martes, 10 de enero de 2023

Magníficas y oportunísimas reflexiones, hermano Jesús Maraña.En efecto, no hay palabra ni pensamiento ni acto humano que no tenga consecuencias, por insignificante que parezca. TODO deja huella en el tejido de la vida, tanto material, como emocional como mental, particular y colectiva, ya sea en asuntos públicos o privados. No hay efectos sin causas ni causas sin efectos. Son el alma y la conciencia -siempre un dúo inseparable en plan hermanas siamesas- las que pueden conseguir que ese vínculo se descubra como base insustituible de la humanidad; si los humanos no lo son, su existencia como tales, no tiene sentido, de ahí deriva toda la confusión constante y el inexplicable resultado de que la humanidad cuanto más avanza en aparente 'inteligencia', en vez de progresar de verdad se convierta en el peor peligro para sí misma y su entorno geobiológico. Incluidas las demśs especies vivas y la propia naturaleza, que pagan el pato, el ganso, la oca, etc, etc... y toda la biosfera a tutiplén. Ainsss!!!!

 

La nueva derecha: los discursos (y los tuits) tienen consecuencias

Los discursos nunca son inocentes, pueden serlo las personas, pero no todas las ideas o acciones que defiendan. En la política, como en la vida, es mentira que las palabras se las lleve el viento. Van dejando huella, para bien o para mal. Incluso falsedades enormes, del tamaño de Brasil, terminan calando como si fueran verdades, o lo que es aún peor: “realidades alternativas”. Se empieza por deslegitimar el resultado de las urnas y se termina atizando, con premeditación o sin ella, a una horda de fanáticos dispuestos a asaltar las instituciones democráticas. Ocurrió hace dos años en Washington; ha ocurrido hace veinticuatro horas en Brasilia; y puede repetirse en cualquier democracia. La conjunción entre el auge de una extrema derecha populista y un conservadurismo radicalizado, capaz de contaminarse de discursos, estrategias y hasta propuestas delirantes con tal de mantener el poder o recuperarlo es un caldo de cultivo perfecto para que en algún momento salten las costuras de la democracia, lentamente deshilachada. 

Vemos en bucle las imágenes de centenares de brasileños adictos a Bolsonaro armados con móviles para grabar o emitir en directo su salvajada, como en su día vimos las de aquella tropa adicta a Trump que hacía astillas el mobiliario del Capitolio. Tienen mucho en común: su sectarismo, su odio al diferente, su culto a un líder iluminado por la soberbia, su convicción de que dando una patada al sistema este se regenerará como por esporas… Si no respetan al otro, ¿cómo van a respetar a las instituciones intermediarias imprescindibles en democracia?

Creo que nos equivocamos si cedemos a la tentación de pensar que todo eso nos pilla lejísimos, que Europa es muy diferente, o que España está vacunada contra los autoritarismos después de casi cuarenta años de dictadura. Se ha escrito mucho sobre los factores que impulsan los nacional populismos y los extremismos que vienen deteriorando la democracia en América y Europa, y que derivan en algaradas golpistas como las ya citadas. Pero les invito a poner el foco en un aspecto que analiza con lucidez una politóloga austriaca, Natascha Strobl, en su último ensayo, titulado La nueva derecha. Un análisis del conservadurismo radicalizado (Katz Editores). 

Como ocurre siempre en tiempos de cambio, entre lo que no acaba de morir y lo que no termina de nacer, aparecen monstruos. En estas primeras décadas del siglo XXI, marcadas por la revolución digital, una globalización financiera y especulativa incapaz de gestionar la galopante brecha de desigualdad y un capitalismo de casino que entierra derechos sociales para imponer márgenes de rentabilidad inmediata a las elites tradicionales y a las nacidas del neoliberalismo imperante, surge una Nueva Derecha que “se reproduce principalmente a través de los espacios digitales y utiliza este campo para librar su batalla cultural por las mentes de la gente”. El Movimiento Identitario en Europa, el Alt-Right en EEUU o el bolsonarismo en Brasil tienen enfoques diferentes, pero comparten “desde las fantasías evangélicas revivalistas y el racismo descarado hasta el antifeminismo y la misoginia”. Se van debilitando las clases medias que se ensancharon sobre el Estado del bienestar construido tras la Segunda Guerra Mundial y brota lo que distintos sociólogos han denominado “burguesía cruda”, que no se caracteriza esencialmente por su mayor nivel económico, sino sobre todo por sus actitudes autoritarias cada vez más visibles y totalmente alejadas del sentido de la justicia, la solidaridad o la equidad.

