viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Qué será antes el huevo de la paternidad responsable o la gallina de la educación?

Leo al siempre lúcido Odifreddi. Un dilema tremendo. Una adolescente embarazada de un albanés inmigrante está siendo obligada por sus padres a optar por un aborto que ella no desea. Quizás porque ama al extranjero inmundo y ya ama también a esa chispita de vida que han engendrado entre los dos. Es un problema salomónico, desde luego. De acuerdo en que esa muchacha es muy joven para afrontar la maternidad. Pero al querer que su hijo nazca está demostrando que no es tan inmadura como pudiera parecer. Tiene sentido de la responsabilidad y algún valor más allá del miedo y de la comodidad. Más bien se diría que la chica es más responsable que sus padres, ya que está dispuesta a afrontar el resultado de lo que ha elegido. Mientras que sus padres no son capaces de hacer lo mismo
Si la muchacha siendo adolescente y seguramente en edad de estudiar y formarse, no ha sido educada en la familia ni orientada sexualmente a la hora de tomar precauciones, los padres deberían mirar la cuota de responsabilidad que les corresponde y el respeto que deben tener por la decisión de esa hija a la que no han sabido ayudar antes del embarazo indeseable. Por muy adolescente e inmadura que sea, no se puede entrar en su intimidad como una manada de bisontes. Esa chica ama a alguien y quiere tener ese hijo. Y está dispuesta a tenerlo y a responsabilizarse de él. Creo que ahí ni la ley ni la familia ni la comodidad pueden ni deben interferir, sólo ayudar a que esa adolescente alcance su madurez a través de su elección, en la que también ha influído el tipo de educación y de valores que ha recibido. Luego, también hay una responsabilidad común que afrontar en familia. No se trata de una adulta. Ni de una violación. hay un vínculo de sentimientos profundos que no se pueden deshacer, sino herir y maltratar con la cerrazón y el rechazo.
Sería muy distinto si ese embarazo hubiese sido el resultado de un juego sexual intrascendente y la chica desease liberarse del feto y no mostrase el menor interés por ser madre. Entonces el aborto sería perfecto e incluso un bien recomendable para el futuro nonato. Se evitaría una vida seguramente desgraciada, marginal y concebida sin amor. Y un problema social de desarraigo. Pero se ve que no es el caso. Ella ama y ha concebido con amor. Eso es la garantía primera de la salud psíquica de una concepción. Si el amor ha sido el origen, el resultado es la vida válida y llena de posibilidades. Esa madre luchará y sacará adelante a ese hijo y la familia, el entorno y la ley misma deberían estar de su lado, lo mismo que lo deben estar cuando decide abortar porque no se encuentra en disposición ni con madurez suficiente para llevar adelante la gestación ni la crianza ni la educación del nascituro.
Teniendo en cuenta el origen del padre y la xenofobia de la Italia del Norte, se intuyen motivos "eugenésicos" importantes en la decisión de los padres que seguramente no habrían reaccionado igual si el novio de la chica hubiese sido un joven italiano y del mismo pueblo a ser posible. Pero un albanés, además. Un paria. Qué vergüenza tener semejante nieto ¿verdad?

En lo profundo de este dilema flota una carencia absoluta de lucidez, de sensiblidad personal, ética y social. Nada que ver con el catolicismo cerril que se opone al aborto y disculpa la pedofilia y perdona en el confesionario a los maltratadores inconfesos o confesos, a los violadores de hijas o hijos, sobrinas o sobrinos, a los adúlteros recidivantes, a los padres pésimos e irresponsables, pero que van a misa los domingos y fiestas de guardar. Es que no son albaneses sospechosos que van embarazando novias adolescentes italianas para casarse y adquirir la maravillosa eurocarta de ciudadano mundial de primera clase. El pedigrí. Ahí está seguramente la clave del empeño de esos padres de manga ancha en la educación y de manga de tubo, cuando no les gusta el resultado de sus actividades pedagógicas. Por un momento imaginemos que el padre de ese feto hubiese sido un "papi" a lo Berlusconi. Seguramente la idea del aborto les parecería un crimen. Ese futuro niño, por el contrario, sería como si les hubiese tocado el pleno del tottocalcio o de la loto.
No nos engañemos, ningún sentido común, ninguna ley humana ni divina, puede solucionar ni rellenar con sus preceptos inservibles el agujero negro, inmoral e incívico, inhumano, que la falta de educación y de valores reales lleva milenios excavando en la sociedad que conocemos y sufrimos.
Donde sólo preocupa el dinero, la seguridad, la imagen, el prestigio, el poder, el capricho y la comodidad, a cualquier precio, no hay sitio para el hombre real. Ni para la reflexión. Ni para la coherencia que supera la ley con los sentimientos y la generosidad. Y mucho menos para el amor de una madre adolescente que no quiere abortar cuando el aborto es la solución para el honor(¡?) de la familia.

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