domingo, 16 de octubre de 2011

Indignados

Ayer fue una gran prueba de salud pública. Se puso en evidencia la base sanísima y reconciliadora de la indignación ciudadana. Un consenso general y ejemplar con la suficiente raiz ética y práctica para conmover los cimientos del cambio global sin violencia y sin presiones. Un fluído magnético del espíritu que armoniza contrarios sin necesidad de golpes ni de abusos. Ni de mentiras estructurales. Que ilumina el presente para vislumbrar y preparar un futuro muy distinto a lo que ahora se contempla como incertidumbre y caos.

El orden, la serenidad, la armonía y los proyectos ya en estado de realización después de cinco meses de rodaje visible aunque con más de dos años de rodaje invisible, han sido la evidencia de la jornada de ayer, donde España y el mundo entero se reunieron para repasar sus motivos de trabajo serio, de organización global sin combate ni violencia -excepto en Roma, donde parece que van un poco a su aire por las condiciones particulares y de idiosincrasia italiana, siempre un poco al margen del resto de la renovación universal, como nos confesaban ayer mismo algunos participantes de aquel país, que emigraron precisamente por ello-. Quitando esa alteración puntual, el resto del mundo felizmente indignado se decanta por una apertura a lo nuevo sin rupturas traumáticas, a la creatividad y a la realización práctica, ya en marcha , de las utopías imprescindibles para que la vida continúe en el planeta y lo haga en condiciones muy distintas y mucho más racionales y humanas de lo que hasta ahora se ha conocido y soportado.

En estos meses se han desvanecido todas las reticencias de observadores asépticos, políticos asustados, ciudadanos desconcertados y pensadores cenizos, que durante centurias se han aferrado a las tradiciones más conservadoras, disfrazadas de "liberalismo", pero en realidad, viejas y apolilladas como el tradicionalismo más enrocado, como todos los dogmas que han impedido hasta ahora el avance real del hombre hacia su realización como individuo social -ya no como zoon politikón- y solidario. Que está entendiendo la irrompible unidad que existe entre el bien personal y el bien común y su puente más sólido y firme: la conciencia, cuya metáfora biológica es la función del córtex cerebral, uniendo los dos hemisferios del cerebro humano, derecho e izquierdo. Y la distancia con la aberración pseudo"liberal" que pretende el bien personal por encima de todo, junto con la aberración totalitaria que pretendía el bien común sin contar con el bien individual. Capitalismo y comunismo -las dos ideologías representantes de las dos tendencias vitales- se han evidenciado como dos síntomas ya en decadencia absoluta de la misma enfermedad: el egoísmo dogmático e ideológico, eternamente enfrentados. Inservibles, aunque en su momento impulsaron la acción social hacia polos opuestos e irreconciliables. La historia está llena de sus enfrentamientos. Las guerras constantes son la prueba. Las crisis repetidas y la desorientación absoluta son el test que jamás se ha completado con éxito por esa dicotomía envenenada y cíclica. Ya fuera de juego. Hoy en las puertas del cambio imprescindible, se han quedado más allá de la retaguardia. En el Paleolítico de la nueva conciencia global. El sexto continente, aún inexplorado, que ahora es el interior del hombre. El espíritu humano en ascensión. Su cambio profundo, su nueva y mucho más avanzada lectura de la realidad. Otro mundo, pero en éste. La fuente de la vida completa y compartida. Otra sensibilidad que ya no "lucha", sino que realiza.

Es verdad que en el 15M, entre los indignados, hay una mezcla muy grande de procedencias y que desde fuera se pueden banalizar sus verdaderos contenidos. Banalizarlos sería creer que lo que mueve esta indignación es sólo las carencias materiales de trabajo, de dinero, de futuro para los jóvenes o de atención al ciudadano. Eso es sólo el empujón primero para lanzarse al agua del cambio. Lo más importante no son estas manifestaciones hermosísimas, o las acciones reivindicativas puntuales. Lo más importante del movimiento survival de la indignación, es el cambio personal que se está produciendo en todos. Un contagio impresionante que nos ha mezclado en su energía irreversiblemente. Por primera vez en la historia un movimiento de conciencia planetaria noviolenta, ni social, ni político, ni religioso, ni catequético, ni oportunista, ni económico, ni cultural, ni revolucionario ni científico, ni siquiera edeológico, ha reunido a todas las edades, clases sociales, devociones de todo tipo, en una misma sensibilidad, en una idéntica vibración musical, poética, filosófica y mística. Y sin embargo realizable y practiquísima. Sólo hay que asistir a las asambleas repartidas ya en asociaciones de barrio, en las ciudades y en los pueblos pequeñitos, para darse cuenta del significado profundo de este nuevo nacimiento del hombre presente y por eso, futuro.

