domingo, 11 de diciembre de 2011

Un tapón de sal en el agujero del Titanic

Europa se despierta hoy más relajada. Al menos eso parece y ya veremos por cuanto tiempo. Después de meses de locura, de desajuste, de dispersión, pánico y descontrol, estos 26 países amontonados, que no unidos, por la especulación y el miedo, se dan un respiro a gusto del tea party mundial, pierden la baza de la democracia, recortan el estado de bien común para aumentar el de sometimiento comunitario al más fuerte, al más duro y al más rígido. Se entra de plano en la resurrección del esclavismo social. Y en este golpe de estado europeo, casi todos aplauden, todos se sienten reconfortados. Todos, hasta Inglaterra en su rebelde decisión segregacionista.
No entiendo de política. Ni de economía. Gracias a Dios. Quizás esa circunstancia me ayuda a ver desde fuera el panorama al no estar atada desde la ideología ni el interés económico. Sólo me siento implicada desde mi condición de ser humano libre y autónomo. Y sigo viendo un desastre social y humanitario, a pesar del remiendo bancario-político que la desesperación quiere convertir en el bálsamo de Fierabrás.
Europa y el mundo están en un vértice peligrosísimo y parece que ni los banqueros ni los políticos, ni la mayoría de fuerzas sociales, a excepción de los movimientos indignados, comprendan la extraordinaria y dramática complejidad de este tiempo y de esta circunstancia gestada desde hace siglos que está llevando al Planeta a un punto de no retorno con la resignada aceptación de las "mentes pensantes" e incrédulas. Es la misma actitud que tienen los conductores imprudentes: nunca piensan que les va a tocar a ellos. Los accidentes siempre son cosa de otros. Hasta que les sucede lo peor.

Me preocupa muchísimo que en medio de un naufragio terrible, en este Titanic europeo los cocineros estén dilucidando todavía como van a aderezar la ensalada o a preparar el souflé de mañana, y los entretenedores de salón, se dediquen a organizar el último sarao de honor, mientras los trabajadores en la sala de máquinas se están ahogando con el agua hasta el cuello. Las calderas no funcionan, ya inundadas y los tripulantes más despiertos tratan de tirar por la borda los pesos, de lanzar al agua botes y lanchas salvavidas con los pasajeros que piden socorro a gritos por las cubiertas. Pero en el puente de mando, los cocineros y los maestros de ceremonias, han convencido al capitán y al contramaestre para que colaboren en la planificación de los eventos de la distracción. No quieren admitir el hundimiento. No se lo creen. Lo mismo que los conductores que cada fin de semana aumentan el número de muertes por accidente en carretera por imprudencia y exceso de velocidad o por equivocarse de carril. O sea, por ir a velocidad inadecuada, aplicando velocidad de autopista en carreteras comarcales o al revés, por ir a 30 km por hora y adelantando por el arcén en una autopista. Por adelantar sin visibilidad y sin respetar señal alguna. Este es el panorama que vemos los que podemos mirar desde fuera el mundo ilusorio del eurosistema.

Reducir el problema sólo a la liquidez que permita seguir la carrera hacia el precipicio y resolverla de momento con cuatro acuerdos entre bunkers y hacer que este falso wonderland parezca el de siempre, es una chapuza de muy corta validez. Tratar sólo de dineros, exprimir la prosperidad material arruinando a los que sostienen la base del wonderful fashion es un suicidio a no tan largo plazo como imaginan las cabezas pensantes (¡?) Europa como gran locomotora del progreso mundial necesita otro combustible más potente que el dinero. Necesita ideas nuevas y generosas. Creatividad y elasticidad sin prejuicios. Apertura y valor, humildad y escucha para establecer otro sistema, otras normas, no cerrazón y miedo, ni autoritarismos dictatoriales que se confunde con falsa prudencia. No enfentamientos ni una reproducción de la lucha de clases, que es lo que sucederá, porque el homo habilis y tan poco sapiens, herido y sin educar por dentro se vuelve masa violenta cuando le privan de sus derechos fundamentales y le exigen deberes hipertrofiados que los jerarcas no son capaces de aplicarse a sí mismos.
Es el tiempo idóneo para demostrarnos que hemos crecido, madurado como ciudadanos y progresado de verdad, que ya ha pasado el tiempo en que tener cosas y adquirir comodidades y poderes era la única meta y el único interés. Que la crisis nos está demostrando que se puede y se debe aprender a vivir de otro modo y que mientras en Durban, como en Kioto, como en tantas inútiles demostraciones de inconsciencia, nunca se avanza en las esferas de las potencias políticas, la conciencia de individual de los habitantes del planeta sí se está despertando y se asocia y se ayuda y emprende otras formas de entendimiento y supervivencia que no discriminan, que no temen y que no están dispuestas a quedarse sin futuro porque las pirañas del poder lo han decidido empeñadas en que todo parezca que cambie para que todo siga igual.

Estos apaños eurointeresados y tan poco interesantes entre banqueros y chamanes tecnócratas ya no convencen a nadie, más que nada porque proceden del mismo origen de-formativo y no ven más allá, y son un tratamiento tan ridículo como darle aspirinas a un enfermo terminal. Si no se habla de fondos de solidaridad y creación de empleo en el Continente, de inversión en nuevas propuestas como energías alternativas y renovables, comercio justo con el tercer mundo, reducción del parque automovilístico, integración de inmigrantes, promoción de un sistema de microcréditos pagables al ritmo de la capacidad adquisitiva del usuario, de interés creciente en la medida en que el proyecto avance, aprovechamiento del parque de viviendas inutilizadas y acumuladas por los embargos de la banca transformando el concepto"hipoteca" por alquiler con derecho a compra, incentivar la cultura de la transición hacia el cambio de combustibles y de consumo mucho más racional, con la creación de nuevas opciones laborales, con el regreso a la agricultura cada vez más biodinámica, con la capacitación de la permacultura y sus posibilidades, plantas de reciclaje, etc. La negociación y el acuerdo social en vez de la imposición antidemocrática. La igualdad ciudadana en los sacrificios, que los impuestos a los grandes capitales sirvan para mejorar las condiciones de vida de los que no llegan al mínimo para poder vivir, mientras se van creando más formas sencillas y ecológicas de ganar el sustento. Un sistema fiscal honrado y responsable que no premie la evasión y la acumulación y que no castigue la honradez de quienes declaran y pagan lo justo. Más que una reducción de la imprtancia del Estado, una reconversión del Estado en cooperación ciudadana que delega temporalmente en gestores por medio de las urnas. Un estilo menos pomposo y más próximo de vida y relaciones entre las instituciones y los ciudadanos, que no aísle a los gestores del resto de la población hasta convertirles en marcianos subvencionados por los impuestos, que estimule la simplificación, que acabe con los coches oficiales, las escoltas de seguridad, la inmunidad parlametaria y las pensiones de lujo vitalicias por haber sido políticos o banqueros, que exija el control del gasto público con una escrupulosidad legislada y controlada por un cuerpo jurídico de cuentas. Una sociedad con separación de poderes, que garantice la imparcialidad y la autonomía de las decisiones judiciales en caso de conflicto.

En fin, si todo esto ni se toca, ni se habla ni se propone en Europa, de nada servirán los parches momentáneos colocados en un tejido tan débil que no los resistirá. Hacer política sin el pueblo y contra el pueblo que debe sostener a quienes la hacen y la piensan, ya no es absolutismo ni despotismo ilustrado, sino además de un disparate, un suicidio social, político, económico, cultural y humano. Es intentar poner un tapón de sal gigante en el agujero irremediable del Titanic sistem.

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