Gloria, gloria, gloria
a las puertas abiertas de la gracia
en el camino del abrazo eterno,
de la vida limitada en La Tierra al gozo interminable
de la luz infinita convertida en sendero
y en sorpresa,
gloria, gloria, gloria...!
No cabe la tristeza del apego
ni el temor a la sombra de lo desconocido
si la liberación ha sido siempre el eje de la danza
que no cesa jamás
y la conciencia plena del amor infinito
y sin fronteras
el único descanso verdadero.
¡Gracias, José Ignacio, hermano universal y, por ello, testigo de la luz!
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