“La burguesía cruda –advierte Strobl– es especialmente peligrosa porque es ampliamente aceptada, es decir, se convierte en hegemónica”. De ello se encargan think tanks generosamente financiados y toda una batería de medios conservadores que articulan e imponen los ejes de la conversación pública, en fondo y forma (ver aquí), con toda la “crudeza” que sea necesaria y a costa de una “polarización” muy conveniente para la antipolítica y la desmovilización de la ciudadanía moderada y progresista (ver aquí).

En este punto es donde la politóloga austriaca introduce un concepto que me parece clave para entender lo que nos pasa, desde Brasilia hasta la Gran Vía madrileña pasando por Texas: el “conservadurismo radicalizado”, que surge cuando los partidos conservadores (supuestamente demócratas) tradicionales “dan un paso hacia la extrema derecha, impulsados por la dinámica de la burguesía cruda”. En otras palabras, intentan competir en su ‘mercado’ electoral asumiendo el marco discursivo del populismo extremista, a menudo incluso neofascista, cuyo pack ideológico incluye el negacionismo climático o de la violencia de género, el antifeminismo, la criminalización de los migrantes o el desmantelamiento de los sistemas públicos de protección social. ¿Con qué hoja de ruta o estrategia para lograrlo? Atiendan: “El conservadurismo radicalizado adopta las estrategias y el lenguaje del populismo de derecha o del extremismo de derecha moderno basado en los partidos y extraparlamentario. Se basa en la polarización más que en el consenso y busca remodelar el sistema político existente a su favor (...) Los representantes de la oposición dejan de ser meros competidores o adversarios políticos y se convierten en enemigos a los que hay que eliminar”. 

Olvidémonos de los tiempos en los que conservadores y centristas acostumbraban a presumir de rigor, de ejercer como garantes del orden establecido, etcétera, etcétera. “El conservadurismo radicalizado –escribe Natascha Strobl– ya no consiste en eso. Más bien, se abren grietas en la sociedad o se magnifican las diferencias existentes. El objetivo es crear un desorden y un caos que pueda reordenarse posteriormente”. Asaltar el Capitolio o el Congreso brasileño. ¡Que se hunda España, ya la levantaremos!, que diría Montoro (según contó Ana Oramas).

Pongan ustedes, si quieren, nombres, temas, fechas y citas. Vamos sobrados de ellas. En esa coctelera ideológica y estratégica del conservadurismo radicalizado, en España protagonizado por el Partido Popular desde mucho antes de la era Feijóo, encajan la deslegitimación del Gobierno de coalición o de los pactos con otros grupos parlamentarios, el bloqueo de la renovación del Poder Judicial o la acusación de falseamiento de las cifras de empleo. Y también el vergonzoso tuit de Cuca Gamarra sobre el asalto a las instituciones democráticas de Brasil (ver aquí). No sólo porque evitaba condenarlo, sino porque hacía una acusación falsa: el Código Penal español sigue incluyendo en su artículo 472 un delito de rebelión que encaja como un guante en lo ocurrido (ver aquí). Es lo de menos en su estrategia, en eso coincidente con la de Bolsonaro o la de Trump: lo que importa no son los hechos, sino sembrar la sensación de caos y señalar como responsable a la izquierda socialcomunista.

La pregunta pertinente es obvia: ¿qué se puede hacer para frenar al conservadurismo radicalizado y a esa extrema derecha que necesita para recuperar el poder? Apunta Strobl: “Sólo queda el camino hacia adelante. Las fuerzas progresistas y de izquierda no deberían tener miedo de explorarlo. Eso también significa dar menos vueltas sobre sí mismas, soportar las ambivalencias y mostrar con confianza cómo podría ser el mundo en realidad”.

