Cada vez que nos juntábamos para trasegar cerveza,
un excelente periodista y gran amigo como es Manuel Sánchez me repetía
una frase que he terminado haciendo mía: "Esta profesión es muy mala
para envejecer". No es la única, ni siquiera la principal, pero una de
las razones del desánimo y la amargura que nos invade a los informadores
con el paso de los años, obedece a lo mucho que sabemos y a las
incontables personas que conocemos. Enciendes la televisión y ves el
rostro de un presentador que fue tu jefe durante una década; conectas la
radio y escuchas una voz que asocias con aquel chaval que empezó como
becario; lees una información y constatas que la firma pertenece a la
que fuera tu compañera de sección; pones la TDT e identificas al trepa
que no paraba de ascender en la redacción a base de lamer posaderas.
En estos días se me hace especialmente duro ser veterano. Escucho y veo
a personas que me resultan muy conocidas rasgarse las vestiduras ante
la "intolerable presión" que Podemos ejerce sobre nuestra profesión. Yo
soy el primero que he denunciado públicamente, en esta misma tribuna,
los excesos cometidos contra periodistas por algunos dirigentes de la
formación morada. La horda de troles que cayó sobre mí ese día no hizo
sino confirmar mis palabras. En ese artículo está todo y no voy a perder
una sola línea en repetir datos y argumentos que mantengo, punto por
punto. Ahora bien, que esas burdas presiones se hayan convertido en la
gran amenaza contra la libertad de prensa en nuestro país y que lo
denuncie, quien lo denuncia, me provoca una mezcla de asco, tristeza y
sonrojo.
Sí, lo malo de envejecer en esta profesión es que los
conoces a todos. Escuchas a ese periodista indignadísimo con las
"huestes" de Pablo Iglesias y le recuerdas negociando con el ministro de
turno el titular que va a poner en el sumario del informativo.
Contemplas al eterno locutor complaciente con los poderosos, ese que no
cuestiona jamás una orden que llega desde arriba, ese que está
especialmente dócil porque el Gobierno le ha amenazado con devolver la
publicidad a TVE si no se porta bien. Y es a ese al que ves erigirse
ante su audiencia como el adalid de la independencia mediática.
Tú sabes que es el mismo, como tantos otros, que agacha la cabeza
cuando alguno de sus periodistas le pide difundir un tema que afecta a
Alierta o a Soraya, a Cebrián o a Felipe González, a Inditex o a Coca
Cola. Es el mismo que, en cambio, sale arrogante de debajo de la mesa
para denunciar enérgicamente ante sus espectadores el tremendo escándalo
que provoca el tuit de un rapero, la obra de unos titiriteros… el atroz
robo de una gallina. ¡Qué fácil es ser duro con el débil, compañeros!
Sí, el problema de llevar tantos años en esto, es que ves más allá de
lo que hay. Te encuentras con el comunicado de la APM en la portada de
un periódico concreto y recuerdas que su director relevó a un brillante
reportero porque resultaba molesto en Moncloa. Lees la noticia en un
diario digital, pero tú solo contemplas el momento en que Bárcenas
compró con dinero negro acciones de ese medio. Ves la polémica
amplificada hasta extremos ridículos en un informativo editado por el
mismo tipo que intentaba censurarte la crónica sobre las víctimas
civiles de la guerra de Irak. Escuchas comentar el asunto a tertulianos
que, para ti, solo son aquellos mercenarios que, pese a tener más de 190
cadáveres sobre la mesa, mintieron conscientemente sobre los atentados
del 11M.
¡Y cuando aparece el comunicado de la APM
en… Televisión Española! ¡Qué momentazo! ¡Sí! En esa TVE que insulta la
inteligencia de los españoles con una censura digna de los tiempos del
NODO. El medio que tiene a sus periodistas en pie de guerra contra la
manipulación que se ejerce cada día desde Génova/Moncloa brama contra la
amenaza que Podemos representa para la libertad de prensa. Y sí,
sintonizas Radio Nacional, cuyo jefe de informativos era el responsable
de prensa de Federico Trillo en el Ministerio de Defensa durante el
accidente del Yak. Y, así, en ese contexto, terminas oyendo a Rafael
Hernando hablar de libertad de prensa. Ese hombre que representa a un
partido que en cuanto toca poder nacional, autonómico o local, se
preocupa de colocar al Nacho Villa de turno en la presidencia del canal
público de televisión. Pues eso, cuando escuchas a Hernando ya no sabes
si reír o echarte a llorar.
No se le escapará al
lector que mi crítica no se centra tanto en la APM como en quienes la
han utilizado para tergiversar la realidad que se vive en nuestro país.
Me parece bien que una asociación de periodistas denuncie las coacciones
que sufren sus miembros por parte de un partido político, sea Podemos,
el PSOE, el PP... El problema es que Victoria Prego se cocinó ella sola
el tema de espaldas a su ejecutiva; el problema es que la APM no ha
alzado la voz en otros casos mucho más graves; el problema es que la
Asociación calla ante la terrible censura en TVE o frente a las
presiones, estas sí insoportables y con consecuencias, del Gobierno…
Pero, con todo, no sería justo olvidar que hace algo más de un año, la
APM condenó las amenazas de muerte vertidas por Jiménez Losantos contra
dirigentes de Podemos y, antes, había atacado con dureza la amenaza para
la libertad de prensa que supone la Ley Mordaza… Ninguno de los
presentadores, compañeras, becarios, editores, tertulianos y trepas de
los que he hablado en este artículo se hicieron eco de ello. Ninguno
cogió la bandera de la libertad de prensa que le facilitaba su
Asociación para atizarle al telepredicador fascista o al todopoderoso
PP, como están haciendo en estos días contra ese cómodo e indefenso punching-ball que es Podemos.
Confieso que he dudado mucho antes de escribir estas breves líneas.
Sobre todo después de leer los excelentes artículos de mis admirados
Carlos Elordi, Olga Rodríguez y Sindo Lafuente y que suscribo al 100%.
No quería aparentar lo que en realidad soy, un veterano periodista medio
amargado que despotrica contra algunos de sus compañeros. Remarco el
"algunos" porque, aunque son muchos, no son la mayoría. En las
redacciones hay centenares de periodistas honestos que pelean, día a
día, cada tema, cada coma, cada enfoque. Entre ellos hay directores,
presentadores, jefas de sección, tertulianas y una legión de redactores y
reporteros gráficos. Espero que a ellos y a ellas les sirvan para algo
estas crudas reflexiones y si a alguien he molestado, que se pregunte
las razones por las que se siente aludido. En cualquier caso, tal y como
también dice mi amigo Manolo Sánchez: "Esto es lo que hay, señores y a
estas alturas ya somos demasiado viejos para cambiar".
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