viernes, 28 de octubre de 2011

Fisionomías o fisionosuyas. ¿Doña Letizia o Doña Ficticia?

Impacta. Y mucho. Una vez más la prensa se esmera y se ensaña de día en día con las imágenes de la princesa consorte ( o con suerte, un poco sui generis, claro). Sorprende y da escalofríos pararse a pensar mientras se contempla la marca del bisturí en los cuerpos humanos. Especialmente, en los femeninos. Y una se empieza a preguntar cosas, con la libertad respetuosa de estar manteniendo con sus impuestos la restauración y el cambio fisionómico de estos personajes que viven del erario público y cobran un pastón (se llevan el 9% del PIB) sólo por exhibirse acompañando y asintiendo sumisamente, mientras se cambian de trajes, de peinados, de caras y de cuerpos con subvención estatal. Of course!

Veamos qué metamorfosis estará sufriendo la personalidad de aquella joven periodista que hace años prometía tanto profesionalmente. Se supone que el príncipe la eligió por sus cualidades y su personalidad brillantes y estupendas. Por sus rasgos físicos particulares que la distinguían de las demás mujeres atractivísimas, nobilísimas, princesísimas y millonarias a tope. Y poco a poco. Retoque va y retoque viene, se encuentra de repente ante una bella, plastificada y estereotipada extraña. Que según parece cada vez más, ha sustituído el enamoramiento de su real marido, por la dedicación pertinaz al culto narciso de su propia imagen.
Si la cara es el espejo del alma, ¿cómo será el alma de esta nueva doña Leticia que cada vez se aleja más del del brick original? Cuerpo y alma son una unidad. El alma es la nota básica ante cuya vibración musical, el cuerpo se modela. El cuerpo es la somatización del alma, refleja en el exterior los contenidos psíquicos del pensamiento y de la emoción, que el alma convierte en sentimiento y sutileza, pero...¿qué pasará en el alma cuando se invierte el proceso y es el cuerpo el que toma el mando, el que decide la dirección del crecimiento y del desarrollo del individuo? Realmente todo está por investigar. El hombre es como un niño curioso que toma los experimentos de la ciencia como un atrevido y osado doctor Frankenstein. Nunca sabe a qué está jugando ni se imagina las consecuencias de sus juegos. Sólo que en vez de jugar con un inofensivo exin castillos o un inocuo barco pirata, está jugando con nucleares, medicamentos venenosos, dineros malabaristas, crisis provocadas, drogas de diseño, publicidad engañosa, guerras y genocidios, armas letales, manipulacion mediática, satélites artificiales y tecnología terrorífica en sus manos ávidas e irreflexivas, en su mente bulímica y en su conciencia inexistente aún, está constantemente poniendo en riesgo su propia vida y el futuro de la humanidad. Su propio equilibrio.

Se supone que la cirugía correctiva se debería utilizar sensatamente, para corregir anomalías que impidan vivir con normalidad y realizar funciones fisiológicas sin traumas ni dolor. Corregir cicatrices, facilitar el movimiento o los procesos corporales necesarios para vivir sana y dignamente. Pero ¿es ético operar repetidamente a un individuo normal que no presenta deformidades ni disfunciones, sólo para aumentar su vanidad, para inflar su ego, para convertirle en un obseso y adicto a los "arreglitos" y dejarle transformado en otro individuo diferente? ¿Tienen en cuenta los cirujanos plásticos y embellecedores (¡!) los posibles daños y desajustes psíquicos y las consecuencias traumáticas que se pueden derivar de esos cambios fisionómicos tan drásticos? ¿quién les asegura que el carácter y la personalidad de los "reformados" hasta no parecer los mismos, seguirán siendo los de antes? Si como es arriba es abajo y como es dentro, así es fuera, ¿qué pasará en Belén Esteban, en Sara Montiel o en Doña Letizia, mientras van alejándose de sí mismas para identificarse con el modelo standard que la cirugía les va imponiendo, seguramente pedido por ellas, pero que tal vez los médicos responsables deberían tratar con más prudencia que eficacia y glamour quirúrgicos?

