miércoles, 26 de enero de 2022

Joan Ribó. Estratègia Missió Climàtica València 2030. (2) (24/01/2022)

  

Pues sí, es normal que se coseche lo que se siembra y València ha cambiado mucho en estos años en el  camino hacia la normalidad de la salud climática, un elemento básico que con el pp nunca exisitió, en veinticuatro años ecológicamente devastadores. Aun recuerdo ver a bastantes vecin@s, al principio del cambio de orientación municipal, ignorar los contenedores específicos para el reciclaje, solo por la comodidad de no cruzar una calle, y tirar la basura sin separar en el mismo contenedor; es un gran alivio que es@s mismas vecin@s ahora crucen lo que haya que cruzar con tal de que la Naturaleza no se sobrecargue de la basuraleza que le endosamos. 

Es obvio que la labor del Ajuntament actual está ayudando a cambiar las conciencias y las costumbres; a ver si sigue cundiendo y la misma limpieza que se hace ecológicamente con los residuos va en paralelo con la de los hábitos, rutinas mentales y dicharacheros, que hacen tanto daño a la calidad de vida humana como la contaminación material, al fin y al cabo, los males y las enfermedades como el equilibrio y la buena salud, son mayoritariamente la manifestación material de lo más primario y contaminado o de lo más evolucionado e integrador y  terapéutico del ser humano. 

Es muy esperanzador que una ciudad como València, contaminada hasta las trancas durante tantos años, ahora sea una de las ciudades españolas más respetuosas con el medio ambiente. Es muy reconfortante caminar por calles y plazas libres de tráfico y viajar en autobuses que ya funcionan con energía sostenible. Sobre todo en el centro de la ciudad -donde proliferan carriles bici/patinete- se tiene la sensación de caminar por una casa enorme, abierta, tranquila y compartida por una vecindad fraternal y afable, donde tod@s tenemos un espacio próximo y limpio para disfrutar caminando o pararnos a contemplar un jardín o un puesto de plantas o de libros, sin carreras ni prisas por pillar los semáforos en verde, encontrar las terrazas al solet o a l'ombreta, donde los chiquillos pueden jugar sin peligro mientras los padres y madres charlan y picotean algo, instaladas en medio de las calles que antes eran un desfile constante de coches y autobuses y solo la estrechez de las aceras eran el único paso disponible para seres humanos y mascotas.

 La peatonalización de las grandes ciudades hace un efecto parecido al que se produjo en el confinamiento de la primera ola Covid-19, cuando la ciudad, en ausencia de la mugre y del  amontonamiento habituales se quedó vacía y empezó a llenarse a todas horas de pájaros cantores, de mariposas, patos y  ocas, conejos y liebres, ciervos, perros y gatos campando a sus anchas, alguna gallina despistada y algún jabalí de propina...Por primera vez en muchos años, era posible percibir el roce de la brisa entre  los árboles junto al aroma de los naranjos en flor, unos placeres y regalos naturales que el imperio de la mugre nos había arrebatado, eso sí, con nuestro permiso y nuestra propia cooperación.

 Realmente esta sociedad devastadora no existiría sin el consenso resignado de quienes votan, mecánicamente teledirigidos, a quienes solo valoran el dinero y la destrucción disfrazada de "progreso", por encima del derecho a una vida mucho más sana y feliz, sí, con menos comodidades, telefonías y aparatejos, cuando tanta comodidad despendolada mata tanto la naturaleza como a nuestra propia especie, que sin la Naturaleza no puede existir aunque los expertos en mecánica y robots, digan lo contrario. Las máquinas y sus sistemas necesitan seres humanos que las piensen, las dirijan, las mantengan, las revisen y arreglen, eso solo puede ejecutarlo el ser humano y ese ser humano sin Naturaleza no es posible, por mucho que esa realidad incomodísima les fastidie el negocio a tanto  algoritmo semoviente, y activista del mataverso...Es lo que hay! 

