viernes, 30 de diciembre de 2011

"Velad y orad"

Quizás, o seguramente, el hecho de que la mentalidad meapilas y el poder religioso se hayan apoderado de y distorsionado el mensaje de Jesucristo nos ha impedido, por rebote muy natural ante las interferencias e interpretaciones absurdísimas y reductivas, acceder al verdadero significado de ese legado fundamentalmente tan humano como profundo.

Cuando Jesús recomienda "velar y orar", significa mucho más y distinto a mantenerse despiertos a base de cafés y rezar rosarios o jaculatorias en ristra. Evidentemente no es ese el sentido, sino una traducción descodificada miserable de una enseñanza sublime, no por lo desencarnada y "aleluya cumbayá", sino por lo útil y aplicable en nuestra vida.

Velar, significa estar atentos y auscultar nuestro estado interior. Hacernos sensibles a todo lo que entra en nosotros y a los cambios que se producen en nuestros humores y pensamientos. Por ejemplo: se está hecho polvo. Triste, cansado, melancólico y agotado mentalmente. No se consigue dormir y descansar de verdad. Se enferma con facilidad, por cualquier cosa. Padecimientos y enfermedades raras, "nuevas", dicen los médicos, que al parecer salen de la nada y se reproducen por arte de birli-birloque. Le colocan un diagnóstico envolvente y difuminado: eso es estrés o fatiga crónica. Ya está.
Y sin embargo la actitud humana no se pregunta nada a sí misma ni sobre sí misma, se deja llevar, informar y tratar pasivamente por un sistema que aunque conoce y estudia teorías, síntomas y galénicas, desconoce el fondo de las formas. La sustancia. Eso es lo que separa al erudito del sabio. Al beatorro, del santo. Al artesano, del artista. Al poeta, del palabrero. Al farsante pseudoespiritual, del místico, del amante universal. Al charlatán epistemológico o escatológico, del ser realizado o en vías de realización. A la complicación inútil de la bienaventurada sencillez.

Velando desde dentro descubriremos lo que necesitamos saber sobre nosotros y nuestros altibajos. Qué elementos nos distorsionan, nos contaminan e intoxican. Qué actitudes nos fortalecen o nos hunden en la miseria. Dónde tenemos los puntos más vulnerables y cómo los pensamientos negativos y las emociones vacías de contenido, pero muy potentes en sus golpes anímicos, modifican el contenido energético del protoplasma celular y la carga energética de nuestros átomos. Algo que también consiguen modificar los resultados de lo que hacemos, además de estimular y crear corrientes magnéticas de retorno. Es decir, que todo lo que hacemos a los otros, "regresa"contra o a favor de nosotros mismos. Por eso realmente cuando aprendemos el arte de la autovigilancia, nos vacunamos íntimamente contra todas las posibles "maldades" made up your self. Y observando en la práctica, como resultado directo, que nadie ni nada puede dañar de verdad nuestro ser si nosotros "velamos y oramos". Sí, oramos. No hay que asustarse del concepto, porque tampoco orar es lo que nos han dicho durante siglos. Orar no es recitar ideas y palabras al oído vanidoso y prepotente de cualquier divinidad, cuyo narcisismo sería mucho peor que el humano, incentivado y aumentado por la capacidad de ser omnipotente y , para más inri, eterno. ¡Qué horror!
O sea dioses de pacotilla, que sólo serían, si existiesen para desgracia nuestra, la prolongación sublimada de nuestras peores inclinaciones hiperególatras. No puede haber un dios "celoso" ni vengativo ni castigador, ni invasor, ni soberbio y exigente de culto, sacrificios, templos y altares. Que sólo quiere ver arrodillados a sus fieles a sus pies, para sentirse poderoso y por encima de todos. O sea un dios desgraciado, más solo que la un, al que nadie puede amar, sino temer, envidiar y admirar, al que hay que comprarle los favores, la salud y la vida, que él concede a capricho y según esté su humor, un dios ridículo, aislado en su orgullo pseudo divino, en la adoración a sí mismo hasta hacer clones propios en su creación...por favor, que espanto de elemento.
Esa idea kakoantropomórfica de lo "divino" es lo que tanto Buda como Jesús de Nazareth vinieron a quitar del acervo de la experiencia humana. Y desde luego que lleva su tiempo y sus milenios, pero también es verdad que esa enseñanza no es en vano. Es una semilla que crece lenta, aparentemente, porque es muy hondo su calado y oleadas de seres en evolución van sustituyendo a las oleadas evolucionadas que ascienden a estados más avanzados dentro de la misma totalidad del Uno. La tierra es como un parvulario. Elemental. Por eso parece que aquí nada cambia y es cierto a medias. Nada cambia en el colegio, sigue el mismo edificio, las mismas instalaciones, los mismos patios y aulas, pero los alumnos sí cambian de curso. Aunque bastantes repiten, pero eso es necesario también hasta que la esencia se transmuta, se aligera y se eleva. Como el sólido da paso al líquido y el líquido al gaseoso, cuando le aplicamos el calor, que en el caso humano, es el amor unido a la inteligencia consciente.