Los resultados, que para los profesionales del travestismo fisionómico pueden parecer brillantes, para cualquier persona sensata, resultan más bien datos preocupantes, en la medida en que el capricho arbitrario del dinero que todo lo compra indiscriminadamente, se impone al sentido común, a la autoestima verdadera y a la maduración psíquica, mental, emocional y afectiva. Si cada ser humano ha nacido con su impronta única, con su sello personal que se va haciendo carne en la corporalidad que se desarrolla revelando el alma, la sensibilidad y la inteligencia, ¿qué queda de esa impronta cuando el propio cuerpo empieza a tener la nariz de Michelle Pfeifer o los pómulos de Meg Ryan, la boca de Sofía Loren o los glúteos de Naomi Campbell?
Quizá sólo quede un futuro look pachtwork-traumático parecido al de la pobre-rica duquesa de Alba.

¿Y qué queda ya de la liberación de la mujer en ese fantamundo? Quizás nunca se ha acabado de entender que esa liberación no consistía solamente en levantar la veda sexual amparada en los anticonceptivos, en el "permiso" social para divorciarse y para abortar. Ni siquiera se detiene en la equiparación laboral y salarial. Eso sólo es el prólogo de las bagatelas necesarias, que dado el estado precario de la especie en general, todavía resultan fundamentales.
La verdadera liberación de la mujer va paralela a la del hombre, no contra el hombre ni al precio de reducir al hombre a su mínima expresión. Sino a evolucionar ayudándose ambos a crecer hacia los mismos niveles conscientes, responsables y solidarios. Olvidando los guiones repetitivos del "macho y la hembra", para ajustarse a la condición de hombre y mujer. La liberación de la mujer comprende también superar los tabúes sociales que predestinan al género femenino a estar "guapísimo" y a dar la talla por obligación, a rechazar cualquier imperfección física o de carácter que pueda deslucir una imagen que se valora por encima del propio ser, al que eclipsa en su mundo de apariencias. Por mucha liberación legal que la mujer consiga si no se libera psíquica y emocionalmente de la ancestralidad narcisa y esclava a la vez, marrullera y "seductora", de la"moda" como cultura, no habrá conseguido nada relevante más allá del derecho animal a ser lo más peripuesto, postizo y artificial del rebaño. Como un peluquín de nylon para tapar la calva del marido o un maquillaje perenne para ocultarse a sí misma de su visión real. Rehacerse el cuerpo por capricho denota la incapacidad psicológica para aceptarse y respetarse en cada etapa de la vida adulta. Una autoestima lacerante y machacada. A niveles underground. Y por lo tanto, una vanidad patológica, que está encubriendo la fragilidad inestable de un carácter, tal vez obstinado y rígido, pero sin equilibrio ni centro de gravedad interno que lo sostenga frente a los desafíos de la publicidad, las presiones, las corrientes estéticas y las comparaciones siempre injustas. Las medidas cuantitativas de una sociedad depredadora, donde "tanto tienes, o tanto aparentas que tienes, tanto vales". Donde lo que no eres se reduce a la imagen que das. Y lo que eres no lo sabes ni lo puedes enseñar a nadie porque sólo es vivible, irradiable, comunicable y percibible a un nivel que no puede medirse ni meterse en una estadística de "mujeres glamourosas" ni en un reportaje del Hola!

Es cierto que somos libres para hacer de nuestra capa un sayo y de nuestro cuerpo un ensayo. Pero ¿dónde está el código deontológico de los profesionales de la medicina y de los psicólogos que deberían asesorar a estas pacientes del dolor estético? Tal vez el médico debería ser más sabio que negociante, más ético que vivales o tal vez verdaderamente estético siendo plenamente ético. Y ante una solicitud o consulta de cambio de cuerpo caprichoso, remitir a la paciente a un buen analista y a un reeducador terapeuta. Belleza sin verdad, sin bondad ni inteligencia, sin conexión con el espíritu, sólo produce Barbies de plástico y de alma en estado de schock. Perdidas y sin autoreferencia. Almas locas y desajustadas en cuerpos mutantes por inducción quirúrgica. Y mujeres al borde, no de un misógino ataque de nervios, sino al borde del vacío, del autoninguneo y de la desestructuración ontológica como infra indivíduos en estado de auto dispersión.
Demencial. Con la venia de su alteza.

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