martes, 11 de enero de 2022

El mejor selfi enviado directamente desde Harvaravaca y pillado al vuelo. Jo, Manel Fontdevila, qué acierto, xd! Esto sí que es dar en el clavo jamonero de las crónicas marcianas en fiambre y en directo!!!

 Bulos noticiables 

eldiario.es  

P.D. 

¡Pobre hermano cerdito! Yo misma conviví de pequeña unos meses, en casa de mis abuelos, con dos cerditos recién nacidos, a los que 'bauticé'  como Jabalón y Jándula, los nombres de dos ríos manchegos afluentes del Guadiana y del Guadalquivir respectivamente; era mi primer año de Bachiller, y yo que tenía once me buscaba normas nemotécnicas por todas partes para recordar nombres de ríos, montañas y comarcas de la Geografía de España, que era la asignatura más abrumadora de aquel curso a la hora de memorizar en los exámenes. 

La historia de aquellas criaturitas creo que me ayudó a despertar la conciencia. Un domingo por la mañana, en Puertollano, una ciudad manchega en el límite entre el Campo de Calatrava y el Valle de Alcudia, mi abuela Virginia, catalana de Organyà, volvió de misa de 8, en pleno invierno, sin abrigo y con dos cerditos recién nacidos en un cesto. A mi madre casi le da un soponcio. Aun recuerdo la escena con todo detalle: 

-"¡Por Dios, mamá! ¿Qué es esto?"

-"Pues nada, que vengo de misa y en la puerta de la iglesia al salir, me  he encontrado sentada en el suelo a una mujer con alpargatas y congelada, tratando de vender estos dos cerditos que han nacido hace unos días. La familia vive cerca de la mina de Asdrúbal, no tienen nada para comer, cuatro hijos, el padre sin jornal y la madre desesperada, no tienen luz, el agua la traen de una fuente para lavarse y guisar cuando pueden guisar, claro..La madre esta mañana se ha levantado, antes que nadie, ha metido los animalets en este cesto hecho polvo y se ha ido por ahí para venderlos, como no encontraba gente por la calle ni los domingos hay mercado, se ha puesto  en la puerta de La Asunción, -la parroquia-, para pedir limosna a la gente que va a misa. Se los he comprado por trescientas pesetas."

-"Mamá estás loca de remate. ¿Donde vas a meter estos bichos?, ¿Y dónde está tu abrigo, con el frío que hace?"

-"Los pondré a vivir en el gallinero que está vacío. Y ya veremos luego. El abrigo se lo he dado a Catalina, la mujer que a la que se los he comprado. Y abrigos,  yo tenía dos, ella ninguno."

-"Pero le has dado el más nuevo ¡el más caro!"

-"Pues claro, en esa situación no iba a venir a casa para cambiar de abrigo, lo primero era abrigar a esa criatura al borde de la congelación. A mí me da igual el modelo y el tiempo de la prenda, sobre todo me alegro de que ella lo use, yo me puedo comprar otro, ella no tiene ni para comer. "

Mi madre se calló. El abuelo Manuel, extremeño de Manchita, entró en la cocina, abrazó a la abuela y le dijo:

-"Cuánto me alegro de que estos animales estén aquí y de que tu abrigo esté donde tiene que estar".  Eran almas gemelas, sin duda.

Los cerdetes estuvieron en el corral hasta que ya no era sostenible el asunto, crecieron una barbaridad, se saltaban las vallas, empujaban y abrían la puerta del corral, se paseaban por el patio, se subían a la azotea y destrozaban las plantas, pero a mí me encantaban y para colmo me obedecían y me seguían como mascotas, eran como hermanitos pequeños (especialmente para mí, una hija única hasta los 17 años, cuando nació mi único hermano seis años después). 

Un buen día vuelvo de clase y los cerditos no están. Los abuelos me explican que ante la situación, se los han llevado a una granja para que pudiesen estar en mejores condiciones. Me dio mucha pena y lloré en silencio; comprendía que lo mejor para ellos era aquella decisión, estarían en el campo, libres, corriendo sin molestar a nadie ni destrozar macetas ni mordisquear los geránios ni el jazminero, ni las petunias de la terraza...Hasta que una tarde mientras estudiaba en mi cuarto, escucho que han llamado a la puerta, salgo, abro, y me encuentro que traen unas cajas con embutidos, jamones y paletillas. Era lo que quedaba de Jabalón y Jándula.

