados como los burros dando vueltas a la noria seca del suplicio autoinfligido. 

Rusia, Ucrania, la UE y los USA, necesitan urgentemente la medicina de convocarse mutuamente, de mirarse a los ojos y reconocer al hermano en el enemigo. Y ese tratamiento no lo aportan las bombas ni las ametralladoras de los atacantes ni de los atacados, sino la conciencia, el cable imprescindible que nos une en el wifhi infinito, del que todos y todas formamos parte. Si no se puede ayudar en el campo de batalla, creemos un campo de paz, visualicemos a nuestros hermanos "buenos y malos", llenémosles de ideas sanas, de sanación, de alivio, con una energía de urgencias. No les mandemos tristeza, ni miedo, ni pensamientos depresivos, ni de odios, ni de venganza, sino ánimo, empuje para salir, mirar y reconstruir, y perdonarse mutuamente. Y ver ya en nuestros pensamientos las calles llenas de gente paseando, los edificios reconstruidos, las familias paseando, la vida renovada...Los rusos y los ucranianos hablando y compartiendo, ayudándose...Al mismo tiempo que hacemos ese trabajo mental, ayudemos a los refugiados y estemos a su lado en todo lo que podamos hacer por ellos y ellas. También los rusos están fatal y necesitan ayuda para dejar de hacer daño pensando que tienen derecho a destruir vidas y pueblos. También hay millones de rusos horrorizados con su propio país. No les olvidemos. También necesitan energía limpia, sana y fraternal. 

Tenemos mucho que hacer, ya lo veis, familia! Así que no nos entretengamos ni perdamos el tiempo en negatividades y condenas, que solo aumentan la mierda. El mundo no puede ser bueno para unos cuantos y un infierno para el resto, porque al fin hasta los afortunados se acaban hundiendo en la misma basura destructiva que han mantenido con sus emociones, pensamientos, palabras y actos. Todo acaba siendo un búmeran. Procuremos que sea de lo mejor. Lo que llaman "dios" es la clave y la sustancia que nos habita y que somos.  Está en nosotros, solo hay que tenerlo presente al respirar. Veréis maravillas. Disfrutaréis maravillas y Ucrania saldrá de esta, Rusia, la UE y los USA, por fin, también. Aunque seguramente no los reconocerá ni su madre.


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