sábado, 24 de diciembre de 2011

Píldora navideña

Los "jóvenes" que ahora pasamos de sesenta no hemos olvidado aquella consigna antigua, del 68, "la imaginación al poder!". Y ahora, con los años, algunos de nosotros vamos comprobando la realidad profética que acompañaba aquel grito reivindicativo de otro modo de vivir. El mensaje oculto que transportaban a través del tiempo esas palabras aparentemente rebeldes, pero profundamente sabias.
¿En qué se diferencian un místico, un artista verdadero o un poeta auténtico de los demás artesanos de la existencia? En que han encontrado el modo de elevarse por el poder de la imaginación hasta sublimarla y usarla como canal que les conecta con planos mucho más sutiles y universales. Con la divinidad que todos llevamos dentro sin saberlo. Nuestra generación también se enredó en los efectos más burdos y elementales, más cómodos y adquiribles con dinero, curiosidad superficial, prisa y pereza; se enganchó a las drogas, pero los supervivientes, han alcanzado otras dimensiones mucho más gratificantes y saludables. Han descubierto la unidad cuántica que siempre se había llamado "espíritu", Tao o Dios.
Y la clave no es otra que el uso santo de la imaginación creadora ( y cuando digo, "santo", no me refiero a nada religioso ni a culto alguno, sino a lo sutilmente excelente, sublime e ilimitado)

Aterrizando un poco el lenguaje y entrando en el día a día, observamos que con frecuencia se produce desaliento al comprobar el mundo desastroso a nuestro alrededor. La tentación infantil es la queja, el lamento y la impotencia. La mala uva. El escepticismo. O la rebelión por la rebelión. Sin más. No entendemos la unidad de todo. Por eso ese desaliento también nos hace apáticos hacia nuestro crecimiento personal desde dentro. Y es un callejón sin salida. Nuestro desaliento nos hace ver los peor de nosotros mismos, nos ensombrece, nos hace torpes y débiles. Más cada día. Nuestros defectos y los del mundo, "casualmente" son los mismos. Si supiésemos que todo ello es el resultado de una evolución deficiente, que arrastramos y que podemos corregir ahora, mejorando personalmente en primer lugar, las cosas serían muy distintas. Y si además descubriésemos que la imaginación es una herramienta infalible en esa tarea, seguramente estaríamos en un estado infinitamente mejor y más evolucionado. Más feliz.
El futuro que deseemos mañana, será el resultado de lo que pensemos y hagamos hoy. De modo que ¿qué tal si para empezar agarramos nuestra imaginación y empezamos a aprender a contemplar por dentro el ser que deseamos como forma de vida? Si quiero estar sana, tengo que pensarme a mí misma como tal, sabiendo tal vez que debo sanar muchas cosas, pero que si trabajo en ese sentido, mejoraré de todos modos. Si quiero tener trabajo, empezaré a visualizarme en esa función que deseo, a dar forma mental a lo que quiero obtener. Y así se avanza. Pero...si queremos el verdadero éxito, no nos conformemos con visualizar lo limitado. Comencemos a dar forma a nuestra esencia profunda, a representarla en todo su esplendor. A decirnos cada mañana, "Voy a construir y a reconstruir lo mejor de mí". Y cada día incansablemente, con perseverancia e ilusión, comencemos la jornada con ese impulso, tomando todos los elementos y tesoros internos que nos han sido dados por la sabiduría divina de la evolución: el pensamiento, el deseo, la emoción, el sentimiento, la creatividad, la imaginación y demos forma a lo que esperamos obtener en nosotros. Mirémonos desde dentro llenos de luz, de irisaciones vivas y llenas de energía, imaginémonos expandidos por el mundo ayudando a las mejores causas, a cada ser vivo que necesite ayuda, a cada zona del Planeta que soporta la devastación. Resistiendo al desánimo y las frustraciones. atravesando campos electromagnéticos alterados que podemos armonizar en ese estado radiante de divinidad. Con trabajo y persistencia, esas "imaginaciones" nos van transformando por dentro y por fuera. Suavizan nuestro temperamento, nos elevan y nos facilitan el acceso a las virtudes que nos faltan, a los valores que tanto echamos de menos en nuestro alrededor pero de los que también nosotros carecemos hasta que ese trabajo de construcción y rehabilitación se empieza a hacer una práctica diaria y constante. Ese trabajo tiene otra propiedad magnética: atrae hacia nosotros lo afín. El universo nos envía constantemente inspiración, personas, lecturas, situaciones y ocasiones, para acrecentar ese estado irreversible en la medida en que somos transformados por él.
Naturalmente hay una condición sine qua non. La paciencia. Y un ingrediente hipernecesario, el silencio interior lleno de paz, que se va produciendo en la medida en que avanza el proceso. Vereis que la humildad es el perfume de esa conexión. Que no necesitais ni el apego, ni el control sobre los otros, ni el miedo como protección, ni la ira como arma, ni la soberbia como afirmación del ego. Empezareis un buen día a comprobar que os envuelve algo que no habeis imaginado, que ya excede vuestro trabajo recreador, es una esencia energética, una entidad viva que os protege, os instruye, os cura, os ilumina, y en los casos más difíciles está en vosotros con una seguridad y una fuerza inimaginables. Poco a poco, si perseverais en esa contemplación interior que os conecta con ese descubrimiento, ireis sintiendo y comprobando que esa entidad sublime va pasando del plano sutil al plano material. Vuestro cuerpo físico también se "contagiará" de su esencia. Y vuestro entorno mejorará en cuanto esteis presentes, sea en lo físico como en lo "imaginado".

Esta es mi felicitación de Navidad. Una invitación a la esperanza y al futuro, si ponemos a trabajar nuestra imaginación para que llegue al poder verdadero. El poder sobre las propias debilidades, sobre las manías y tics heredados y acogidos como "normalidad", pero que en el fondo son los obstáculos peores que hay, porque están ocultos en nuestra naturaleza elemental y los hemos aceptado como imperativos justificados por la genética, por la cultura y la costumbre en que hemos nacido, e incluso, "virtuosos" y buenos o convenientes para vivir, si nos facilitan bienes materiales. Olvidando que nos convertimos en aquello que valoramos y contemplamos. Cuanto más bajo, primitivo, marrullero o hipócrita es nuestro objeto de contemplación, así nos nosotros asumimos su esencia y nos degradamos. Lo mismo ocurre al contrario. Cuando más elevado, sano, hermoso y sabio es lo contemplado, así mejoramos nosotros a imagen y semejanza de tal modelo arquetípico.

Que seais felices, porque los felices sólo pueden ser buenos. Y viceversa!

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