viernes, 2 de diciembre de 2011

El 15M personal

La indignación popular ante la injusticia y la corrupción es un síntoma de salud cívica. Si la situación actual no nos indignase mayoritariamente estaríamos a la altura evolutiva y inconsciente de los minerales. La indignación actual es terapéutica e imprescindible. Pero incompleta si sólo se queda en movimiento colectivo. Quiero decir, si sólo se limita al terreno de lo público, si esa r-evolución indignada no nos hace ver la necesidad igualmente urgente de una revisión y de un cambio personal imprescindible de valores privados si queremos que las cosas cambien de verdad en este mundo.

Hay preguntas de examen que deberíamos proponernos cada día para ir revisando nuestro avance personal, teniendo en cuenta que el verdadero cambio se produce, no porque una multitud enfurecida exija sus derechos, sino porque la mayoría de los miembros de esa multitud tienen un camino interno de crecimiento, de conciencia, de inteligencia y de amor. Sí, de amor. Que no es el de las películas y telenovelas. Sino el amor que mantiene la vida sobre la tierra y el orden de las cosas que se traduce en solidaridad, en compasión (que no es "lástima", sino inteligencia empática. Viene del latín com-patere, que significa compartir profundamente lo que duele, lo que se sufre y también del griego synpathós, sufrir con, que nosotros hemos heredado morfológicamente como simpatía, cercanía, caerse bien uno al otro, afinidad) Un amor que crea de la nada, que produce ideas, que las ofrece y las comparte, que las mejora y las enriquece, no sólo con dinero, sino con la calidad de vida que permite disfrutar la existencia mejorando las existencias de todos.
Ahora reflexionemos un poco más profundamente y preguntémonos cómo anda nuestra calidad de vida interna, particular, que es el sustento de la otra manifestación colectiva. ¿Cómo están nuestros sentimientos que son el combustible que pone en marcha nuestro tren diario? ¿Qué puedo aportar para mejorar algo, si mi mundo personal está bloqueado, irritado, hundido en el malhumor y en la frustración, si en vez de ver problemas y posibles soluciones sólo veo personas odiosas que impiden mi camino? ¿Qué ideas negras me poseen y me manejan, qué emociones descontroladas me impulsan a autocastigarme, a no quererme ni a querer a nadie de verdad? ¿qué malos humores sin motivo real me agrían el carácter y me separan del bienestar interno?
Ya es hora de que observemos la repercusión que nuestros estados de ánimo tienen en nuestro entorno. Y comprendamos que la única y verdadera libertad es interior. Es la capacidad lúcida de asumir la realidad propia para poder orientarla serenamente, felizmente. No podemos muchas veces evitar un situación desagradable y bloqueante, pero sí tenemos el poder de no dejarnos aplastar por ella y para eso necesitamos crecer por dentro, estar despiertos, controlar la energía de nuestra mente y de nuestras emociones, que se condensan en el sentimiento. El sentimiento es el sentido vital aceptado y comprendido, la sustancia racional emotiva de nuestra vida. Pero tropezamos con que dentro de nosotros hay resistencias imprevistas que desde una oscuridad indetectable, se convierten en obstáculos para la comprensión, que se unen al problema externo con la misma acción bloqueante. Esas resistencias son esquemas viejos, heredados por genética y reforzados por la educación, la costumbre de las inercias y por el medio ambiente. Son clichés o chips, que filtran y condicionan la percepción de la realidad. La deforman. Y nos privan del equilibrio y por ello, de reconocer la verdadera magnitud de las cosas y de encontrar las soluciones nuevas a los problemas viejos.

