El sueño de la razón
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En tiempos como estos, en los que gana peso lo que algunos llaman “realidad alternativa”, otros “posverdad” y los viejos del lugar llamamos lisa y llanamente “mentiras”, conviene darse de vez en cuando un baño de datos, que permitan saber qué es lo que realmente está pasando.
Ese Gobierno al borde del precipicio ha ganado el 91 por ciento de las votaciones parlamentarias a las que ha sometido sus iniciativas
Porque, por ejemplo, atendiendo a las redes sociales, a los grandes titulares y a los minutajes informativos que se dedican a los encontronazos, gritos, votaciones agónicas y reuniones supuestamente decisivas, se podría pensar que el Gobierno de España vive sus últimas horas. Pero los datos dicen que eso viene diciéndose de sus últimas 8760 horas, que son las que caben en un año, y el Gobierno se muestra tan fuerte como hace 8760 horas, es decir, de momento, invulnerablemente frágil.
Durante los últimos doce meses de legislatura, ese Gobierno al borde del precipicio ha ganado el 91 por ciento de las votaciones parlamentarias a las que ha sometido sus iniciativas, y solo sus evidentes dificultades de comunicación, el griterío a veces histérico de sus adversarios y esa sociología nacional que siempre está esperando que el toro pille de una vez al torero explican que parezca que el exiguo 9 por ciento restante es una de las puertas del apocalipsis.
En absoluto pueden decir lo mismo sus homólogos de muchas autonomías, singularmente las gobernadas por el PP, que no llevan leyes a sus parlamentos porque no se las van a aprobar, y confían ciegamente en que los ciudadanos seguirán pensando que el Gobierno central tiene la culpa de cuanto suceda en el mar y en la tierra: los acontecimientos de Valencia son una prueba tremenda de ello.
El Gobierno se muestra tan fuerte como hace 8760 horas, es decir, de momento, invulnerablemente frágil
Los datos dicen que la estabilidad política es mucho mayor de lo que parece a simple vista, y que se complementa con unos resultados económicos sin duda insuficientes para resolver la magnitud de los problemas acumulados de una crisis en otra, pero que están en el camino correcto, y demuestran de paso que si muchos problemas no se han resuelto antes ha sido a causa de una serie de mitos antiguos que han quedado abolidos por la realidad: no, la subida del salario mínimo no destruye empleo; no, la inversión pública no es ineficaz; no, subsidiar colectivos desfavorecidos no crea clientelas, ayuda a la gente a salir del pozo, a incorporarse a la economía.
Los datos son tercos, y si no tuviéramos, repito el concepto, una sociología patria que divide el mundo por afinidades y en la que el adversario nunca tiene razón, hace tiempo que habríamos salido de esta ciénaga infecta en la que chapoteamos. El sueño de la razón produce monstruos, decía el gigantesco don Francisco de Goya, pero eso ocurre porque la razón duerme. Les deseo que la razón despierte de una vez en 2025, porque entonces los monstruos desaparecerán en un abrir y cerrar de ojos.
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