La reencarnación desde la conciencia ilimitada es siempre voluntaria. En este planeta se reencarna fundamentalmente por dos motivos: para solucionar aprendizajes pendientes o para servir a la evolución de los más retrasados. Los primeros son los que más sufren, los más bloqueados, porque son a los que más les cuesta recordar y muchas veces no lo consiguen y necesitan más encarnaciones para integrar su esencia divina y humana. Los segundos son los que presentan menos dificultades para el "recuerdo", pueden conectar con más facilidad con estados de iluminación y de conocimiento digamos que infuso, porque al haberse trabajo en otras existencias esos canales ya existen y se despiertan y se recuperan al revivir las situaciones difíciles o venturosas. Sin embargo los riesgos y dificultades son los mismos para todos. No hay privilegios. De modo que nadie está a salvo si no trabaja y un ser muy avanzado, si se abandona o se deja seducir por lo aparente, retrocede en su camino y pierde parte de su aprendizaje evolutivo. El mundo es indiferente a las cualidades de los seres humanos, no favorece a nadie, pero sin embargo esas cualidades aceptadas y recuperadas en el mismo devenir, son las que hacen posible la comprensión y la superación de las pruebas naturales de la existencia en este nivel. De ese modo podremos observar que pequeñas contrariedades para personas poco evolucionadas, son un Himalaya insuperable y que grandes dramas para un despierto son menos traumáticos de lo "normal". Todo depende de la actitud y del "recuerdo" que permanece grabado en la conciencia. Es un "saber" sin saber que guía, acompaña y protege desde dentro y posibilita el trabajo de servicio silencioso que se ha venido a realizar. No ya con idea de perfeccionarse uno mismo, sino con la vocación de que despierten y mejoren los demás y si superan al servidor, la alegría de éste será aún más grande. Como sucede cuando un alumno supera en todo al maestro que le enseñó a leer y a escribir. ¿No se sentirá infinitamente gozoso ese servidor que hizo de guía al principio? ¿A caso los padres no se sienten inmensamente felices cuando sus hijos resultan más brillantes, inteligentes, completos y hermosos que ellos? Así funciona la escala evolutiva desde el amor. Donde ya no hay rivalidad ni celos ni envidia ni comparaciones, sino una disposición madura, adulta, generosa, libre y sana. Gozosa y feliz. Cuando el desarrollo ético, intelectual, espiritual, humano, alcanza la altura suficiente, sólo hay motivos para la alegría porque cuanto más se extienda la calidad y más limitada, arnónica e integrada esté la función del ego, el estado de toda la especie mejora por ósmosis, contagio e inspiración.

Toda esta explicación viene a cuento de lo que significa "orar" de verdad. Es el resultado de "velar". Primero se descubre qué pasa y luego se desarrolla lo que hay que hacer, eso es la oración, hasta gramaticalmente es así. Hacer. Comunicar. Poner en contacto. Ordenar en "sintaxis", en una coordinación concordante entre lo que se observa y se descubre y su aplicación práctica e íntima a la vez. La oración no es un rezo, sino una toma de conciencia activa. Por ejemplo, en el caso de nuestro interior agredido por estados de ánimo alterados, desagradables, negativos, ¿cuál sería la oración adecuada a un estado negativo y debilitador? Cambiar de frecuencia. De sintonía. Si los pensamientos que me producen estados de precariedad, de necesidad, de angustia, de tristeza, me están agobiando, debilitando y enfermando, es porque estoy en la sintonía de onda que los permite, los acoge y les da forma. Por eso "oro" cambiando y reordenando mi microcosmos para ponerme en la onda magnética del macrocosmos, o del Origen de todo lo que me permite este experimento existencial. Del Padre/Madre energético, elan vital, - no un "señor" de barba blanca con un triánguolo y un ojo policiaco y juzgador dentro- de cuya genética cósmica participo plenamente. Y cuando "oro" actúo y cambio de perspectiva, de punto de vista. Y en vez de sentirme víctima del destino, lo modifico. Y en vez de obedecer prejuicios e inercias, creencias de otros y "sabidurías" acomodaticias, creo algo nuevo, modificante y distinto de aquello que me ha perjudicado, justo, porque no estaba en la órbita del crecimiento real, sino en la de las interferencias y estorbos. Cuanto más "velo y oro", más comprendo, más canales de conciencia se abren en mí. Y una calidad de vida completamente distinta se va afirmando en mí y en mi entorno, que también se modifica conmigo, aunque no lo parezca a simple vista. Tampoco vemos a simple vista como echan raíces las semillas y crecen dentro de la tierra las bases de un árbol que un día nos sorprenderá asomando el tronco y las ramas, humildemente, vulnerable y tímido, hasta hacerse gigante, frondoso y sólido con el tiempo y el cuidado de la naturaleza y de la luz. Y de la tierra -cómo no- que le nutre con los principios de "vigilia y oración" naturales en su funcionamiento y en su orden perfecto.

Feliz año nuevo cada día de cada año que vivimos y compartimos aquí, en el imperio del tiempo y del espacio. En el cole que llamamos Planeta Tierra.

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