Las Fallas necesitan una "pensada"
Muchos son los problemas, la mayoría solucionables, que afloran en las Fallas, pero la masificación es su gran amenaza

Una multitud asiste a una mascletà en la plaza del Ayuntamiento. / José Manuel López

Las fallas de 2025 han sido unas fallas atípicas. Ha llovido como nunca, especialmente el segundo día de la ofrenda, el calendario no ha ayudado con el turismo nacional e internacional y la dana del 29 de octubre ha puesto plomo en las alas de la fiesta. Incluso políticamente hablando han sido unas fiestas atípicas, con escasa presencia de líderes autonómicos y nacionales.
Sin embargo, un solo día, el único que meteorológicamente ha sido bueno, ha bastado para retratar lo que viene siendo esta fiesta en los últimos años: Una avalancha incontrolada de personas, unas fiestas masificadas en las que cada vez se hace más difícil disfrutar de lo tradicional y más fácil resulta encontrarse un incidente.
Es un problema la movilidad, sobre todo este año que el calendario ha querido que el sábado prefallas cayera muy pronto y las carpas empezaran a montarse el día 4. Eso hay que mejorarlo para en todos los casos evitar que haya una semana «gratuita» con más de 400 calles cortadas y la ciudad atascada.
Es un problema la Ofrenda, que se alarga hasta bien entrada la madrugada por el incremento del censo fallero. Controlar los flujos, gestionar los cruces y limitar la participación extraordinaria se hacen necesarios. Aunque tampoco debe ser un gran problema acabar algo más tarde de las 12 una vez que se ha desvinculado la finalización de la ofrenda del inicio de los castillos.
Es un problema el creciente número de paraetas que se reparten por las calles y por los entornos de los monumentos falleros. Churrerías, mojiterías, mercadillos, etc, colisionan directamente con los vecinos y su derecho al descanso, generando una situación de polarización cada vez más intensa entre partidarios y detractores de la fiesta.
Es un problema el mantenimiento de los monumentos, que siguen expuestos, sobre todo en Ciutat Vella, a los actos vandálicos. Cien intervenciones en este sentido ha tenido que hacer la Policía Local este año.
Y es un problema la seguridad en general, especialmente el uso de la pirotecnia fuera de las reglas establecidas. Este año, de hecho, las Fuerzas de Seguridad han creado dispositivos especiales para combatir este problema y se ha detenido a un grupo organizado en toda Europa a través de redes sociales para quedar en València y tirarse pirotecnia ilegal de fabricación casera. Incluso después de Fallas un enorme petardo requirió del tratamiento de la Policía Nacional como si de una bomba se tratase.
El problema de verdad
Pero todos estos problemas pueden reconducirse. Es posible adoptar medidas que al menos los suavicen, como ha ocurrido siempre. El que no es fácil de manejar y redunda en todos los demás, llevando la fiesta a límites peligrosos, es la masificación. Este problema se viene observando año tras año desde hace una década y se dejó notar especialmente en las Fallas de 2024. La pandemia, de hecho, ha sido un punto de inflexión en este sentido. Para mal. Incluso este año, que ha sido lluvioso, con mal calendario y lastrado por la dana, ha bastado un día de sol para comprobar que el problema está ahí y seguirá creciendo en los próximos ejercicios.
Siempre se ha hablado de un millón de visitantes y la cifra sigue creciendo. Al menos, la asistencia de público a los grandes eventos. Y en este sentido la mascletà es el principal. Si la media de un disparo convencional son 57.000 personas, que ya está bien, en 2024 hubo días que se superaron las 130.000. Y este año, el citado día 15 de marzo, sábado, la situación llegó a límites peligrosos. Hubo colapso en la evacuación de la plaza, aglomeraciones en distintos puntos, muchas llamadas de alerta al 112... Miedo, en definitiva.
Pero es que pasó igual en algunas calles de Russafa, en el paso inferior de la Gran Vía de Germanías, en la plaza de la Virgen para ver el cadafal... El tópico aquí sería decir «hasta que un día pase algo». Pero es que es verdad. Las Fallas empiezan a ser peligrosas por la multitud. ¿Que es difícil evitar la avalancha de personas? Cierto. Pero hay que buscar soluciones ingeniosas para rebajar al menos los niveles de saturación y riesgo.
El ejemplo de la pandemia
En la pandemia se improvisaron itinerarios, se cambiaron horarios, se descentralizaron actos, se establecieron aforos, nos tuvimos que acostumbrar a otros ritmos y otra forma de hacer las cosas. Pues que se haga algo con la fiesta antes de que muera de éxito o directamente muera alguien. Como diría la alcaldesa de València, María José Catalá, las Fallas necesitan «una pensada»
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