domingo, 9 de octubre de 2011

La pésima educación (?)

Leo que los ingleses reclaman el castigo físico en la escuela para sus criaturas levantiscas e incontrolables. Algo que ya asombró al mundo cuando se descubrió a finales de los 80, que ese tipo de punición se abolía en el UK. Es decir, cuando el mundo, ajeno a la azotainas lectivas de aquel pais, supo que todavía allí lo de dar una somanta a los chiquillos traviesos era una práctica habitual cuando el chiquillo daba motivos o el maestro y los padres creían que los daba.
Son ciclos de crueldad y primitivismo que ruedan en paralelo con los tiempos difíciles en las sociedades consumistas y sin criterio ético ni pedagógico, cuando los trabajos escasean, los sueldos bajan, los estados se quedan sin fondos y la moral pública pierde el buen humor y las ganas de mejorar lo que hay. Cuando el miedo y la pérdida de dirección se apoderan del personal. Es entonces cuando aflora lo peor de cada casa, de cada individuo y de cada sociedad. Si la empresa recorta personal y los padres se quedan en paro, si a los maestros les recortan el sueldo y les hacen trabajar el doble, el horno no está para bollos. Entonces empieza a notarse que el niño molesta, que no estudia, que no atiende en clase y no hace los deberes, que es un broncas en el recreo , que ve demasiada tele y pasa demasiado tiempo con la play matando marcianitos. Es curioso que durante los tiempos de vacas gordas, nadie se fije en el poco caso que hace a sus hijos o a sus alumnos. Todo fluye a gusto del consumidor y si el niño es un borde y un malcriado no se nota mucho, porque ni él tiene tiempo de convivir demasiado en casa (los padres se pasan el día trabajando, yendo a comprar, en el pub, en el café, o cotilleando con los vecinos y viendo la tele, el fútbol y pelis de acción) y el chiquillo parece que no existe, su nurse es la tele, que está en su cuarto, para que padres e hijo se sientan en libertad y no se molesten mutuamente, la relación familiar es mercantil; que el niño necesita un chandal nuevo con marca y unas nike, que ya no le van las que tiene; que el niño quiere una videoconsola nueva porque ésa ya está para el arrastre y no va a ser él, el único que no esté al día. Que por la comunión le vamos a regalar otro ordenador y un teléfono móvil de última generación para que haga fotos y las pueda colgar en internet, como hacen Joe, Santi y Luigi, que en toda Europa se cuecen las mismas habas en todas las cacerolas.
El caso es que todos están entretenidos, mientras el niño se pierde por el camino, pero como no se nota porque está metido en su mundo lleno de cibertrastos e inventos divetidos, nunca pasa nada, hasta que un día, el niño crece, ahorra su sueldo inmerecido,- porque si no trabaja y tiene los gastos cubiertos, con poco dinero podría aprender a controlar su minieconomía y no le hace falta nada más- y se compra un arma y por internet contacta con sectas fanáticas y en cualquier momento, o se transforma en un acosador que maltrata a los más débiles o intenta violar a una chhiquilla, y puede convertirse en un monstruo gestado en la "normalidad"de una familia "normal", que es la primera sorprendida cuando sucede la hecatombe. Si eso era lo habitual en los buenos tiempos en que los castigos no eran necesarios, ahora con el estado de miseria in crescendo, los problemas económicos agobiando e impidiendo que a base de créditos los niños y los padres sigan viviendo en Wonderlandia, la cosa se ha puesto feísima. Los niños se han tirado al monte y han hecho pandillas reivindicadoras de sus antiguos privilegios hipotecados por la crisis mundial. Y los padres ni los maestros ni los Cameron de turno, están de humor para reirles las gracias con el tradicional humour inglés. Así que de ahora en adelante, mano dura. Garrotazo y tente tieso, que si te mueves no sólo no sales en la foto, es que además te vas a tragar la cámara. Y ya está bien de abusos y de niños subidos a la chepa. Ahora vais a saber lo que cuesta traer a casa un salario y que se ha terminado el tiempo feliz para todos.

Y digo yo, antes de ponerse a dar azotainas en los traseros infantiles delante de toda la clase, de humillar a los alumnos más difíciles y someter por el miedo al resto, de descargar contra los niños la frustración de no ser capaces de educarles como a seres humanos y no como a bestias de carga, ¿por qué no se plantean una reeducación de los adultos? ¿por qué no establecer escuelas de padres en los mismos colegios y aprovechando que están desempleados, ofrecerles la posibilidad de que aprovechen un par de horas a la semana para aprender a educar, a resolver conflictos, a comprender y a hacerse comprender por los hijos? Desde luego que al gobierno le saldría mucho más barato ese pequeño esfuerzo de inversión, que mantener a tantos futuros delincuentes en las cárceles del Estado. Que vivir persiguiendo marginales en los disturbios y reponiendo los destrozos, incendios, agresiones y saqueos de unos chavales abandonados a su suerte, olvidados por la sociedad y ninguneados por padres, maestros y gobernantes, mientras los tiempos eran más llevaderos y fáciles, no porque no hubiese problemas sin resolver en la educación y en la convivencia, sino porque todos estaban ocupados en acumular y comprar en el mercado el sucedáneo de la dignidad humana que les falta.

Menos palos, menos hipocresía y más despertar, más crecer, más autocrítica personal y social. Más respeto a la vida y a la persona. Los hijos que se educan con violencia serán violentos por mucha corrección ritual postiza que luego se les enseñe en las formas. No aprendemos por lo que se nos impone a la fuerza violenta, eso sólo domestica, pero no educa. Deforma. Nos educa lo que nos rodea, lo que vemos habitualmente. Y si lo que vemos es malos tratos y crueldad, así seremos de mayores. Fríos de sentimientos y crueles por hábito. Asesinos en serie, en potencia. Sádicos y maltratadores como la cosa más natural. Sólo el amor inteligente tiene la autoridad verdadera para educar con coherencia y al mismo tiempo, sanar nuestras tendencias peores. Sin frustrar el ángel que convive con el animal dentro de cada uno de nosotros, hasta hacer que la bestia se transforme en el ángel. En el hombre verdadero.

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