No quiero añadir prosopopeya a lo que otros u otras explican muy bien, y disculpen el spoiler del ensayo de Strobl: “La gran fuerza de la izquierda política es que existe un mosaico diferenciado y deslumbrante de diferentes preocupaciones, movimientos y conocimientos. Ahora es el momento de definir un soporte común que se centre no sólo en los síntomas sino también en las causas. Esto significa hacer visible un mundo postcapitalista (...) Más allá de las elevadas alturas de la moral y la decencia, se requiere una política concreta y comprensible. Porque el futuro puede ser mucho mejor. Y por eso merece la pena luchar”.

Amén. Así sea. Insha’Allah. Hágase. 

 

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Comentario del blog:

Sólo quiero añadir una humilde sugerencia a las aportaciones estupendas de Strobl: A esa argumentación impecable solo le falta, como en el cuento de La Bella Durmiente, tener en cuenta al hada que pasa desapercibida en la fiesta, porque no es guapísima ni triunfadora ni brillante, y por ello no es invitada por los festeros reales a participar en ella, y así el sueño demoledor e infinito se apodera de la princesa heredera y la deja frita, junto a todo su reino  durante años y años. Hasta que -no hay casualidades- un joven príncipe que pasaba por allí, la descubre y le da un beso,  y así el amor acaba con el automaleficio ya centenario. En el relato original, se muestra como un castigo-venganza  por el enfado del hada feíta que se se sintió marginada en la corte, pero en realidad, es la metáfora del sueño generalizado para todo el reino, como  consecuencia de un despiste básico: no recordar pedagógicamente la causa del olvido que genera en el relato la exclusión por falta de glamour o de poder adquisitivo, aplicado  al caso de la sociedad que ahora nos afecta más que nunca, y globalmente, que debe esforzarse para que todos tengan las posibilidades y el acceso a una vida digna, por igual. 

El detalle, en este caso deshumanizador, es el emperre ya antropo(i)lógico en  la persistencia troglodita en la aplicación del concepto "lucha", hasta por parte de quienes en semejante plan, pretenden mejorar este mundo. Sólo cuando la capacidad humana para convivir y cooperar sea un hecho mayoritario, sin necesidad de "luchar", podrá cambiar el puñetero sistem in failure que nos domina y nos maneja, considerado desde la prehistoria como "valor", "derecho", "patriotismo" y ¡"virtud"! Hasta el punto de seguir considerando las guerras como lo más natural cuando los asuntos de estado no se consiguen arreglar mediante la escucha, el diálogo  y el camino mundial y local hacia el bien común. ¿De qué vale poseer toda la ciencia, todos los recursos y riquezas, todo el "saber", todos los territorios, como masa violenta y depredadora, si todo ese poder se emplea para imponerlo "legalmente" a los demás, ganando batallas como trogloditas, para excluir y hasta matar a los que molestan, y para arruinar de paso, a los menos favorecidos, y más indefens@s, a los que tienen ideas diversas, que se consideran opuestas, enemigas y "malas", muy "malas", sin que jamás se propongan valorar objetivamente si cualquier idea, por importante y valiosa que sea, tiene más valor que las vidas humanas que puedan hacerlas posibles  y materializables? No solo hay que hacer y poner en marcha las mejores ideas, en paralelo y para garantizar el potencial constructivo de las ideas en acción, las credenciales básicas deben ser los fundamento éticos y comprobables de esas ideas, la higiene moral imprescindible, que no es un barniz tapa agujeros, sino una construcción social con la aportación responsable e individual, por supuesto, al servicio del Bien Común. Esos cimientos son fundamentales y sin ellos, todo acaba en nada en el mejor de los casos y en destrucción y conflictos en el peor. 

