viernes, 16 de septiembre de 2011

Al revés de América, por fin!

Europa se ha plantado en mitad de la partida en este poker insoportable, en el tira y afloja de la especulación descerebrada. Por fin da una muestra de que no todo el sentido común se ha ido a freir espárragos. No ha querido aceptar un deudón añadido, que era el regalo envenenado del tío Sam y sus adlateres, para hacerla seguir bailando el vals de la leche segura, en los brazos cada vez más fofos de su anfitrión embarrado y estrellado, como su propia bandera indica, desde que el tugurio asegurador de Lehman Brothers dió el patinazo final de la grandeur yanky y abrió la caja de los truenos, los relámpagos y los rayos como traca final del festejo depredator a que Occidente se había habituado sin pensárselo dos veces. Menos mal.

Por fin un poco de cordura hasta parar el carro en plena pendiente de descenso a los abismos. Y el euroclub ha afirmado que antes de pensar en aumentar los contenidos de la despensa provisora de money hay que empezar por limpiarla con una política fiscal nueva, donde empiecen a pagar más los que más tienen y a gastar menos los que no disponen de capacidad adquisitiva para soportar créditos impagables hasta la generación hipotética e hipotecada de sus tataranietos, qué vete a saber en qué condiciones pleistocénicas e irrecuperables hasta para respirar estarían los pobres si la cosa yanky progresase urbi et orbe, no reflexiona no se flexibiliza y no se hace adulta de una puñetera vez. El Planeta no es Hollywood. Y va a resultar que es este viejo continente el que intenta secundar con inteligencia, el ejemplo de los indios en sus poblados de la costa del Pacífico, y su sistema catártico e imprescindible del potlach, de los pueblos haida, tinglit y kwakiutl, también norteamericanos, -pero en estado puro, sin contaminar aún por el entorno boderline-, que consiste en el "mejor con menos", donde periódicamente se invierten los valores, tener menos, para ser más y mejor, cuando unos han acumulado demasiado dinero, objetos, ropas, comida o poder. Entonces, en vez de provocar un huelga general o una crisis espeluznante, se hace una fiesta y durante varios días se hacen regalos para desprenderse de lo que no es necesario pero es útil para los que no lo tienen. Y se compite. En generosidad, de modo que gana en prestigio y en bienestar y relaciones estupendas, quien más da y quien se queda con menos pertenencias. Ellos han entendido naturalmente las bases de la existencia. Eso es exactamente lo que intenta hacer Europa en este momento, a su modo, claro está.

Una reforma fiscal en ese sentido representa ahora mismo un paso importantísimo hacia una nueva ética del dinero. Una puerta imprescindible que se está abriendo hacia la sostenibilidad de la vida y de los recursos. La cuestión es simple. Aceptar la oferta de la pasta internacional nos dejaría en tanga definitivamente ante las olas polares y volubles de la prima de riesgo. No levantaríamos cabeza nunca más y estaríamos ligados trágicamente al destino de América del Norte, que es oscuro como un agujero negro y no va a tardar en demostralo. Al proyecto federalista europeo a ralentí hasta ahora le había faltado reflexión y aterrizar en su realidad muy distinta de la yanky. Nuestros componentes sociopolíticos son distintos y nuestra enfermedad, aún teniendo la misma causa y los síntomas parecidos, tiene otro curso diferente. Los norteamericanos no tienen raíces todavía y las están forjando en Wall Street, la CIA, la gendarmería universal, el consumismo de usar y tirar, el petroleo, Hollywood, la rapiña de materias primas, la hegemonía estratégica, el self made sea como sea, la falsa democracia de blancos-ricos-religiosos, y el Capitolio. Nosotros, los europeos, tenemos raíces fragmentadas y separadas, historias muy diferentes, no hemos encontrado otro vínculo distinto del dinero, para unificarnos. Por fijar esa unidad en las finanzas que nos han llevado al credit life's fashion del desastre contagiado desde ultramar, nos hemos paralizado, aflojado y dejado alucinar por el flautista de Hamelin. Y el resultado ha sido una corrupción generalizada que ha dejado los gobiernos y la política en manos de un Al Capone global, disfrazado de banquero. Hemos perdido escrúpulos, conciencia, responsabilidad, sabiduría y cultura real. Espíritu e inteligencia. Todo lo que es el legado para la supervivencia, que sabe respetar a los seres vivos, sus derechos naturales, su belleza primigenia, y a la naturaleza misma. La vida. Y cuando nos hemos dado cuenta habíamos enterrado las escuelas palatinas de Aquisgrán, el stoa griega, el derecho latino, la chispa renacentista de Erasmo y Moro, el genio de Spinoza y de Pascal, el fuego de Paracelso, de Servet, el basta ya! de Lutero, de Galileo, de Francesco d'Assisi o de Giordano Bruno, el genio de Da Vinci, de Tolstoi y Dostojewsky, la lucidez de Cervantes, de Dante y se Shakespeare, la capacida contructiva de Vitrubio o de Miguel Ángel, de los arquitectos inmensos y sin nombre de las catedrales y las lonjas, la mirada de Velázquez, de Goya, de Monet, de Picasso, de Zurbarán, de Rembrant, la magia de J.S. Bach, el gozo luminoso de Mozart y de Vivaldi, la ética pura como la razón de Kant, la santidad civil, parca y honesta de Marx, la lógica de Aristóteles y las preguntas de Sócrates, el alma de Platón. Un tesoro heredado a través de los siglos. Con esas raíces es imposible acabar de felpudos en la puerta de los bancos. Parece que Europa, golpeada, lesionada y dolorida, respira aún y tiene fuerza moral para ponerse de pie y emprender su camino en otra dirección mucho más acorde con su idiosincrasia, y su esencia.
Tal vez los indignados europeos tengan algo que ver con la reflexión realista de los gestores políticos. Quizás su empeño en ser otra vez personas y no objetos consumistas, les haya mostrado un poco la vía. Tal vez demostrales en pocos meses qué cantidad de cosas excelentes pueden lograrse sin invertir dinero, sino ingenio, inteligencia, sentido común, frugalidad solidaria, apoyo mutuo, justicia simple, creatividad y reflejos no automáticos sino psicoemotivos, respeto por lo diferente y capacidad para convocar la vida ante el desahucio de la destrucción, han podido ser el sonido de un despertador en los oídos embotados del poder dormido. Ojalá se despierten. Al menos parece que lo intentan.

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