Bribón

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España es un país corrupto, quizás sin remedio. Algunas hemos perdido la esperanza, no solo en que sus instituciones lo arreglen, sino en que sus ciudadanos y ciudadanas lo exijan como condición inapelable para un sistema que se dice de "plena" democracia. Yo sí lo voy a hacer; ya va siendo hora de que, para dar mi voto, exija la lucha real contra la corrupción en los programas electorales, con propuestas factibles y contrastadas que eviten que roben el dinero que pago con mis impuestos.

Sobran ejemplos en nuestro entorno de un buen control anticorrupción, donde, por cierto, según Transparency International (TI), la calificación de España en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2021 ha supuesto la bajada de un punto en relación con el año pasado, obteniendo en esta ocasión un mísero 61/100. Nuestro país ocupa la posición

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34/180 del ranking global de este Índice, junto con Lituania, dos puestos menos que en 2020, colocándose en el puesto 14 de los 27 de la Unión Europea, bajando asimismo desde el doce.

Con este panorama (que nuestros políticos no mencionan porque les retrata a todos y todas, aunque el compromiso individual sea, por supuesto, muy diferente y encomiable en bastantes casos), el debate se centra hoy en si es mejor subir o bajar impuestos para luchar contra la inflación que nos acosa. ¿Qué impuestos? ¿Los que se cuelan por el retrete de la corrupción? Nunca hemos asistido en el Parlamento a una sesión, siquiera a una parte de ella, en la que se analicen las posibles soluciones a un comportamiento estructural que se lleva, entre unas cosas y otras, incluido el fraude fiscal por controles ineficaces y escasos, hasta 60.000 millones de euros al año.

En tiempos de pandemia y guerra es inevitable pensar que, si España fuera un país concienciado en luchar contra la corrupción, desde sus autoridades hasta sus habitantes, las cosas nos irían mejor, porque al menos, los servicios públicos estarían razonablemente blindados contra la rapiña. No es así y, para vergüenza nacional, además de los escándalos de comisionistas y familiares de políticos que vamos conociendo, aprovechando situaciones de caos como la emergencia sanitaria, las autoridades internacionales vienen a reprocharnos que somos una monarquía bananera que no solo no avanza en la lucha contra la corrupción, sino que retrocedemos estrepitosamente.

El 30 de septiembre de 2021, la web de La Moncloa, que aloja la información sobre la Presidencia del Gobierno, publicaba ufana que "el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (GRECO), que examinó en 2013 el sistema de prevención de la corrupción en el ámbito parlamentario, la judicatura y la Fiscalía en España, ha publicado su segundo informe de cumplimiento, en el que valora positivamente el cumplimiento de las recomendaciones realizadas por nuestro país. Este grupo da por cumplidas cuatro de las recomendaciones hechas a España, en el marco de la cuarta ronda de evaluación. En total, diez de las once recomendaciones de la cuarta ronda de evaluación se consideran ‘cumplidas’ o ‘parcialmente cumplidas’", recogía el informe bien detallado en www.lamoncloa.gob.es.

Este año, no obstante, Presidencia ha evitado recoger en su web el contundente informe de finales de marzo con el que el mismo GRECO, dependiente del Consejo de Europa, acusa a las instituciones españolas de no haber cumplido ni una sola de las 19 recomendaciones (NI UNA SOLA) que se le habían hecho para luchar contra la corrupción, entre otras, resolver el tema de la sobredimensión de los aforamientos judiciales, la regulación de los lobbies o del control de las llamadas puertas giratorias, que permiten un contacto demasiado estrecho y demasiados oscuro entre el ámbito privado y el público.

Hemos perdido un tiempo precioso desde la alabada Transición para abrir las ventanas de las instituciones franquistas, levantar las pesadas alfombras y abrir los oscuros armarios; ordenar lo encontrado y establecer procedimientos de control que, obviamente, durante la dictadura no existían. Y de muchos de aquellos polvos, vienen estos lodos. Mejor dicho, este estiércol. Nos roban dinero, perdemos servicios públicos, calidad de vida y prestigio internacional. Somos una vergüenza, del rey abajo. Y somos cómplices. 

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Comentario del blogg


Las secuelas de una historia tan larga como podrida son inevitables, sobre todo cuando se llevan centurias nadando en detritus  sociales  hereditarios, más casi medio siglo rodando de dictadura en dictadura y cuarenta y cuatro añetes de una rara transición interminable que nunca acaba de transicionarse a sí misma, y todo ello con el mínimo paréntesis de una república que solo duró echando el bofe, un quinquenio en pie, más tres añazos de agonía y desgobierno en plena guerra civil, un conjunto forjado en sus bases más profundas en la misma herrería de analfabetismo democrático, con el mismo yunque y el mismo martillo, pero, eso sí, cantando la Internacional y el himno de Riego en vez del "Cara al sol". Lo de España, por desgracia, siempre acaba dando el cante.