Necesitamos un camino interno para poder asumir los caminos externos. Un laboratorio interior que produzca la medicina, las vitaminas y la nutrición que nos sanan y nos mantienen en medio del mundo. El camino de la autoconsciencia, de la toma de contacto responsable con nosotros mismos, con los demás y con la vida. Con el medio y con el sentido de nuestras acciones.
Hay varios modos de autoconectarse con el generador interno. Es muy sencillo hacerlo. Lo primero que necesitamos es la noticia de que "ese" centro existe. Que no somos solamente un paquete de reacciones mecánicas, sino que todo lo que sucede en nosotros y en nuestro entorno, está conectado por sí mismo, pero somos nosotros los que tenemos que descubrirlo. Nadie puede hacerlo en nuestro lugar, como nadie puede respirar o comer por nosotros. Es un fallo de las religiones y de las sectas esotéricas, por ejemplo, ofrecer "la salvación" por el sólo hecho de creer en una idea y practicar unos ritos mentales y corporales mágicos con la sola idea inducida de perfeccionarse a sí mismos, sin una visión trascendente de la función evolutiva. O sea, para tener una vida cómoda, abundante y placentera. Como animales de lujo. Muy ceremoniosos y devotos, pero, sólo animales refinados. Que cuidan de su manada y se asocian para protegerse. Con crueldad refinada, maldad con sordina, voracidad minimalista pero intensa y avaricia acumulativa del territorio, de los recursos y del poder del más fuerte.
Sin embargo la "salvación" o la redención, es el despertar de las zonas más conscientes, inteligentes y elevadas de nuestra esencia humana intelectiva y amorosa. Lo que por fin nos convierte en seres humanos autónomos y verdaderamente libres de la animalidad automática y sus reacciones como el miedo, la ira, la lujuria posesiva, la venganza, la envidia, la pereza o la soberbia. No se trata de eliminar la pasión, el entusiasmo por la vida, que es fuego del espíritu sin el cual no viviríamos ni un minuto, sino de conocer y modificar las pasiones inferiores, que crecen como las hierbas venenosas o inútiles al pie de un gran árbol, que creemos tan connaturales en nosotros y que en cambio nos impiden avanzar y crecer. Son cadenas que nos atan a la roca de Prometeo, el héroe bien intencionado pero sin recursos. Es igual que la mala medicina que ahora nos "cuida", pero no nos sana, sino que nos receta fármacos y tratamientos con efectos secundarios, o sea, que nos cura el síntoma y nos enferma, debilita e intoxica el sistema orgánico. Necesitamos la pasión por la vida superior. Esa pasión no sólo no desgasta ni defrauda, sino que eleva, abre la mente y depura ideas y emociones, genera sentimientos creativos y bellísimos.

Ahora, que ya tenemos la noticia que nos conecta, observemos nuestra reacción interna al leer su manifiesto. ¿Qué nos está produciendo la lectura de este texto? Fijémonos en el estado que tenemos mientras leemos: ¿Incomodidad? ¿Incredulidad? ¿Molestia? ¿Ganas de cerrar la página y pensar en otra cosa? ¿Enfado e irritación? ¿Un montón de argumentos científicos en contra? ¿O por el contrario, paz, cierto optimismo, aorpresa, extrañeza, o bien cierta identificación porque sentimos que esto ya lo "sabíamos" pero no lo podíamos reconocer porque nunca nos hemos parado a mirarlo desde dentro o acaso nos faltaba un código para descifrarlo?
Ya hemos practicado un primer ejercicio básico para asumir la noticia de la autoliberación. Para detectar los clichés que tenemos adheridos a la mente, a la emoción y a la inercia. A la rutina de la falsa seguridad que produce no estar seguros de nada, pero que es la única certeza que tenemos. Es el primer paso de la honestidad racional e inteligente. A partir de aquí, ya ha comenzado un cambio sutil e importantísimo en nuestra energía vital, hemos empezado a vibrar más alto, a salir del agujero mecánico que tanto nos desespera porque dentro de él nada cambia nunca, no hay salida, es un circuito cerrado y enrarecido. Mortal de necesidad porque es estéril y nos cierra las salidas.
Un paso más: comparar el estado inicial que teníamos al comienzo de la lectura y el que tenemos en este momento. Cómo estábamos al inicio del texto y cómo nos sentimos ahora. Tomamos conciencia, la respiramos varias veces profundamente haciendo que el aire llegue al estómago y al vientre, llenamos la caja torácica y soltamos la respiración con suave intensidad, como liberando la fuerza interna y dejándola en el aire mismo. No juzgamos nada. No nos acusamos de nada. No hay culpas de nadie. No hay "perfecciones" ni niveles que conseguir. Sólo hay un espacio interior que se ensancha y unas ondas de sensaciones sin ideas que se mueven en nosotros. Y "algo" en nosotros mismos observa, como desde fuera, este proceso.

Por hoy, creo que ya tenemos bastante. Si conseguimos repetir este ejercicio con cualquier texto o visualización o situación que vivamos, como una alegría, un dolor, un imprevisto, una preocupación, un proyecto, un problema, veremos mucho más de lo que habitualmente vemos. Y empezaremos a experimentar nuestro ser, a conocer aspectos hasta ahora ocultos de nuestra personalidad, de nuestro carácter, de nuestro temperamento y mucho más rápido de lo que imaginamos estaremos insertos en la corriente universal de la salvación real. Y no sólo propia, sino solidaria también. Porque en el rescate humano, nada ni nadie está aislado si no se lo propone y se encripta y voluntariamente se encierra y se muere por dentro, que es mucho peor que morir físicamente.

Para que el movimiento transformador del mundo crezca y no se apague, necesitamos, imprescindiblemente, cambiar como individuos. Renacer. Liberarnos de las ataduras absurdas, recuperar la salud interna, eliminar violencia, mentira, crueldad, inconsciencia, corrupción mental, de los deseos, de las justificaciones y de los miedos. Aprender a mirarnos de frente y a aceptar lo que somos, para poder cambiarlo a mejor y madurar, no por narcisismo perfeccionista ni elitista, infantilón, sino por amor e inteligencia. Por el bien común.


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