sábado, 24 de septiembre de 2011

Crónica de una aberración (de otra más!)

Nueve personas habitaban el piso, cuyos impagos superan los 5.000 euros, según la Diócesis. La familia tiene cinco niños y vive en el portal del edificio desde este miércoles.

*******************************************

Jesucristo, que mal te lo montaste, querido y divino iluso. ¿Cómo se te ocurrió venir a esta tierra para intentar abrir los ojos a los que veían mucho más que tú? ¿cómo se te ocurrió decir que los pobres de espíritu son bienaventurados si la realidad demuestra cada día que son los pupas? ¿y los que lloran, y los desahuciados y los olvidados y los pacíficos y los misericordiosos y los que se esfuerzan porque haya justicia y encima son perseguidos y acosados por eso mismo? Ay, Jesús, Jesús, qué ingenuidad la tuya, chaval. Parece mentira que siendo hijo de quién dices, no te enteres de qué va este negocio de la deshumanidad. Imagino que debes estar alucinando mientras ves el panorama.
¿Te imaginabas que las hermosas palabras y enseñanzas que dejaste por estos andurriales iban a derivar en semejante putiferio? Quizás sí. Y por eso no dejaste nada por escrito y preferiste quedarte dentro del hombre que te entiende y te acoge sin ponerte nombre ni credo, ni partida de bautismo, ni novenas a San Cucufato, sino más bien y sobre todo en el abrazo de fraternidad solidaria, no en los templos ni en las procesiones ni en los palacios episcopales, arzobispales y papales. Ni en las estampitas ni en los tedeums solemnes que celebran lo mismo a un papa que un generalísimo, sin distinguirlos nada más que por el color del uniforme. Ni en los seminarios ni conventos, que en cualquier momento, un fan de tu leyenda, ensotanado y alzacuellado, delante de una familia sin techo, te mira de arriba abajo y te suelta sin ningún reparo ese mantra que tanto les gusta repetir: "si te he visto no me acuerdo, Jesucristo"o "la catolicidad no quita la especulación, al contrario, la bendice y se alimenta de ella"o "la caridad bien entendida y colocada en paraísos fiscales, empieza por uno mismo".
Quién te iba a decir, que tu humilde club de fans galileos y palestinos en general, derivaría en un nido de jerarcas igualitos a los saduceos, fariseos, anases y caifases que te crucificaron. Bueno, quizás ya te oliste la tostada en aquella espantá de Simón el pescador, -la noche en que te condenaron- al que ya habías calado previamente y llamaste piedra, no tanto por lo firme y sólido de su fe, como por la capacidad de rodar arrastrado por la corriente y de adaptarse a los nuevos retos, entre el pedrerío de la mutación y el camuflaje, mientras el gallo de la evidencia le señalaba el cante.

Después del desfile carnavalesco, masificado y hortera, kitch y banal, -pero que ha costado una millonada a un país con una crisis del copón- de un viejito muy aseado y decorado, que dice que si él no te representase como vicario oficial tú no existirías, pues, qué quieres que te diga, Jesús, que esto del piso de La Mancha se veía venir. Es la demostración, aún más practica del teorema religioso-negociante. Lo lógico. Porque tú de economía, nada de nada. De gestor administrativo, ni te cuento. De agente inmobiliario, nasti de plasti. Y de administrador de fincas, para qué darle más vueltas, ni idea. Si ya estabas por dejar en cuadro la recaudación de impuestos, llevándote a vivir a la buena de Dios a los recudadores de aquellos tiempos. Vamos, que te estabas cargando la sociedad de consumo y de devociones decentes; que primero, Mateo, que luego Zaqueo, que el centurión, que José de Arimetea, que Nicodemo, que hasta la pilingui de Magdalena, atada y bien atada por los siete demonios, acabó por dejarlos en cuadro y largarse contigo...Hijo, qué estrés!

