jueves, 28 de abril de 2022

Gracias, Javier Gallego. El presente es la digestión del menú pasado. Los espionajes e indecencias en los estados son el plato fuerte de ayer inflitrado en el de hoy. Además de denunciar de uno en uno a los implicados en el marrón, sobre todo hay que entrar en la cocina y en la despensa, es decir, en la estructura social que hace posible este cuadro de inmundicias que pagamos y sostenemos entre TOD@s

 

         La vida de los otros

 Javier Gallego

eldiario.es

Buen momento para corroborar cómo funciona la “democracia plena” en España. El Estado español espió a 64 independentistas catalanes y a 2 vascos con el programa de intervención de las comunicaciones, Pegasus, desarrollado por una empresa de una de las potencias del espionaje y el control militar, Israel. Políticos, abogados, activistas, todos bajo el ojo del Gran Hermano, no solo durante la crisis catalana de 2017 sino hasta 2020, con gobiernos presididos por el PSOE. El espionaje empezó con Rajoy pero siguió dos años con Sánchez, y con Margarita Robles, su ministra de la Verdad, digo, de la Defensa. 

En efecto, el PSOE espiaba a sus socios de investidura mientras proponía una mesa de diálogo. Esto es lo más grave de un asunto gravísimo. El 97% de las intervenciones datadas se produjeron durante mandatos socialistas, según la información de Citizen Lab, el laboratorio sobre democracia de la Universidad de Toronto que ha destapado el caso, publicado por el periodista Ronan Farrow en el New Yorker. La ministra Robles desafía a los independentistas a demostrar la ilegalidad de los pinchazos del CNI. Es ella la que tiene que aportar las pruebas de que todas las acciones fueron ordenadas por los jueces, no los ciudadanos espiados, faltaría más. Se meten en tu intimidad por tus ideas, como una Stasi de tercera, y la ministra responsable, en lugar de pedir perdón, te pide explicaciones. 

Sánchez afirma que todo se hizo legalmente. La lógica dice que es difícil que los jueces, siempre tan saturados y tan lentos, puedan haber autorizado todas y cada una de las más de un centenar de escuchas. Fuentes internas de los servicios de inteligencia corroboran que Pegasus se usó sin control y que “se hicieron las cosas mal”. Cuando los espías son más transparentes que el Gobierno, es que el Gobierno tiene algo que esconder. Por eso ha tardado tanto en reaccionar el PSOE. Han intentado ocultarlo hasta que la tapa de la cloaca ha saltado por los aires y ahora tratan de arreglarlo abriendo, a toda prisa y por un procedimiento extraño, la Comisión de Gastos Reservados. Una comisión propia habría que crear, pero parece que no quieren desclasificar ciertos secretos. 

El escándalo es que las cloacas que el PSOE dijo que iba a limpiar, solo las ha trasladado de ministerio. De Interior a Defensa. De policías a espías. Pero las cloacas han seguido a pleno rendimiento. Por supuesto, no somos ingenuos: los servicios de inteligencia son necesarios para vigilar posibles amenazas a la seguridad del país, pero eso no justifica una vigilancia masiva a todo un colectivo por sus ideas políticas. Eso solo es propio de regímenes totalitarios. De gobiernos autócratas como Arabia Saudí, Emiratos, Hungría o Polonia donde Pegasus se ha utilizado para espiar a periodistas y opositores. De franquistas como los representantes de Vox, que han defendido en el Congreso que a los independentistas se les espíe aún más. Si la ultraderecha llega a gobernar, no cabe duda de que las cloacas se llenarán de ratas olisqueándonos a todos los que no pensamos igual. 

A muchos que se dicen liberales, sin serlo, también les parece fenomenal que se espíe a los indepes, porque los indepes son los otros. Todo está justificado cuando se trata de los separatistas. Solo el nacionalismo español es admisible y es admisible vulnerar todas las libertades de catalanes y vascos. Terroristas todos. Tampoco se me escapa que el independentismo utiliza esta cuestión para recuperar terreno y apretar sus filas, en un momento de decaimiento, ni se me olvidan las listas, carteles, consignas de algunos separatistas señalando a los “malos catalanes”, los que no están a favor de la independencia. Los estados nación tienden a la eliminación del otro. Por eso dan miedo. 

De eso se trata este nuevo capítulo de las cloacas del Estado español. Todo está permitido contra el otro: el disidente. Se pueden violar su intimidad, sus derechos, su libertad, se les puede perseguir y acosar, no solo porque el aparato político, judicial y policial lo legitima sino porque también lo bendice buena parte de la sociedad. De ahí que el espionaje a catalanes y vascos no haya provocado ni la mitad de indignación que hubiera provocado el espionaje al resto de españoles. Porque la cloaca podemos ser todos. El Gran Hermano empieza en cada uno de nosotros. 

