jueves, 15 de septiembre de 2011

¿En qué quedamos?

El agravamiento de la crisis

La decisión de los bancos centrales de inundar de dólares el mercado dispara las Bolsas

El BCE y la Reserva Federal, entre otras entidades monetarias, se movilizan para inyectar liquidez en la divisa estadounidense.- El Ibex 35 sube un 3,36% y el euro remonta

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Todo es deuda. Y sigue el curso del tobogán cuesta abajo y sin frenos. Si los bancos tienen tanto dinero acumulado como para llenar repentinamente de dólares el mercado y disparar las bolsas, quiere decir que están jugando a estresar la economía. ¿Por qué no han utilizado esos miles de millones de dólares, antes de la debacle, para regular el empleo, crear posibilidades y garantías sólidas que no dependan de los créditos sino del ahorro y que sea la inversión en nuevos proyectos sostenibles, el resultado de ese ahorro? ¿Es que no se dan cuenta de que el sistema ya no sirve? ¿de que estos remiendos superficiales son pan para hoy y miseria y hambre para mañana mismo? ¿no comprenden que el agujero negro que se ha generado por la ambición sin límites se acabará tragando en cuatro días todo lo que se invierta, mientras los paraisos fiscales hagan su santa voluntad así en la banca como en el mercado y la especulación en bolsa sea el cáncer devorador de todo fondo de inversión producto de la avaricia y de la prisa?

Ese gesto de inyectar dinero sería perfecto si en vez de hacerse con el agua al cuello, se hubiese hecho hace tiempo con previsión e inteligencia. Pero ni los premios Nobel de economía, ni los financieros, banqueros e inversores, ni los políticos, que son marionetas mercantiles quieran o no, han estado ni están aún por la labor. Por ejemplo, Yunus, el profesor indio de economía creador e impulsor del sistema de microcréditos, que le valió el Nobel, ha pasado como una anécdota curiosa por la historia del dinero. No se ha tenido en cuenta el valor de su proyecto más allá de su entorno próximo. No se ha profundizado ni aplicado en este Occidente sabelotodo y torpe hasta superar cualquier límite de cretinez y miras bajísimas. Y sin embargo hubiese sido muy prudente y práctico, aplicarlo en la economía mundial, en vez de tomar como modelo único la anomalía, la histeria acumulativa y colectiva de Wall Street y sus agencias adjuntas, asesinas de la economía y de la lucidez, en una misma estocada.

De esta crisis no nos van a sacar ni el dólar ni el euro, sino la inteligencia y el compromiso de todos. Ahora esta inyección de fondos animará de nuevo el virus acumulativo-depredador. Este sistema no necesita "reanimarse" con más dinero para lo mismo, porque aún será más letal para todos. Este sistema necesita cambiar las bases morales del uso del dinero. Hacerse un honesto harakiri imprescindible. Comprender que la acumulación de todos los recursos en las manos de cuatro holdings mundiales, extendidos como redes maléficas y bloqueando cualquier cambio a mejor que no pase por su enriquecimiento megalómano-compulsivo, es un camino no sólo equivocado, sino hacia el exterminio de los recursos del Planeta, tanto naturales, físicos, como humanos y ecológicos. El sistema tiene que empezar a valorar más que le dinero y la acumulación de cosas y poderes, la calidad de vida, las alternativas mucho más productivas en el mejor sentido de la expresión. Ya no se trata de "cuánto" se puede ganar o perder, sino de "cómo", a qué coste, a qué precio cualitativo se está especulando. Bancos de ideas. Bancos de proyectos realizables. Bancos de solidaridad. Bancos de salud. Bancos de cultura y de creatividad. Banco de recursos y energías sostenibles. Bancos del bienestar inteligente. Otra banca. Otro sistema monetario que valore lo que de verdad es importante. Una sociedad así iría reeducándose, apuntándose a los pueblos y ciudades en transición, que van sustituyendo comportamientos y costumbres destructivas por todo lo contrario. El dinero o cualquier sistema de transacción debe estar al servicio de esa clase de progreso y no al de la ambición personal o partidista. Inculta y zafia, embrutecida por ideologías talibanes, aferradas a lo de siempre.
Evolución, evolución y evolución. No hay más salida que aprender a enterrar lo viejo, lo absurdo, lo peligroso, para poder nacer de nuevo a un estado más alto y amplio de conciencia personal, local, social y universal. Dinero para reeducarse es dinero para sobrevivir con dignidad. No para suicidarnos asfixiados entre billetes de banco sin valor. Entre deudas falsas que nadie sabe de donde vienen ni a donde nos llevan. Los créditos no deben sobrepasar jamás la capacidad de pagarse a corto plazo. La construcción de viviendas no debe nunca llegar a desbordar la demanda con la oferta, sino estar regulada según las necesidades de las poblaciones. Mejor estimular la rehabilitación que la nueva construcción. Invertir en espacios verdes y su cuidado,en repoblación forestal y su mantenimiento. Invertir en parques eólicos y huertos solares, en empresas de reciclaje, que rentan muy bien y no entrampan a nadie. Suprimir el juego especulador del dinero en las bolsas y sustituirlo por esa inversión serena en banca útil y solidaria. Porque el único futuro posible pasa por esa reestructuración del uso del dinero, de las instituciones, de la sociedad y del individuo mismo.
Todo y todos necesitamos urgentemente invertir en sentido común y en inteligencia global, local y personal. Esos tres niveles equivalen a mente, emociones y cuerpo orgánico. Al super-yo, al yo y al ello, los escalones de la personalidad que Freud definió hace más de un siglo y que son los raíles por los que corre el tren de la conciencia humana.

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