Reconoce Jesús que si llegas a quedarte en la tierra más tiempo, no hubiese quedado títere con cabeza en el teatro de marionetas. Y eso sí que hubiese sido una crisis gorda. No esta porquería de tres al cuarto que tenemos ahora, que sólo es crisis de pequeñeces: recortes, intrigas, mentiras, ahora sí, ahora no, una guerrichuela por allí, un binladen sofrito a la paquistaní, por allá, una banca filibustera por acullá, unas hambrunas combinadas con obesidades entreveradas, por aquí, una política tan despistada como corrupta, por no se sabe donde...unos egoísmos increíbles por todas partes...un poder desmedido y suicida urbi et orbe...una gilipollez inconmensurale y globalizada a cargo de los medio-media, en fin, un poco de todo, pero nada serio. Lo tuyo sí que era una crisis como Dios manda, de esas que o te dejan nuevo, como a los publicanos, ex-jerifaltes decentes y prostis renacidas o te fulminan como a Judas, a Jerusalén, a la pobre Massadá y al propio imperio romano en caída libre, que se quedó sin mano de obra y sin ganas de progresar en las masacres conquistadoras por culpa de tu herencia directa, y que finalmente, para sobrevivir, tuvo que recurrir a las nanas del glamour eclesiogénico, para que tus despiertos se durmiesen en olor de cutreidad traidora, a base de sentido práctico, poderío, principados, os-tentaciones y potestades, pelas y honores a mansalva, para que la prostituta se hiciera de nuevo con el poder, acompañada, ya no por siete, sino por catorce demonios. Y para que, con el bolsito autolimosnero colgado del bracete, fuese de esquina en esquina y a golpe de papamóvil, recogiendo fondos para decorar con mejorgusto y con más arte, el puticlub de las siete colinas, que ya estaba bien de tanta catacumba a escondidillas y jugándose el pellejo por rezar un padrenuestro con la peña de la cristiandad perseguida, siendo ya una mayoría absoluta y aplastante para el imperio que daba las últimas boqueadas.
Así, tu grupo de seguidores estupendos del principio, derivaron en iglesia-bastión moral para un imperio que nunca había sabido que ese vocablo significase algo más que costumbre o rutinilla habitual. La moral latina y su equivalente griega, la ética, gracias a los primeros fans de tu propuesta, habían adquirido un sentido más epistemológico que simplemente etimológico, mucho más profundo y sólido, que en un plisplás Constantino liquidó con el timo de Puente Milvio.

Y de ahí, hasta hoy, mi querido Señor Jesús, inocente y bueno como Dios mismo. Toda una saga escalofriante, que llegaron a impartirnos en el Bachiller, los curetas de turno, bajo el disfraz de "Historia Sagrada", como asignatura tan incoherente al estudiarla como espeluznante cuando con los años y la investigación real, ibas descubriendo la verdadera historia profanadora del mensaje profanado. Lo que significaba, de verdad, una cruzada, un sambenito, unas investiduras y unos territorios pontificios unidos al imperio o separados de él por la misma ambición guerrera y depredadora, una inquisición llena de santos patronos militantes de la hoguera y de la pasada a cuchillo, como Domingo de Guzmán, por ejemplo, que liquidó de un plumazo en sus sermones a los albigenses por querer vivir el evangelio lo más parecido posible a como lo enseñaste con tu propio ejemplo. Y todo ese disparate incalificable, en el nombre de Dios! Una historia patética y cruel. De pesadilla casi bimilenaria, a la que en la época actual se ha sumado lo que ya hemos visto en nuestros días y seguimos viendo cada día.
Para llorar y no parar haciendo coro con tus bienaventurados del sermón del Monte.

Por mi parte, humildemente, reconozco mi parcialidad como manchega aborígen. Je suis toucheè. Me avergüenzo de ese cura, de ese obispado, de esa iglesia, de esa ramplonería miserable que, envuelta y pringada en los torreznos de Sancho Panza, ha amordazado y silenciado a Don Alonso Quijano, el caballero generoso y noble desfacedor de entuertos, como tú, Jesús. Me pesa mi tierra. Mucho. Por si no tenía bastante con Almodóvar y las procesiones del Corpus -dicen que tuyo, pero no cuela- presididas por la Cospe, - la dejamos en apócope, porque del sufijo "dal", no hay trazas, pero del morfema "cogel" ni te lo imaginas- , ahora también, el seminario diocesano de Ciudad Real, a la carga, como el séptimo de caballería en una tienda de Lladró. Es demasiado arroz para tan poco pollo, Jesusito de mi vida. Demasiado pan para tan poco pisto, demasiada horza para tan poca berenjena. Sin rastro de tus panes y ni tus peces. Y, sabes, no sé ya donde colocar esta vergüenza vaticano-autonómica para dejar de verla. ¡ Ay Jesús, qué cruz!


No hay comentarios: