jueves, 6 de octubre de 2011

El nuevo mundo del santo Jobs

Dime a quién lloras y te diré en qué mundo vives. Leyendo y escuchando las noticias, es lo primero que piensas. Frases-bandera, como "ha muerto un hombre que ha cambiado el mundo", "Jobs ha sido una figura del calibre de Einsten o de Newton", me dejan a cuadros. Y me recuerdan momentos emocionales a la altura de Michael Jackson y su horrible final vendido como primicia informativa que encandiló al mundo entero -mientras llenaba y vaciaba bolsillos, respectivamente, de vendedores y compradores de nostalgias inventadas- , gracias al entusiasmo mediático. Un mundo de papanatas acríticos, que desfilan por las calles planetarias poniendo esquelas mortuorias por un desconocido que durante años y con la manzana del engaño edénico en la mano, ha vivido como un marajá, a costa de sacar un pastón cada temporada con un invento nuevo de lo mismo. Añadiendo funciones al mismo aparatejo inicial, que pasaba de enlazar la red, a la foto con música, a los juegos para idiotizar niños adictos y conectar las neuronas con la cochambre tecnológica más alienante que se ha soportado jamás. Pasar del IPod al Iphon o al IPad, era ya una cuestión de valor personal, de categoría metafísica. Y ver a un inmigrante sin techo y sin trabajo con uno de esos artilugios en la mano o en la oreja, olvidando hasta el origen de su destierro, perdido por las avenidas de la trampa occidental, produce escalofríos mientras se desliza cuesta abajo por esa engañosa subida de Escher a las cumbres de la inspiración tecnológica y transustanciadora de la esencia humana en sustancia escurridiza, y virtual,que no virtuosa.
Este nuevo avatar que se ha esfumado en el paréntesis de la muerte, ha traído al mundo el soplo pseudomesiánico del entrenimiento espeluznante, el vaciado de mentes y conciencias en el vacío del fenómeno sin noúmeno posible. La demostración patológica de como en un par de décadas el cerebro humano puede llegar a vaciarse de contenidos y a fundirse en el sancta sanctorum de la nadidad entronizada como argumento vital. La precisión inalámbrica embrollando voluntades, mentes y emociones enlatadas. En el fondo, y tristemente, da la sensación de que el mayor mérito de Jobs, ha sido enriquecerse a costa de inventar diversiones y alienaciones convirtiendo los medios en un fin único. Los medios que justifican el fin porque una vez vaciado el interior del hombre y perdido por el camino cualquier referencia al Valle de los Justos, no queda otra cosa que anidar en el contraprofético Silicon Valley. El valle de la silicona. El fin de la libertad para hacer algo diverso, personal y creativo que no sea un trámite para llenar de pasta los bolsillos del deus ex machina de turno.

Deberían darnos mucho que pensar esas imágenes simbólicas que están llenando las pantallas del mundo desde ayer como tributo mortuorio en el túmulo del glamour post mortem. La manzana de la tentación, la manzana envenenada dedicada Blancanieves-humanidad por la madrastra nigromante y asesina. Si comes de este fruto serás como un dios, pero no podrás escaparte del tecnoveneno que acabará contigo como va terminando con sus inventores. Aparatos, que mientras te "contactan" con un wonderland ficticio que sólo existe porque y cuando te "conectas", catalizan ondas satelitales, que alteran la materia y la naturaleza, la atmósfera y el agua, que debilitan las defensas, que marcan los cuerpos y las almas con sus vibraciones, que desajustan el sistema eléctrico de cerebro y corazón, el ph de las mucosas y la glándulas de secreción interna, el equilibrio rítmico entre los cuerpos mental, emocional y físico. Alteraciones graves de los campos magnéticos que derivan en un mundo de patologías, que a su vez mantiene la dependencia de unos fármacos letales a largo y medio plazo, mientras los Iphon. Ipod y Ipad, -I, Io, Ego puro y duro-, inundan, secuestran e identifican la atención con actualidad y novedades en cascada, sin parar . Esta es la maravillosa receta heredada de los "genios" perdidos para mejores causas y ganados para la producción en masa del despiste letal de los humanos. Estos son los avatares del fin de unos tiempos cada vez más deshilachados y rotos. Con más agujeros negros entrecruzados por el camino. Estos son los mesías en código de barras, crucificados por su ambición sin límites, que consumen sus vidas en crear la nada con la nada, mientras lo que queda de humano se va licuando en el Cuerno de África, en los altiplanos olvidados y en las selvas invadidas de América Latina, en los países bombardeados y deshechos de Oriente y del Magreb, en la dentellada mortal al núcleo de Europa.
Es el colmo de la idiotez creer que el hecho de "cambiar el mundo" sin saber para qué ni hacia donde, sin más destino que llenarse de dineros y caprichos o de dar consejos a los jóvenes desde un podio universitario prestado por la falsa imagen, es la gloria y el triunfo de una vida. A falta de pan real, buenas parecen las tortas virtuales.
Este es el cuerpo de baile de un show de marionetas espeluznante que se divierte celebrando a los que estaban muertos ya antes de morir. A los que deshacen el alma y las almas ajenas, para prepararse los mejores funerales posibles con los dineros de la credulidad y la alienación. Mientras los ciudadanos del planeta, aplauden encantados esta entronización de zombies tecnológicos que intentan hibernar en la cryonización de sus propias fantasías evanescentes, y la nada de los hombres grises de humo avanza con la bendición de todo el país de Babia.
Como en las fábulas de Michael Ende siempre nos quedarán Momo y Atreiu con el talismán de la esperanza pendiente del amor.
Que el pobre y perdido multimillonario Jobs descanse en paz. Si es que la paz encuentra un sitio para quedarse en medio de tanto cibertrasto, claro.

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