Los logros de los indignados ya son tangibles. Comercio justo. Trueque. Resiliencia total. Protección a los desfavorecidos, asesoría inmobiliaria, jurídica, psicológica, médica, resolución de conflictos de empresa y personales, innovación y creatividad laboral. Asociaciones y oficios sin lucro. Muy al contrario de lo que creen los observadores en la distancia, hay mucha preparación e inteligencias muy bien amuebladas en la ciencia, en el derecho, en la economía, en la educación, en la sanidad, en el terreno laboral y emprendedor, en la cultura y las artes aplicadas, en la tecnología punta, que están en el movimiento no porque carezcan de empleo o de recursos, sino porque son conscientes de que este barco necesita a todos los tripulantes bien preparados y despiertos, generosos y sin miedo.
Los políticos están modificando a toda prisa sus programas de gobierno para poder estar a la altura de esta ciudadanía que se les escapa y empieza a ser independiente de algo que ya no la representa y quizás esté a un paso de no necesitar este sistema porque ya está dando a luz otro mucho más adecuado y justo para un planeta agotado y maltratado por la ignorancia, la prepotencia y la irresponsabilidad, que son la manifestación más evidente del ego humano ya sea personal, ya sea colectivo.

El movimiento de los indignados no es una refundación cutre de un comunismo de sacristía ni de un catolicismo comunistoide y anarca. Ni hippies resucitados a destiempo. Ni una pandilla de desesperados que quiere despojar a los banqueros de sus dividendos y a los políticos de sus prebendas. Es mucho más. Es el paso necesario para que ni los políticos ni los banqueros actuales sigan siendo importantes para la vida humana. No se les combate, se les va olvidando en el desván de los trastos viejos. De la historia inservible que montaba guerras para arruinar al prójimo y hacerle prisionero de su sistema injusto y degradante, aunque barnizado de una cultura superficial, enciclopédica y fiambre, fósil. Llena de publicidad y sin contenidos. Perdida en el océano de la inutilidad.
Con el movimiento de las conciencias despiertas, que ya no exigen libertad, porque se saben libres, ni exigen ni necesitan protección, porque tienen la energía para estar a salvo del egoismo y de la soberbia y de los prejuicios limitadores, el hombre está entrando en una sociedad de transición, para pasar de un materialismo primitivo y depredador, a una convivencia inteligente, respetuosa, sobria y extremadamente necesaria para la evolución y la supervivencia. Quien frecuente el ambiente 15M, comprobará inmediatamente el cambio de valores. No sólo la recuperación de aquellos que parecían haber desaparecido, como la eclosión de valores nuevos y recreados. Cualquiera que, viendo como se funciona ahora en esta onda universal, haya leído y estudiado los textos didácticos de los evangelios y del nuevo testamento, se daría cuenta enseguida que este estado de lucidez humana es el comienzo del Reino al que Jesucristo pertenecía. El estado de conciencia del que vino a plantar las semillas, no a regalarnos los frutos de una evolución que ahora se está cumpliendo y saliendo a la superficie, tras dos milenios de sufrimientos y barbarie, de camino a ciegas desde la oscuridad a la luz.
El reino, así en la tierra como en el cielo, no era una invitación al falso escapismo espiritualista de los "utópicos", mientras el "mundo" se convierte en una amenaza, sino a sembrar y a cultivar sus bases en la vida diaria, en cada circunstancia, por difícil y dolorosa que sea, y a transmutar con la alquimia de la energía humana-divinizada, todo lo que encontramos en el flujo del tiempo y del espacio.

Todo eso se esconde en la frescura, en la bondad, en la firmeza suave y en la inteligencia de los indignados. Ayer, en la manifestación megamultitudinaria que se repartía por varias calles a la vez, porque no cabían en el perímetro autorizado por las autoridades, rodeada de jubilados, padres y madres de familia, parados o con trabajo, de abuelos y niños, de minusválidos en silla de ruedas, de batucadas increíbles, dolçaines y tabalets, de pobres y ricos caminando y bailando cogidos del brazo, juntos, dispuestos a abrir las manos y los bolsillos y el corazón, para dar y recibir iniciativas y gracia a raudales, y ante slogans y pancartas tan inteligentes, sencillas, ingeniosas y profundas, simpáticas y agudas como bisturís para conciencias, lloré. Sí como una niña o como una Magdalena, no sé. Lloré con todos y por todos. Mientras reía, porque nunca en mi vida, ni en los tiempos más reivindicativos de mi juventud universitaria en el mayo del 68, ni en las primeras manifestaciones de la democracia al fin de la dictadura, descubrí tanta grandeza y tanta humanidad despertando junta, creando una realidad nueva. Otro mundo en éste. Capaz de superar todas las barreras, porque han vencido el fanatismo, la rabia estéril de la violencia y el miedo.

"E camminando e camminando a braccia alzate, a piedi nudi, ballano i santi", cantaba ayer tarde-noche mi corazón, mi mente y mi alma, haciendo un coro silencioso y feliz a una canción preciosa de Angelo Braduardi.

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