 

Comentario del blog:

Verdades indiscutibles, sin duda, para las que, tal y como se funciona en estos andurriales, solo cabían dos resoluciones: a) No enterarse de nada de lo que hay montado. b) Dar por bueno lo que hay montado y seguir en la misma amoralidad de la indecencia anterior de la que supuestamente nuestra izquierda "salvadora" pretendía liberarnos con las mismas artimañas orwellianas, pero maquillada de todo lo contrario. 

Con el pp ya se sabe lo que hay, pero de un socialismo en coalición con el resto de propuestas supuestamente honestas y democráticas, no se esperaba una versión nueva de la misma pocilga. Lo verdaderamente duro de pelar es que no toda España lo percibe así, para ello hace falta una conciencia despierta mayoritaria y menos tripas despotricantes, algo que desgraciadamente en este país de países es un fenómeno minoritario. 

En España sacan más votos quienes facilitan los basureros del pastón sacando tajada prometiendo bajada de impuestos a los más ricos,  abriendo bares y casas de juegos, o montando circuitos en plan Fórmula 1 atravesando ciudades, que en un par de años acaban siendo un fiasco abandonado, lleno de basuras, hierbas silvestres y perros sin dueño o corrompiendo el Mar Menor a base de turismo salvaje,  que quienes intentan limpiar la mugre  y facilitar la transparencia y la verdadera rentabilidad social del bien común. 

En cientos de años de miseria social, aquí no se ha logrado jamás que se relacione la ética con el progreso, un pack inseparable para evolucionar sanamente. A quienes han intentado cambiar el paradigma a lo largo de nuestra impresentable historia les ha costado el exilio, la exclusión, el silencio impuesto, la cárcel y hasta la muerte. Los nacionalismos son así: incapacidad total para la integración en la pluralidad. Tanto en versión maxi, como en versión mini. Y para sostenella y nunca enmedalla está el espionaje como "razón de estado". 

Por ese desvarío constante en plan pescadilla que se muerde la cola nunca funciona combatir los efectos si nunca se solucionan las causas que los producen, sobre todo cuando esas causas ya asumidas como "normalidad" son la esencia y la tradición de los pueblos, que votan en las urnas a quienes mejor les representan, a los que hacen lo mismo que los votantes harían si gobernasen. Ni el pp ni el psoe, ni Robles ni Pegasus, ni Ayuso, ni Aznar, ni Rajoy funcionarían en España si los españoles no les votasen. Somos en realidad víctimas del verdugo cegato que llevamos dentro. 

Llegamos a desarrollar un 15M y unas organizaciones municipalistas y barriales que iban solucionando problemas básicos fundamentales y consiguiendo que la ciudadanía se organizase con mucha inteligencia y empatía política, o sea, cívica y responsable, por primera vez en nuestra historia nacía la conciencia colectiva de la mano de la individual. 

¿Qué hizo el establishment para frenar el proceso? Inventarse un Podemos que volviese a implantar hegemonías para que nuestro Paleolítico social no desapareciese sino que, puesto al día "democráticamente",  se abandonase en plan relax en manos de técnicos políticos y "expertos", eso sí, preparadísimos, rezumando leninismo actualizado. Se les puso en el candelero mediático, mordieron el anzuelo y ¡zás! quedaron atrapados en las redes que ellos mismos tejieron pretendiendo ser la nueva puerta hacia el tiempo nuevo, con Maquiavelo como coach. Nada menos que un salto olímpico hacia la "moral" política del siglo XV-XVI . Un momentazo inolvidable.

Y así estamos, otra vez ante el mismo muro de las mismas lamentaciones, añorando un Estado que nunca hemos tenido. Porque cuando se pudo hacer posible pudo más el Pegasus de turno que la conciencia personal y colectiva trabajando unidas, mucho más para servir al bien común que para "ppoder" manipularlo. 

 Ojalá que estos efectos horripilantes nos lleven a mirar y reconocer las causas ancestrales que los originan y que en vez de buscar siempre culpables, nos reconozcamos todos y todas responsables. Hay que explorar nuestras conductas, nuestro inconsciente colectivo e histórico, reconocer virtudes y fallos para potenciar las unas y corregir los otros, centrarnos en construir un presente tan sano y honesto, tan lúcido e inseguro, como humilde,  que no repita más el pasado y que haga posible el futuro. 

Que los desatinos y circunstancias denigrantes, en vez de hundirnos, nos sirvan de lección y de estímulo para remediar lo que nos hunde y potenciar lo que nos pone a flote. Se trata de eso. No de implantar reglas "perfectas" y por ello irreales, que no tienen raíces en la conciencia personal y social. Que las normas impuestas se vayan sustituyendo desde casa y la escuela por el imperativo categórico que Kant nos dejó clarísimo como patrimonio imprescindible de la humanidad.

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