Lloré como una Magdalena. Me enfadé muchísimo con mis abuelos, hasta que logré ponerme en su lugar: ellos no me dijeron la verdad para que no sufriese, pensando que con el tiempo y siendo una niña de 11 años, yo asimilaría la situación y acabaría por hacerme bocadillos de jamón, chorizo, lomo y sobreasada, con aquel maravilloso caudal alimenticio. Me costó meses superar el dolor e integrar en la dieta a mis queridos hermanitos animales. Estoy convencida de que mi vegetarianismo desde hace casi cuatro décadas tuvo su origen en aquel episodio traumático, que me dejó una huella indeleble. 

Al ver la crueldad de estas granjas atroces y las fotos en la prensa, no puedo evitar que la memoria se desperece, me acompañe y me lleve hasta los paisajes de un ayer que al parecer no era tan duro y desalmado con los seres indefensos como el hoy. Al menos en aquellas granjas los animales se movían en libertad por el campo al cuidado de los granjeros, que solo les reunían para pasar la noche a cubierto y para darles pienso y agua. 

No culpo a quienes son carnívoros, yo también lo fui y entiendo que vivir en una sociedad como ésta, nos impide evolucionar para que todo sea más rentable, hasta la enfermedad que produce el abuso de proteínas y sustancias animales es un gran negocio "sanitario" y farmacológico.  Lo que ya empieza a no tener sentido alguno es cargarse la atmósfera y el equilibrio climático del planeta a base de consumir a lo bestia animales maltratados y pésimamente alimentados e intoxicados por medicamentos que en plan natural nunca necesitarían, cuya proliferación está, para más inri, produciendo carbono en cantidades ya insostenibles para el propio biós, mientras para construir más granjas se destruyen espacios con árboles, bosques y selvas que son el pulmón del planeta y hasta se queman para poder aumentar los espacios de monocultivos. 

En este plan me pregunto ¿qué Planeta heredarán nuestros hijos y nietos si es que queda tiempo para heredar algo? 

Ahora hay que centrarse en que nuestras potencias internas aún sin estrenar mayoritariamente, se despierten y se pongan en marcha, en recuperar nuestro tiempo y libertad interior para descubrir quienes somos y para qué estamos aquí y ahora, precisamente en medio de este pifostio globalizado. Salir del bucle que nos tiene prisioner@s en lo que sucede para que no veamos lo que Es y puede llegar a Ser

En vez de mirar pantallas para estar al día en las mentiras y demás drogas duras  que nos dejan la mente lavadísima hasta con salfumán neurolingüístico, miremos el cielo, la tierra, la calle, los árboles, las hojas, los pájaros, los colores, al agua, los seres humanos y los animales que se cruzan con nosotr@s, compartiendo luz y fuerza, haciendo un ejercicio de atención liberadora acompasada al caminar, al respirar, al mirar, al pensar, al sentir, y luego, agradecer al wifhi infinito, el puzle que somos, su generosidad creativa, el fluir, el amor y el humor. La oportunidad de cada instante.

Así cada día crecerán en nosotros y en nuestro entorno, cada vez más amplio, nuevos espacios inaccesibles a la invasión, porque hagamos lo que hagamos, la siembra y la cosecha de los campos internos es intocable si sabemos desatar y cortar nudos gordianos, dejar a un lado los agujeros negros que la luz nos irá haciendo visibles cada día con más intensidad y constancia. Mientras las clases en la escuela interior nos enseñan a vivir en una bifurcación cada día más estable y armonizada, tomando apuntes sin parar en el cuaderno de la conciencia, que luego se expande en nuestros pensamientos, palabras y actos.

Por intentarlo no perdemos nada. Al contrario, ganaremos experiencia y resiliencia. Y como consecuencia, también, irá naciendo un nuevo formato de una alegría, sin barullo, sin tracas emocionales, sin causa aparente, pero indestructible. Creo que le podemos llamar felicidad, sin riesgo de sobrevalorarla.

Ánimo, familia, que el tesoro auténtico que tenemos en potencia y podemos convertir en actos, es mucho más de lo que reluce, enreda y farda!



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