lunes, 7 de noviembre de 2011

El eurodesastre está servido

Una vez más estamos comprobando la barbarie como institución. El refinamiento de la hipocresía política. La democracia como víctima. La mano sinuosa, mediocre, perversa y oscura que gobierna la UE detrás de la aparente filigrana cultural y civilizada de un continente a la deriva moral y social desde que el miedo y la avaricia se han instalado al mando del euro-gobierno con la indiferencia, el buenismo ilusiorio, o la irresponsabilidad cómplice o interesada. No se sabe muy bien donde limitan unas contradicciones con otras en el camino del absurdo cada vez más ruinoso y desnortado.
Grecia no puede opinar en un referendum sobre las decisiones básicas que regulan su economía e incluso su estado de derecho. Grecia está siendo usada como ejemplo punitivo y amenazante para todos nosotros. La espada de Damocles suspendida sobre la conciencia ciudadana, por si cualquier otro miembro de esta Europa "libre", intentase seguir el ejemplo pernicioso de revisar los bordes del abismo antes de dejarse caer en él.
Luego está el caso de Italia: la amenaza de que su economía la gestionen los demás porque su "desastre", bendecido, silenciado y permitido por la UE durante casi 15 años de berlusconismo, ya no es sostenible bajo ningún aspecto y la figura del protegido payaso y zafio "enfant terrible" se ha convertido además de en una burla ridícula para todos, en una ruina económica insostenible para el propio sistema a pesar de que ya lo era para los sufridos italianos desde hace mucho tiempo. El ninguneo y la falta de respeto llevada a su nivel más dadaísta y más absurdo. La ciudadanía europea ahora mismo es rehen de los delincuentes político-monetarios. Está secuestrada, como la democracia. Porque democracia y ciudadanía son inseparables. Los pueblos no. Hay pueblos gobernados por dictaduras, que no están compuestos por ciudadanos, sino por chantajeados y engañados; ciudadanos, significa ser libres para opinar, para votar, para elegir y para reformar consensuadamente lo que no funciona, evitar lo que perjudica y ampliar y facilitar lo que ayuda a crecer y a mejorar en todos los sentidos, el bien común. Los pueblos son rebaños humanos que necesitan caudillos, pastores y perros guardianes, y también generales de paisano, banca en astillero y bolsa en ristre, aunque sea sin uniforme ni cuartel, aunque se elijan en las urnas aparentemente ecuánimes. Pero los ciudadanos no son rebaño, son individualidades solidarias que piensan, reflexionan, se asocian y se respetan. Que deciden. Que pueden cambiar la dirección y el destino de su país. Faltaría más!