Un ejemplo que tenemos cerca y del que aun se puede aprender muchísimo, es el cambio de conciencia de la sociedad alemana tras las dos guerras mundiales del siglo XX, que fueron provocadas, primero por una monarquía imperialista del Kaiser y sus secuaces, y después por el totalitarismo nazi de Hitler y sus fans, surgido como respuesta terrible al castigo de la comunidad internacional al Estado alemán que provocó la primera contienda mundial en 1914. Europa y los EEUU, seguramente ayudados por la inteligencia de Roossevelt y el dinero norteamricano más  la experiencia atroz de toda Europa tras seis años infernales en el mundo entero, usando el genocidio como sistema de poder y atrocidad sin límites  hacia la destrucción de la humanidad, que llegó hasta la locura de Hiroshima y Nagasaki, se llegó a la conclusión de que solo la paz, el entendimiento y la ayuda al pueblo alemán para recuperarse junto a toda la Europa machacada, mediante el Plan Marshall,sería la solución: perdonar para ser perdonados y liberar para ser liberados, fue el fundamento para que nunca más se llegase a los viejos horrores. A partir de entonces, Alemania y Europa, fueron cambiando y creciendo en conciencia. 

Ahora la vieja Rusia y sus fotocopias históricas de los alrededores nos demuestran que ellos, tal vez por estar sometidos casi ochenta años a un zarismo "obrero" y "proletario", ( solo de boquilla obviamente), pero tan dictador como cualquier zar, siguen sin evolucionar, repitiendo dale que te pego, amenazas, agresiones territoriales y respuestas igualmente violentas y atroces a cualquier provocación. Barbaridades en las que el ser humano como parte fundamental, no cuenta nada, en las que solo valen los beneficios que su sufrimiento constante proporcionan a los negocios del combustible, del aceite de girasol  o del armamento. ¿Se habría llegado a este disparate horripilante si se ejerciesen social e individualmente los valores éticos responsables y humanizadores en la sociedad humana? ¿De qué sirven las religiones que predican la paz mientras bendicen  y justifican  las guerras, mientras celebran la Navidad o la Pascua, sobre todo en la pompa, el boato y en los grandes almacenes comprando regalos para celebrar nada menos que el nacimiento del que vino al mundo para mostrar por primera vez a los seres humanos, en las calles, casas y campos, todo lo contrario: cuál es el camino que nos salva de lo peor de nosotros mismos y dónde está la luz y el equilibrio, que no es precisamente en la ambición ni en ser millonarios, ni en el poder  ni en los triunfos, ni  en las riquezas abusivas, que aquí se quedan tras la muerte...pues nos vamos de este mundo sin nada , como vinimos. 

Parece mentira que tras 2000 años de practicas aun estemos en este plan.

Sin haber comprendido aun, que en realidad, toda palabra como materialización de la idea, tiene un poder impresionante a la hora de comunicarla y activar pensamientos, emociones, actitudes e iniciativas que se contagian más que el Covid-19 y sus variantes, es necesario que  revisemos lo que decimos, o sea, lo que pensamos, deseamos y ponemos en marcha sin darnos cuenta de la que estamos liando con semejante percal dejado a la deriva de las emociones y los instintos, hasta convertir en forma de vida un sistema que se basa en matar de muchísimas formas, "para ganar" y que  considera el bien común como una pérdida de poder y de ganancias, para "los nuestros" y al resto de la humanidad "que les den". ¿Alguien puede imaginar a Gandhi, por ejemplo, cuando trabajaba sin parar por la no-violencia en un país y en un mundo que eran violencia pura, animando a la "lucha" al auditorio, "para que el sistema" de lobos y fieras, no decaiga con blandenguerías y tiquismiquis? 

Creo que mientras la humanidad siga considerando como valor necesario el modo  "lucha", en cualquier modalidad, no tendrá más salida que su propia debacle. Y en ello está ocupadísima. 

Hay conceptos aplicables diariamente, sin duda, mucho más positivos con los que sustituir la aberración autómata y maquineta, en el uso de las palabras, que podemos realizar a base de propuestas verbalizadas y conscientes para una mejoría psicoemocional, mental y operativa. Entendimiento, ayuda, cooperación, resistencia pacífica, respeto espontáneo, flexibilidad, escucha, empatía, calma y gozo por cada chispa de vida que nos sostiene, iniciativas que ofrecen más que okupan e invaden...mirar a nuestra familia humana como nos miramos a nosotr@s mism@s...y así aprender cada día de los demás, del encuentro con cada ser humano, sin juicios previos ni posteriores, con cada conocid@ o desconocid@. Haciendo del presente y su revelación constante, un regalo de ida y vuelta. 