A València solo le falta dar un paso valiente e imprescindible para ser una crack climática auténtica: transformar las primitivas y ya insostenibles Fallas, olvidando las cremàs y las mascletàs. La atmósfera terrestre ya no puede más, ni la biosfera tampoco. Hay que  inventar y promover otras actividades sostenibles con que celebrar cada año la llegada de la primavera y el reciclaje de lo que hasta ahora se viene quemando: los ninots, como sustitutos de los antiguos trastos viejos. Los trajes, las danzas, las paellas en la calle, las ofrendas, la música, todo es genial, menos el sindiós de les fogueres y la contaminación salvaje, en todos los sentidos, de les mascletades diarias desde el primer día de marzo hasta el 19, más el añadido de las que se multiplican diariamente en cada falla de la ciudad durante la semana fallera con las correspondientes cremades. Una barbaridad, que seguramente se ha ocultado al solicitar que la UNESCO haya permitido  que Las Fallas se conviertan en patrimonio inmaterial de la humanidad, mientras con ellas se destroza el medio ambiente de un modo feroz, algo por lo que la OMS habría puesto el grito en cielo si supiera lo que hay. Basta volar a o desde València el 20/21 de marzo, para ver en qué condiciones está la estratosfera sobre la ciudad, después del infierno divertidísimo con el que se celebra a San José y sagrada familia, mientras desde abajo el cielo se ve azul, desde arriba todo es como un hongo espeso y gris que recuerda las explosiones atómicas y que además se expande mucho más allá de València, se adentra sobre el mar y los territorios vecinos. Las Fallas como son ahora, se han convertido en un verdadero atentado climático. Son, por desgracia,  cada vez más l@s valencian@s que se ven obligad@s a marcharse de la ciudad durante las fiestas porque su salud lo exige: enfermos crónicos, alérgicos, y personas mayores, bebés, convalecientes, trabajadores que curran de noche y tienen que dormir de día, porque con el estruendo ni de noche ni de día se puede dormir, etc. Añadamos el estado patológico ya endémico de la pandemia actual y sus secuelas respiratorias pululando entre humos y pólvoras falleras con aerosoles disparados y repartidos entre vacunados que pasan dos o tres veces el Covid en formatos diversos, divertidísimos con tanta variedad de modelos víricos y los antifaces/mascarilla  de un infinito carnaval permanente, eso sí, todos con síntomas llevaderos y menos graves en plan inmunidad rebañil, que eso anima mucho, en fin, una odisea ante la que Ulises y sus marineros se quedarían alucinando, ains!

Antes que divertid@s, juerguistas y folloner@s, somos seres humanos. Lo contrario es la locura y el destrozo. La creatividad y la fiesta pueden y deben ser mucho más sanas y agradables. Quienes gobiernan tienen la ineludible responsabilidad de no ser cómplices, para sacar votos -y en la derechona hacer negocio-, y para que la barbarie  se convierta en una herramienta política "normalizada",  eso es la debacle para la ciudadanía y para la misma humanidad. 

No conviene dormirse en los laureles del jolgorio irresponsable per mès diners que es guanyen amb les festes, quan el preu més important és la salut del Planeta y dels mateixos valencians, estimats i estimades germans i germanes. Pensant especialmente als nostres germans i germanes que no tenen res ni puguen pagar.se un casal faller i es traguen la vostra merda cremada i explosionada.

Una tierra tan bonita, rica y alegre como València, gente con tan buen corazón, pero aun dormida en muchas cosas importantísimas, no se merece ese fallo garrafal climático que es la disfunción insostenible de las actuales fallas. Si fallateamos menos y mejor, acertaremos más. Eso seguro. Si queremos un mundo mejor y más sano, no lo achicharremos, y encima, para acabar cocidos y fritos en él, porfis! Una terrible herencia para nuestros jóvenes y niñ@s!

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