domingo, 13 de noviembre de 2011

No es oro todo lo que reluce

Adiós, por fin, a Berlusconi despues de casi veinte años de surrealismo contrapolítico. Me encantaría poder felicitar a mis queridos amigos de Italia. Pero no veo en el panorama ningún motivo de alegría ni de parabienes.
Berlusconi no se ha ido porque haya sido derrotado por una sociedad nueva, que ha descubierto nuevos valores y ha recuperado lo mejor de los valores antiguos. Porque ha creado un nuevo modo de afrontar la vida en común. Con Berlusconi no ha podido ni la justicia, ni la democracia, ni le mani pulite, ni la desesperación ciudadana de los más lúcidos -pocos-. Ni la tragicomedia del Aquila, ni le frane de Messina, ni la basura de Nápoles, ni la Camorra, ni la Ndragheta ni la Cosa siciliana. Ni los salarios en picado, ni el descuartizamiento de la ética. Ni el grito en las plazas clamando por el futuro de los jóvenes, la protección de los viejos y los derechos, la dignidad y la libertad de todos. Tampoco, aunque lo parezca a simple vista, lo ha derrotado el euro agonizante ni el desprecio manifiesto de Merkel y Sarkozy. Y mucho menos sus oponentes políticos, que se han limitado y resignado a criticarlo, ridiculizarlo y a soportarlo como una gripe crónica e incurable que ya forma parte de la propia sustancia.

A Berlusconi sólo lo ha derrotado Berlusconi. Se ha ido desmigando a sí mismo en la pírrica y esperpéntica autorepresentación. Era una narcisa pompa de jabón que ha estallado por exceso de inflamiento. A los tiranos avezados y miserables, vulgares y zafios, como el caudillofranco de España y este pelagatos de la Lombardía, sólo puede sacarles de la partida su propio ego, porque hilan tan bajo y tan denso, que tienen la extraña "virtud" de enhebrarse con una inmensa mayoría estupidizada que descubre en ellos a ese héroe de cartulina y pegamento, que todos ellos quisieran ser. Feos autoenguapecidos, pienados "patrás" como los chulos de los sainetes y de las zarzuelas, nacidos del "pueblo", supermanes de fotoshop y retoque, aprovechados usufructuantes del "momento" y tejedores pacientes como arañas de un destino ambicioso e intrigante. Mediocres y garrulos en realidad pero muy sustanciosos en ganancias personales y de clan. Héroes de telenovela bananera. Patriarcas en otoño permanente. Vampiros del aplauso, los vítores y las banderas. O impotentes traumáticos como el general gallego, o impotentes virtuales por sobrestimulación senil- sexodemente, como el Berlusca. Vidas en realidad, planas y sin relevancia real. Huecas. Buscadores de la gloria ,del prestigio y de la altura para superar su escasez de talla, tanto en centímetros como en escrúpulos. Los tiranos de menor cuantía son así. Persistentes como el txirimiri, pesados como las moscas y familiares como los propios defectos. Ésos que, para una inmensa mayoría, siempre se perdonan y se soportan hasta con cierto orgullo: "Es que uno es así. Así me parió mi madre y no puedo cambiar. Además ¿por qué tendría que hacerlo? ¿A caso los demás son santos y mejores que yo? Soy un hombre como todos". Y ese quejío demagógico les hace simpáticos a los que piensan y sienten como ellos. Que por lo que se ve y se sufre, son millones.
¿Qué macho de pro no disculparía la debilidad por las hembras macizas que se ofrecen tan encantadas a prestar ser-vicios especiales? ¿Quién de ellos sería tan sereno, lúcido y consciente como para preguntarse a sí mismo por la ética de esa "normalidad frecuentable" que se pone en bandeja tan ricamente? ¿No harían ellos lo mismo en su lugar? En cuanto a las hembras primarias que todavía no han alcanzado el estado de mujer real y completa, se puede aplicar el mismo teorema: "Qué hombre tan interesante. Es un filón. Está pachucho, fácido, teñido y recompuesto, y tiene más años que Matusalén, pero hay que ver lo que cunde su "amistad" . Te deja colocada, te hace ministra, te regala millones y puestos estupendos en la política, en el mercado o en la farándula. O en el caso del caudillo Franco, en la Falange, en el Opus, o en la abadía de un monasterio o en el auxilio social. Lo dicho, una mina". El tipo es idéntico aunque el hobby y la inclinación sean distintos.

El caso es que a estos tiranuelos de poca estatura y mucha desvergüenza, no los derrota nadie. Pasan como un tornado incivil y la gente cree que cuando dimiten o se mueren, ya está todo liberado y cambiado sin más. Y no es así. Para que un francodictador se haya muerto en su cama después de abusar durante 40 años de un país entero con cárcel y pena de muerte para los protestones y para que un Berlusconi obscenamente self made, haya permanecido casi un veintenio controlando a su gusto una democracia y haciendo su real gana en todo, sin freno ni límite alguno, hasta arruinar por completo a la sociedad que le votó con tanto quorum y persistencia, y a pesar del panorama inocultable, es que en ambas sociedades existe un feeling mayoritario con los susodichos minitiranos. Una tendencia patológica a la identificación sadomasoquista, al desdoblamiento de la personalidad.
No puede ser normal ni sano para una ciudadanía verdadera esa tolerancia a lo injusto, a lo inmundo, a lo torpe, a lo corrupto, a lo zafio, a lo osbceno y a lo indecente. No puede ser sano que en vez de declarar una huelga general que los ponga de patitas en la calle y desarrollar acciones civiles serias y continuas en el tiempo,más allá del colocón enfurruñado de la protesta, se limiten a contar chistes, inventar chascarrillos y canciones burlescas sobre su propia ruina y desgracia, mientras encienden velas a Santa Rita, la abogada de los imposibles, para que, como David Copperfield, haga el milagro de que desaparezcan por arte birlibirloque, sin que ellos, los ciudadanos, hagan nada por establecer una visión autocrítica y adulta que termine para siempre con el estado de victimismo histórico y los fenómenos par-anormales de estos salvadores de la patria, pícaros desvergonzados y delincuentes incívicos, criminales y amorales, tomados como paradigma y modelo a votar , a aplaudir y a perpetuar.

A franciscofrancobahamonde lo derrotó su enfermedad y a Berlusconi, lo ha derrotado su personaje. No los han derrotado ni las urnas, ni las protestas ciudadanas, ni la justicia, ni la democracia, ni la euroruina. Ni el ridículo internacional. Son inmunes a todo ello, porque saben que en el fondo una mayoría de su pueblo se les parece demasiado. Por eso mismo no se puede cantar victoria. Es más que posible que el tufo de estos esperpentos esté impreso en el inconsciente colectivo de los pueblos que en masa mayoritaria les han vitoreado, aprobado, elegido y admirado, tanto, como para dejarles morir de sí mismos mientras desvalijaban la dignidad, los recursos y las arcas del Estado.

Más que alegrarse, conviene analizarse para evitar las recaídas. Y en vez de perder tiempo celebrando l'addio, mejor ganarlo con una revisión a conciencia acerca de los comportamientos personales y colectivos.
Más que nada, para no repetir el bis.

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