En la sustancia española la república nunca ha tenido arraigo, hay que ser objetivas en esta apreciación, al pueblo apaleado desde siempre se lo ganan los más bestias, porque con sus actitudes primitivas y autoritarias, -como las religiones no evolucionadas y establecidas en modo imperio-,se sienten más seguros y más cómodos en cualquier dictadura donde todo se lo dan resuelto las órdenes porcojonistas de cualquier  poder absoluto con mano dura garantizada dinásticamente ya sea por la realeza o por ordeno y mando, estoy segura de que si a la muerte de Franco hubiesen presentado como sucesor del generalísimo a un pariente o amigo suyo, el pueblo español -excepto naturalmente los protestones catalanes y vascos- lo habría aceptado sin ningún problema, a la base campechana española le resulta mucho más fácil no tener que elegir, como se hace en cualquier república basada en la democracia, un estado que requiere mucha más conciencia cooperativa y participativa en las instituciones y por supuesto otro tipo de conductas sociales donde las libertades sean también responsabilidades de las decisiones personales. Lo de España fue y sigue siendo un trauma que aun no se ha superado- Tras treinta y seis años de cloaca en firme y en primer tiempo de saludo, va y llega una transición(¡?) ¿o más bien una  transacción putrefacta, en la que el pueblo solo fue y sigue siendo espectador y víctima de los manejos del cortijo de siempre, para no perder las "buenas" costumbres de los ancestros? 

Esta situación histórica, antropológicamente enquistada y asumida como "lo normal" no podrá superarse mientras la propia sociedad no convierta en mayoritaria la necesidad de desarrollar una conciencia ética y cívica común, de la que se derive la necesidad del cambio profundo, no solo de las formas, sino sobre todo de las esencias y de las materias sociales y personales que las hacen posibles. 

La cuestión es esta ¿Pudo construirse una democracia de verdad si hasta los que la pretendían poner  en marcha y la lideraban no sabían lo que era, porque o bien se habían tirado  años en la cárcel "por rojos" o se habían  educado en el Frente de Juventudes y en la Sección Femenina de la Falange? Yo, que lo viví en directo, diría que lo segundo era lo más abundante, porque de democracia en España no había ni rastro ni recuerdo ni más referencia que el significado semántico del término griego original, al menos para quienes estudiábamos el bachiller superior e íbamos a la universidad; el pueblo se quedó  en shock al tener que votar en un  referéndum -ya amañado monárquicamente en unos términos que daban por hecho la aceptación de la monarquía como único modelo de estado posible- ,y hasta una gran mayoría proletaria y trabajadora se quedó desorientada por tener que votar una constitución cuyo lenguaje y terminología no acababan de comprender, y que según sus hábitos sociales debería ser cosa de los que mandan y no de la base social que no sabe nada de política y con trabajar como animales y ganar cuatro perras hacían bastante por dios, la patria y el rey puesto por el sátrapa de El Pardo. Ese era el clima. Qué momentazo! De ese vacío argumental y carente de valores humanos, fomentado por el poder político del momento y de la infinita transición,  se derivó lo que se produjo como resultado  de tales causas. España cambió de disfraz, pero siguió y sigue siendo la misma, que en los siglos XVIII, XIX y XX. Ningún gobierno desde 1976, ha asumido jamás en este país  la responsabilidad de educar y aportar pedagógicamente la suficiente instrucción y cultura democrática de la sociedad. España es analfabeta social, política y económica, aunque mecánicamente sabe leer y escribir, no conoce el contenido ni el significado ni la transcendencia de lo que lee, escribe, escucha y dice. Solo así se explica que Vox tenga un lugar en el Parlamento y en los gobiernos autonómicos del pp. Sólo así se explica que haya suficientes votos en las urnas para acceder a esa responsabilidad. Una base ancestral de la población, sin educar ni evolucionar, se siente a gusto y cómoda al escuchar las barbaridades con que Vox insulta la inteligencia y las conciencias de la ciudadanía menos cafre y más evolucionada y junto al pp, solo busque el insulto y el conflicto para derrocar gobiernos "enemigos" y hacerse con el poder, una actitud tan mezquina, irresponsable, y  completamente en las antípodas del bien común, que en vez de valor evangélico - que debería formar parte de su supuesto y devoto cristianismo de salón y liturgias- a ellos les suena a concepto comunista. Seguramente por eso la derecha española está en contra del Papa actual.

