sábado, 22 de enero de 2022

Ay, esa Rosa Luxemburgo, qué pedazo de conciencia y de alma, qué conexión con la esencia de la fraternidad y de la justicia...Leerla ahora es como leer las noticias del día. El imperialismo cambia de traje y de poses, pero sigue siendo el mismo en su falta de humanidad y de verdadera inteligencia. Ainsss!

 

GOLPE A GOLPE

“No mires arriba”: Rosa Luxemburgo y la barbarie imperialista

La revolucionaria polaca fue encarcelada varios años durante la guerra, perseguida por sus discursos antibelicistas. Pero los ataques no provenían solo del Estado alemán, sino también de su partido

Josefina L. Martínez 22/01/2022

Público/CTX

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En 1902, Rosa Luxemburgo escribió un breve y vibrante artículo para un periódico de Leipzig acerca de la tragedia de Martinica. La catástrofe ocurrió el 8 de mayo, cuando el volcán Mont Pelée comenzó a escupir lava y nubes tóxicas sobre la pequeña ciudad puerto de Sant Pierre, en la colonia francesa del Caribe. En pocos minutos, arrasó con más de 30.000 vidas humanas.

“Montañas de ruinas humeantes, pilas de cuerpos estrujados, un mar de fuego, vapor, humo, lodo y cenizas dondequiera que vayas: eso es todo lo que queda de una floreciente y pequeña ciudad que sobre la pendiente rocosa del volcán se posa como una golondrina”, escribió Luxemburgo una semana después.

El artículo de la revolucionaria polaca apuntaba en primer lugar contra la responsabilidad del gobernador designado por Francia para regir Martinica, territorio colonial de la República francesa. Las autoridades habían sido advertidas un mes antes sobre el reinicio de la actividad volcánica y una comisión especial recomendó desalojar la isla. Había tiempo para prevenir lo peor, pero se ignoraron todas las voces. Las elecciones estaban muy cerca y el gobernador se ocupó de llevar un mensaje a la población: “¡Todo está en orden! ¡No hay razón alguna para alarmarse!”.

Tras el mensaje del gobernador, la mañana del día 8 el gigante de fuego entró en erupción y el pueblo entero quedó enterrado, indica Luxemburgo. Postales de fuego, lava, humo y cuerpos petrificados. Solo quedaron dos sobrevivientes en tierra. Las embarcaciones que atracaban cerca de la costa se prendieron fuego, con la tripulación a bordo, transformados en barcos fantasma. “¡Todo está en orden! ¡No hay razón alguna para alarmarse!” [¡No mires arriba!].

Luxemburgo escribe con sensibilidad y furia para señalar las responsabilidades políticas detrás del desastre, atribuido por la prensa y los gobiernos a una fatalidad natural. Finalmente, apunta contra la hipocresía de los centros del poder imperialista, los discursos “humanitarios” y falsos lamentos de los gobiernos europeos por las mujeres y los niños muertos en Martinica.

Así, se pregunta: “Pero ¿qué ocurrió cuando, siglos atrás, Francia derramó sangre a torrentes en las Antillas Menores y Mayores? En el mar a lo largo de la costa este de África se halla una isla volcánica, Madagascar. Allí vimos cómo, hace 50 años, la República que hoy llora desconsoladamente por los niños perdidos doblegó bajo su yugo, a cadena y espada, a la tenaz población indígena. Ningún volcán abrió su cráter allí: las bocas de cañón vomitaron muerte y destrucción; el fuego de artillería del ejército francés arrasó de la faz de la tierra las florecientes vidas humanas hasta que el pueblo libre yació postrado, en el suelo, hasta que la reina morena de los salvajes fue sacada a rastras, como trofeo, a la Ciudad Luz”.

Rosa Luxemburgo no transige ni un milímetro ante los actos imperiales. Ella recuerda que las botas militares de Francia, Inglaterra, Alemania y Rusia se encargaron de “pisotear cuerpos humanos, cadáveres de niños y caminar en vados de sangre, con muerte y miseria delante de ellos y a sus espaldas”. Esta denuncia sobre las masacres del imperialismo adelantaba lo que sería una catástrofe planetaria una década después. El 4 de agosto de 1914, la fracción socialdemócrata del Reichstag votó a favor de los créditos de guerra. Aprobaban así la participación en la gran carnicería mundial, al lado de su propia burguesía imperialista. Esa fue la gran traición de la socialdemocracia, uniendo filas en el frente nacional.

