jueves, 10 de marzo de 2022

Gracias, una vez más, Javier Gallego! Con reflexiones como éstas, llevarlo crudo es bastante más soportable. La "lucha" por la paz es sencillamente el empeño entusiasta, fraterno e incansable de la misma paz por el bien común repartido en el uno por un@, sin excluir a nadie, que busca y encuentra soluciones, no vendettas, rendiciones humillantes y crueles, ni ganar al Monopoly del "me forro a costa tuya", al Cluedo del " te he pillao", al Scrable inentendible o al Stratego del '"te machaco'". Mucho mejor la inteligencia y la empatía del Amor sin fronteras que la tontuna demoledora y ridícula del Paleolítico disfrazada de "poder" siglo XXI fashion. ¡Gracias, de verdad, Javier, hermano!


Pacifismo para beligerantes

Borrell pide a Rusia preservar seguridad de infraestructura nuclear ucraniana EFE/EPA/JULIEN WARNAND

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eldiario.es

Europa se desmarca del veto de Washington al petróleo ruso. Para Estados Unidos es un gesto de cara a la galería, para Europa es quedarse sin sangre en las venas de la economía. Perfecto ejemplo para explicar de qué va esta guerra de Ucrania. Europa es el escudo de Estados Unidos en sus batallas atlantistas por dominar el planeta. Ellos dan el golpe o lo provocan y los europeos recibimos la respuesta. El golpe ahora lo ha dado Putin, y nada lo justifica, pero sí lo explican las tensiones durante la última década por el control de la zona entre los dos imperios en liza. Para que todo el mundo lo entienda: Putin le ha declarado una guerra a Estados Unidos que están librando los ucranianos y está pagando Europa. 

Cuando esto se entiende, todos los discursos belicistas se desmoronan. Ucrania tiene todo el derecho a defender su integridad y su soberanía, pero lo ingenuo es pensar que esta guerra va sólo de los ucranianos y la defensa de la democracia y que, por eso, hay que mandarles armas para que decenas de miles de personas se dejen la vida por el bien de la humanidad. Esto va de geoestrategia y economía. De los deseos expansionistas de Putin para recuperar los territorios de la vieja URSS y de los intereses de la OTAN de Estados Unidos por ganar influencia en los límites de Rusia. Ucrania es el foso del castillo ruso y el zar ha decidido tomarlo antes de que lo haga la Alianza, como llevan anunciando infinidad de asesores, historiadores, profesores y escritores durante décadas. 

Es la crónica de una guerra anunciada pero hay que evitar que se convierta en una guerra crónica. Ucrania podría ser Irak. Podría ser Afganistán. Podría ser Siria. Cuanto más dure la destrucción, más durará la reconstrucción. Más incurable la herida. Además, si armas a los civiles, puedes provocar una guerra de guerrillas interminable, incluso una guerra civil, dada la división interna entre los que miran hacia Moscú y los que miran hacia Bruselas. La guerra de ocho años en el Donbás puede extenderse a toda Ucrania y entonces los periodistas se irán y todos esos tertulianos amantes de la guerra se olvidarán de los heroicos ucranianos a los que ahora jalean y mañana despreciarán cuando se conviertan en una pesada carga en las fronteras. 

Cuando se entiende que esto va de Putin y Biden jugando al Risk y al Monopoly con las vidas de los ucranianos y las ucranianas en el tablero de Europa, a uno se le quitan las ganas de jugar a la Tercera Guerra Mundial como hacen la mayoría de periódicos y tertulias de esta España nuestra, esta España bélica, y le sale más fuerte y más claro el grito de “No a la guerra”. El pacifismo no consiste en ponerte delante de un tanque para que te haga papilla, como dicen los sobrevenidos estrategas de la tele con sus argumentos de altura, consiste en explicar los problemas de la guerra para aplicar las soluciones de la paz. De la negociación y la diplomacia para la que se han ofrecido desde China hasta el Papa. Consiste en explicar por qué el pacifismo es mucho mejor idea que mandar armas.

El pacifismo consiste en contar que Putin ha puesto tres condiciones que no son disparatadas para Europa y Ucrania como punto de partida: la anexión de Crimea, que es efectiva desde 2014, el reconocimiento de las repúblicas del Donbás, que acabaría con una guerra civil y es lo que probablemente desea la mayoría rusófona de la región, y la neutralidad de Ucrania, que el propio Zelenski dijo que podría aceptar y que conviene para una paz duradera en el contiente. La OTAN nunca pensó en la entrada de los ucranianos, ha jugado esa baza para atraerla, pero visto lo visto, adonde hay que atraer a Ucrania es hacia la Unión Europea. Y aunque suene duro de oír en este momento, a quien hay que atraer hacia Europa es a Rusia. Hay que encontrar un equilibrio con Putin para asegurar la convivencia. Dejemos de ser un felpudo donde los estadonunidenses se limpian las botas.

El pacifismo consiste en explicar que no estamos en guerra, como dice Borrell que se ha venido arriba en su papel de Churchill de segunda. Consiste en explicarle a Borrell que no somos nosotros los que tenemos que encender menos la calefacción, como nos pide, sino la Unión Europea la que tiene que acabar con un sistema tarifario injusto que nos hace pagar toda la energía a precio del gas que es la más cara y que es él quien tiene que dejar de echar leña al fuego y empezar a echar la carne en el asador de su trabajo, la diplomacia, donde no le vemos ofrecerse ni hacer una sola propuesta. Consiste en explicar que cuanto más se alargue la invasión, más lo pagaremos todos. Consiste en explicar que mandamos armas a Ucrania mientras financiamos la guerra de Rusia comprándoles gas y petróleo y lo que nos haga falta. Consiste en decir "No a sus guerras con nuestras vidas".

Cuando los imperios chocan sus cabezas, la cornada se la llevan las provincias mientras en las metrópolis toman coca cola o vodka. Las bombas no llegarán a Moscú, tampoco a Washington por haber jugado con fuego en la órbita rusa. El 11S es la única excepción en la que el enemigo atravesó sus puertas para sembrar el caos y el oso herido respondió con una furia que aún sufrimos por todo el planeta. Fue el primer síntoma del declive del imperio que no ha dejado de caernos encima como ruinas que se desmoronan. Putin es otro oso herido y acorralado que lanza sus zarpazos para demostrar que aún tiene fuerza. Pero la sangre que se derrama nunca es la de los zares o emperadores sino la sangre de la gleba. El zar o el emperador sólo sangran cuando la ciudadanía les corta la cabeza.

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