Con semejante carencia de valores, de conocimiento y de luces, se explica que la Justicia sea un caos, que al Parlamento, al Gobierno y a la Jefatura del Estado puedan acceder personajes impresentables en todos los sentidos, que ocupan cargos y responsabilidades que están a años luz de sus capacidades y formación humana. Sólo la ignorancia y la absoluta falta de conciencia y de reflexión puede estar de acuerdo con que una dinastía, un apellido o el lugar que se ocupa en el orden de nacimiento en la familia, sean las únicas condiciones  exigibles para ser jefe de Estado de cualquier país ¡en el siglo XXI! O que personajes que afrontan la política como una pelea de gallos y una trepa de intereses personales y de grupo mafioso, completamente negados para la cooperación y el entendimiento, lleguen a ocupar encargos de responsabilidad política, cuyo contenido, trascendencia y realización frivolizan y ni siquiera comprenden. Véanse casos como Abascal, Ayuso, Almeida, Cifuentes, Aguirre, GG (GAL/González), Roldán, Juan Guerra, Aida Álvarez, BOE, Narcís Serra, Rajoy, Aznar, Botella, Camps, Fabra, Zaplana, familias Pujol, púnicas, taulas y gúrteles infinitas de todos los colores, etc, etc, etc...Un récord "democrático" para alucinar sin necesidad de darle al cannabis ni a la mariguana ni a la cocaína, ni a las series de tv, ni a las redes sociales, ni al guasap del móvil, en fin, un mochilón completito como retaguardia intendente del sistem in failure. O un inesperado quinto jinete del Apocalipsis, encargado de rematar el descerebre de la especie cada vez menos humana y más reducida a objeto en autodemolición. Y eso ya no es cosa solo de España, para acabarlo de arreglar, pero, es evidente que en España hace estragos, precisamente por el mismo déficit social, político y cultural que arrastra, sin remediar ni corregir,  desde hace siglos. Un ejemplo más: España es el mejor refugio para las mafias, como la italiana, la rusa, la china...que en España invierten a lo bestia, sin que el Estado les ponga ningún inconveniente. Pues el Estado aquí es una tapadera de la eterna olla podrida y no el organismo responsable de la justicia, la decencia social y el bien común. ¿Será por eso, por lo que el Tribunal Supremo no xe renueva xi las mafiax del ppoder no lo ppermiten? Una "cultura"(¿?) que ha conseguido darle la vuelta al orteguiano "yo soy yo y mi circunstancia" para convertirlo en el ayusista, pepero y voxcero "yo soy yo y lo que me da la gana; los demás rojos, comunistas, separatistas y terroristas, que se jodan, que para eso mando yo con mi ego a toda vela, como aquel yate Bribón de sus majestades, los reyes vagos". 

Mientras a ese programa electoral le vote alguien, desgraciada y trágicamente, algo así,  no tendrá arreglo.

Ser expertos en esa marranada histórica y asumirla como lo más normal, deshde el shentido común, es precisamente la especialidad de la marca España, como el cocido madrileño de Lhardy, Paquito el Chocolatero, los toros embolaos, las victorias en el fútbol, el fracaso escolar, el certificado COVID o el sabroso chapapote, la contravirtud delictiva y bandolera tan simpática y turística que nos hace tan eshpeciales and to be differents!, para el turismo rentable. ¿Qué país se puede permitir genialidades como la campechanía de la real jeta o las más/carillas a 10 euros la pieza, los test de antígenos entre los 20 y los 90 euros, -que en la Europa menos indecente son gratis- mientras el ayuntamiento enriquece SICAVs y la Comunidad se especializa en filibusterismo jetulio, mientras saborea cervecitas y bocatas de calamares, esas maravillosas estrategias para no encontrarse a los ex, repartidas en cafés for relaxing people in Plaza Mayor combinados con las rechulísimas verbenas de San Isidro o de La Paloma para que nada cambie y las novelas de Galdós estén tan al día que parezcan artículos periodísticos de hoy mismo, todo,todito, igual, salvo el nombre y el atuendo de las marionetas forring office fashion

¿Qué país de la UE puede alcanzar un pedigrí torticero de semejante nivelazo en tantas especialidades mangantes sin que nunca pase nada y la corrupción se herede patrimonialmente, comodioshmanda, como se heredan títulos nobiliarios, cortijos, ganaderías bravas o tronos vicarios? De momento ninguno. Somos la releche, haciendo de los valores de Atapuerca un mágico y paranormal estado de desecho como no hay otro. Las Hispanias baten el récord en tantas especialidades dexhonextas y podridax hasta el tuétano, que seguramente ganarían cualquier competición y medalleo, si en vez de Olimpiadas hubiese Olinmierdadas. Menudo e inigualable curriculum sordium (en latín, 'basuras') Ains!