martes, 17 de enero de 2023

Qué buena idea, querido hermano Pablo Iglesias! Seguro que no caerá en saco roto, aportando un recurso genial para acabar con la explotación de productores y consumidores por parte de las empresas proveedoras y al mismo tiempo explotadoras. Facilitando así el intercambio entre los agricultores, ganaderos, productores y artesanos, fomentando el pequeño comercio de barrio ahora en extinción y en manos de mafias chinas, humanizando también la relación interpersonal. Un sistema que, por ejemplo, en Alemania es de lo más normal, en los pueblos lo habitual es que los consumidores se surtan de lo que allí llaman "las cajas verdes", un servicio semanal a domicilio, en el que los agricultores llevan y reparten casa por casa los productos cosechados por ellos mismos en sus huertos, cobrando una cuota al mes por los productos/cosecha de temporada, repartida en cuatro semanas. Y también se fomenta muchísimo el mercado semanal en las plazas de los centros urbanos, con la oferta de productos frescos y artesanales, donde se compra directamente, con todas las ventajas que eso conlleva. Hay ciudades como en Freiburg, en Siegburg, muy cerca de Colonia, en la cuenca de Rin, como Bingen, Coblenza, Heneff, Aitorff o Aquisgrán, Bonn o Münster, en las que semanalmente hay un mercado los sábados en la Plaza de la Catedral o del Ayuntamiento en algunas de ellas, y otras un mercado diario pero diverso, donde cada día de la semana se ofrecen distintas especialidades: lunes verduras y frutas del tiempo, quesos, leche, embutidos, conservas y dulces caseros, martes ropa y calzado, miércoles muebles, bicis, máquinas y objetos de segunda mano, sábados o domimgo libros, discos, revistas epecializdas, vídeos, CDs, mesitas, lámparas, estantes, teles y ordenadores de segunda mano, etc, etc, con un ahorro y una ecología de primera línea. Y todo mucho más barato que en las tiendas y supermercados, pues los impuestos son mucho más bajos que en las grandes superficies. Lo normal es llevar bolsas de casa o usar bolsas de papel por parte de los vendedores, en fin, un mundo muy distinto del que se puede aprender para mejorar todo lo que desconocemos y que nos ayudaría muchísimo a salir de baches aparentemente irresolubles, que al nivel presente, resultan fatales para la economía, el equilibrio social y ecológico y hasta para la convivencia. Recuerdo que en mi infancia, en los pueblos españoles también se hacía lo mismo y todo resultaba más cercano, más barato y vecinal que en los mercados de los pueblos más grandes y en capitales de provincia, en las que ya había mercados centrales y todo era más comercial que humano y natural. La dictadura no era solo militar, también lo era -sobre todo- comercial y económica; de casta le viene al galgo, claro, y eso no es fácil de descubriir y orientar en positivo cuando hay de fondo un divinizado forring office clasista, económica y hasta culturalmente(¡?)) bulímico e insaciable...como, según estamos en "la exceppción hisppánica". Ains!!!!

 

Supermercados públicos

Pablo Iglesias en La Base
Pablo Iglesias en La Base.

¿Y si, además de intervenir los precios de los productos básicos para evitar los abusos de los grandes supermercados, hiciéramos un supermercado público?

La diferencia entre un supermercado público y uno privado es fácil de entender. El público necesita ser eficiente pero no persigue el lucro ni los grandes beneficios, sino satisfacer una necesidad social. Eso, justamente eso, le da una enorme ventaja competitiva que le permitiría pagar mejor a los ganaderos y agricultores y también a sus propios trabajadores. Un supermercado público crearía empleo de calidad, favorecería a los productores locales, priorizaría los productos ecológicos y bajaría los precios de los productos básicos.

¿Y si, además de intervenir los precios de los productos básicos y de crear un supermercado público, favoreciéramos también la creación de supermercados cooperativos autogestionados?

Estos supermercados ya existen en España pero no cuentan con apoyo público en forma de legislación favorable, subvenciones o líneas de crédito preferentes. Podrían ser propiedad de organizaciones de trabajadores, consumidores y productores que tomarían así el control de la cadena alimentaria. Los socios decidirían los criterios que deberían cumplir sus productos, y podrían apostar también por los productos ecológicos y de cercanía, garantizando precios justos para los productores locales y los consumidores.

No tendrían ánimo de lucro como los supermercados públicos, pero sí beneficios que deberían tener una función social y política. ¿O acaso se puede hacer política en sociedades de mercado sin competir en el mercado? Una red de supermercados cooperativos y autogestionados podría ser un poder económico progresista.

Siempre hay que pensar fuera de la caja. Este martes en La base respondemos con radicalidad a la pregunta ¿Qué hacer frente a los abusos de los grandes supermercados?

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