Se presenta un grave dilema moral para resolver. La crisis de Grecia es muy vieja, no la ha provocado el PASOK que actualmente gobierna. Se ha rescatado su economía, como la de Irlanda y como la de Portugal. Pero no es bastante, porque el gobierno sigue a la izquierda del euro-plan. Como en España, donde ninguna inversión multimillonaria del Estado ha conseguido calmar la bulimia de bolsas y agencias vendedoras de deudas virtuales y desestabilizadoras a capricho de los magnates tea party. Portugal cambió de bando, cayó la socialdemocracia y subió la derecha. Enseguida terminó el agobio finaciero, aunque el problema se agrave por los recortes, pero eso no importa ya, porque el gobierno está en las euro-manostijeras. Seguramente, en cuanto ganase el PP, en España sucedería lo mismo. Y el pueblo tiene miedo. Porque España está dividida por una línea sutil que separa ciudadanía de pueblo. La ciudadanía no teme las consecuencias de la libertad, sino que confía en ella para poder fortalecer los valores éticos de la democracia y así reciclar cívicamente los escombros del capitalismo salvaje por medio de la creación de empleo público, de la solidaridad, de la economía ética que hace pagar más a quien más tiene para sostener el despegue, el crecimiento y la autonomía contributiva de los que menos tienen. Pero el pueblo tiene miedo a que la libertad responsable no tenga sentido si el paro aumenta y la sensación de desastre se generaliza por la presión externa del euro-negocio. En España es urgente una reflexión y un referendum acerca de la permanencia o salida del sistema euro. Que se explique con claridad cuáles son los riesgos reales y las ventajas de tomar una decisión u otra. Que lo expliquen economistas neutrales. Y quizás Zapatero debería haber convocado esa consulta antes que las elecciones legislativas. Pero Zapatero, a pesar de predicar la ciudadanía, se ha comportado como un pastor del rebaño-pueblo. El miedo ha podido con él. Y tiene su lógica. Sin embargo, los ciudadanos debemos tomar conciencia de que no hay que confundir la prudencia con el miedo. En el caso que nos afecta directamente, la prudencia es salir de un naufragio antes de que el barco se hunda, sobre todo porque es un naufragio provocado, para que una vez hundido el barco de la ilusoria unión europea democrática, todos los paises libres que la componen, terminen llegando exahustos a la isla desierta de un totalitarismo económico regido por Alemania, Francia, Rusia y EEUU, con el sometimiento indigno y esclavo del resto de economías "rescatadas " o "rescatables" puestas al servicio ideológico del trust global democraticida.
De todos modos, hay muchas factores modificadores potenciales e inesperados que seguramente, cambiarán por completo los planes dictatoriales de la multinacional egocrática que nos intenta aplastar en estos momentos. Y serán ellos mismos los que provocarán su propia debacle. Nos conviene estar lo más fuera posible de su radio de acción-reacción.
Si los gobernantes democráticos de Europa fuesen inteligentes de verdad, perdonarían las deudas fantasma y dejarían de colaborar en el BM y en el FMI. Se saldrían del mercado bursátil y comenzarían un entendimiento basado en los derechos a la vida, a la dignidad, al trabajo, a la educación, a la sanidad, a la solidaridad, a la ética adminsitrativa y económica y al futuro. Aprovechando la coyuntura, podrían asociarse en otros registros. Eso sería de verdad hacer un proyecto viable y con perspectiva. Pero si los que dominan por mayoría está clarísimo que no van a dar esos pasos porque van contra su propio modo de entender la prosperidad y el crecimiento, se hará cada vez más urgente el impulso enérgico, noviolento, pero firmísimo, organizado y responsable de los ciudadanos. De las personas libres y convencidas de que se puede llegar a cambiar a mejor y no a peor.

A nosotros ahora nos toca centrarnos en nuestra realidad y elegir el modo más democrático de gobernarnos. Busquemos partidos pequeños, que no tienen intereses " mafiosos" para permanecer aferrados al poder, que se hayan caracterizado por la honestidad y no por trepar y gustar a todos, que no se corrompen y que cuando descubren la más mínima indecencia, obligan a dimitir, con miembros que sean íntegros, que no han estado dormidos en la época de vacas gordas, sino que han seguido reivindicando la mejora de las condiciones de los trabajadores, de la educación, de la sanidad, de la justicia, que no se han convertido en sicarios del falso "estado de bienestar". Pienso en Compromís, a nivel autonómico y en IU o en los partidos ecologistas demócratas (ojo!, que también los hay camuflados para quitar votos), en los que han demostrado una trayectoria coherente y solidaria, que no han cedido a la tentación del camuflaje para trepar hacia el poder ni se han segregado de un partido mayor para hacerse un reino de taifas de demagogia a la carta, como Rosa Díez, por ejemplo.
En este momento nos interesa dividir para vencer. Quitar el poder-rodillo a los que van en la misma dirección con siglas distintas, para obligarles a negociar, a escuchar, a cooperar y que se olviden de combatirse y de acusarse constantemente, de obedecer a una UE desastrosa y de doblegarse a la presión ultraliberal que nos oprime por todas partes. Una enfermedad social que sólo puede curar la conciencia despierta, la libertad responsable y la democracia basada en el conocimiento, en la justicia y en la solidaridad.

En cualquier caso, por encima de engañifas y tentaciones varias, no olvidemos que en definitiva la última palabra decisiva todavía la tienen las urnas. Quizás sea el único derecho que aún no nos han podido arrebatar, aunque parece que están en ello, viendo el caso de Grecia. Procuremos que esta vez en las urnas voten ciudadanos y no borregos acojonados. Porque lo que votamos es lo que tendremos que soportar con desgana y frustración o agradecer con tranquilidad y optimismo activo.

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