Cambiemos nosotr@s, como cambia la naturaleza espontáneamente, según las estaciones, mediante la adaptación y la comprensión de cada circunstancia, dejemos ya de una vez, de reanimar el fósil de  puñetera "lucha", de la cabezonería y el barullo ancestral de monstruitos con complejo marimandón de imperio constante. 

En realidad, somos muy poca cosa si nos quedamos atrapados for ever y sin posible remedio, en los enredos de nuestras miserias, tomadas, para más inri, como cualidades, virtudes y hasta fórmulas magistrales para terminar petando sí o sí, nos guste o no. De ese finiquito no se escapa ni Dios. Sólo nos salva y nos rescata el gozo de Ser. Y de compartir lo que ES sin pedir cuentas ni pasar facturas...La plenitud y la felicidad existen...Y Somos nosotr@s, dear family! Cuando dejamos de (no)ser l@s Bell@s Durmientes, para empezar a Ser l@s liberad@s despiert@s. 

 

 

Y ahora os dejamos ahí: ¡adiós destructivas luchas! 

Y que la luz renovable  del futuro y del presente

de un mundo por estrenar,

sea nuestra continua ducha, desinfectante y genial,

renovadora constante, aunque parezca de golpe

que la cosa sea un desastre, se le puede dar la vuelta

y hacer que lo más pesado, oscuro y amenazante

se nos convierta en un master de nueva felicidad,

en un mundo que derrapa como fiel repetidor

del programa demencial que divide y solo vence

cuando impone por la fuerza la unidad uniformada

del desastre incompetente. Para seguir repitiendo

la misma escenografía de la edad petrificada,

de imperios y religiones, de negocios a mansalva,

de guerras interminables, de masacres en su salsa

y de un empeño feroz por descuartizar la base

que sostiene el panorama....


Sin valores de interior los exteriores fracasan,

se agotan y se disuelven

aunque todo se consiga en apariencia y jarana.

Sin células no hay tejidos.

Sin tejidos no habrá cuerpo. 

Y sin cuerpo ni tejidos, no queda nada de nada

en un sistema tan frágil

por mucho que se pelee y por más que se combata.

 

La "lucha" es fragilidad acurrucada en sí misma,

no lo olvidemos, familia, 

miles de años nos demuestran que vivir de las chapuzas

no puede ser una herencia que encima nos encadene

a vivir en un infierno, sin amor ni entendimiento

sin luz ni alma ni consciencia. 

Donde locura y desastre son presente insoportable

y el futuro, solo inercia.


Démosle la vuelta ya a esa tortilla de mierda

y encontraremos al fin el sentido de ida  vuelta

que nunca se fue de aquí, y es la sorprendente esencia

del contigo ni sin ti, porque tod@s somos Todo

y el Nosotr@s es la vida en ese hermoso jardín

que llamaron paraíso sin saber de lo que hablaban

antes de Ser y Vivir, destrozando lo encontrado

y luchando sin parar para poner boca abajo

lo que boca arriba está tan solo por dejar claro

quién puede mandar aquí...


Ahora toca dar el giro de la miseria al amor,

de lo oculto a lo evidente,

de lo grande a lo pequeño, de lo cutre a lo excelente,

no por pelas ni poderes, ni personajes potentes, 

sino por luz y destreza, por humildad y alegría,

en revelar lo que Es y por hacer los deberes

en la escuela del cariño, donde de verdad "SE PUEDE"

porque el milagro es la vida que sin prisas y sin pausas

hace de la evolución el regalo que no muere

aunque la muerte le ayude para cambiar los paquetes

del equipaje infinito, que ya no son necesarios

en el nuevo territorio que espera a los pequeñitos

sin obsesiones ni armarios donde esconder las mentiras

porque no son necesarias si la luz ya es infinita

y ya nada queda oculto donde la luz se reparte

como la mejor comida.

 




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