Luxemburgo concentró la denuncia hacia el imperialismo y el militarismo en uno de sus escritos más sobresalientes: “La crisis de la socialdemocracia alemana”, también conocido como Folleto de Junius. Según Guillermo Iturbide, traductor y compilador de Socialismo o Barbarie, una cuidada selección de obras de Rosa Luxemburgo (Ediciones del Pensamiento Socialista Karl Marx, 2021), el Folleto de Junius constituye “una verdadera obra maestra de la teoría marxista como análisis de las causas de la Primera Guerra Mundial, que ha vencido el paso del tiempo a pesar de la multitud de obras escritas sobre el tema”. Iturbide explica que, antes de la Primera Guerra Mundial, en los Congresos de Stuttgart (1907) y Basilea (1912) la Segunda Internacional había aprobado sendos manifiestos contra la guerra imperialista. Sin embargo, la izquierda revolucionaria a la que pertenecían Luxemburgo, Liebknecht, Zetkin, Lenin y Trotsky “fue la única que finalmente llevó a la práctica estas palabras, poniendo en pie movimientos en las potencias imperialistas de ambos bandos, bajo la consigna El enemigo principal está en el propio país”. Rosa Luxemburgo fue encarcelada varios años durante la guerra, perseguida por sus discursos antibelicistas. Pero los ataques contra ella no provenían solo del Estado alemán, sino también de la dirección de su propio partido.

El Folleto de Junius incluye la urgente reflexión de Luxemburgo sobre la disyuntiva de socialismo o barbarie. Ante el atronador despliegue de cañones y el entierro de toneladas de carne humana en las trincheras, Luxemburgo afirma que la guerra es una regresión a la barbarie. Por eso, o triunfa el imperialismo y provoca la destrucción de toda cultura –sostiene–, o triunfa la ruta de la revolución y el socialismo.

Desde entonces, con el desarrollo de la época imperialista, las catástrofes, masacres y genocidios de masas no han dejado de multiplicarse. Una y otra vez, el imperialismo intenta justificar bajo ideas “humanitarias” o “democráticas” las intervenciones militares en Medio Oriente, Asia o África. Pero esas mismas potencias expolian los recursos y dejan sin vacunas a gran parte del mundo, en medio de una pandemia, para defender los intereses de las grandes multinacionales. Hoy vuelven a sonar tambores de guerra en el este de Europa y el gobierno “más progresista de la historia” se alista para enviar tropas al mando de la OTAN.

Hace unos días se cumplieron 103 años del asesinato de Rosa Luxemburgo, a manos de un comando de Freikorps, bajo las órdenes de un gobierno socialdemócrata. “La alternativa de Luxemburgo, de socialismo o hundimiento en la barbarie, vuelve a cobrar actualidad”, señala Iturbide en la Introducción a la compilación de escritos de la autora. “El capitalismo, como lo vivimos hoy, tiene aspectos de catástrofe: pide a gritos que acabemos con él. Ese es el asunto que sigue quedando en las manos de las generaciones actuales y las por venir”, señala. Y hace referencia a la idea de Walter Benjamin acerca de las revoluciones como freno de emergencia ante la catástrofe del capital.

“¡Todo está en orden! ¡No hay razón alguna para alarmarse!”, aseguraba el gobernador de Martinica antes de quedar enterrado bajo la lava. [¡No mires arriba!] “El orden reina en Berlín” aseguraban los enterradores de la revolución alemana en 1919. “El orden reina en París”, gritaron antes los soldados de Versalles que regaron la sangre de 30.000 comuneros en las calles de la “ciudad luz”. Un “orden” de este tipo, que debe ser mantenido periódicamente por sangrientas carnicerías, merece ser destruido. Así lo escribió Rosa Luxemburgo en su último artículo, el 14 de enero de 1919, un día antes de ser asesinada: “¡El orden reina en Berlín! ¡Estúpidos secuaces! Su orden está construido sobre arena. Mañana, la revolución se levantará de nuevo, atronando y se anunciará para su horror con sonido de trompetas: ¡Fui, soy, seré!”.

*El artículo de Rosa Luxemburgo sobre Martinica fue publicado el 15 de mayo de 1902 en el periódico Leipziger Volkszeitung. Traducido al castellano por Alejandra Ríos.

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Josefina L. Martínez

Periodista. Autora de 'No somos esclavas' (2021)

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