lunes, 18 de octubre de 2021

Gracias, Ana, una vez más. El poder entronizado por comodidad injustísima es el peor veneno para cualquier sociedad; lo necesario e imprescindible no es el poder, sino el servicio honesto y decente de las instituciones democrátricas a la ciudadanía a la que representan y por ello las elige y las mantiene con sus impuestos, no al contrario, como lo entiende la institucionitis crónica del bando diestro en arramblar con todo, en especial, la demolisis española. Así andamos.

 

Dominio público

La secta de la censura

Un manifestante sostiene una pancarta durante una concentración en la Puerta del Sol contra las agresiones a las personas LGTBI, a 8 de septiembre de 2021, en Madrid. Ricardo Rubio / Europa Press

Cuando los nazis, los fascistas, los franquistas o la Inquisición la tomaban, por ejemplo, contra los judíos, los comunistas o socialistas, los homosexuales o las 'brujas'2356 (mujeres fuera de la norma católica), respectivamente, no era porque esa realidad fuera anormal o excepcionalmente maligna, sino porque su totalitarismo e intolerancia les hacía temer una realidad diversa que ellos no pudieran controlar. El miedo a lo desconocido, y por ello incontrolable, muchas veces es la antesala del odio.

La semana pasada conocíamos con lógica sorpresa (al menos algunas) que el juzgado de lo contencioso número 1 de Castellón retiraba de los institutos "32 libros sobre temática LGTBQIA+, géneros y orientaciones disidentes, relaciones sexo y/o afectivas fuera de la norma atendiendo a la solicitud de Fundación de Abogados Cristianos".

La negación violenta de la diversidad que atraviesa al mundo es un síntoma de la enfermedad de la intolerancia, agravada en este siglo por el surgimiento de grupos y políticos de ultraderecha amparados y financiados (siempre) por movimientos ultrarreligiosos, que aspiran al poder absoluto. Vean la serie El Reino (Netflix) y me cuentan.

Los intolerantes, sean católicos, protestantes, musulmanes o evangélicos, se niegan a admitir la realidad que tienen ante sus ojos, que no es "una ideología", como ellos argumentan, sino una realidad demostrable empíricamente. Una realidad que está ahí, que existe, que convive con nosotros y que debe ser normalizada, conocida e integrada por cuanto no solo no hace daño ni resta, sino que suma y es siempre un valor añadido para las sociedades. Negar que existen homosexuales, bisexuales o transexuales, entre otras muchas identidades, es lo mismo que negar que existen las razas; es hacer la vista gorda ante una riquísima pluralidad humana.

La decisión de la jueza de Castellón dando la razón a esa secta ultracatólica que son los Abogados Cristianos —que no son cristianos, sino censuradores profesionales— viene a confirmar una vez más el sesgo religioso y católico sigue condicionando la vida de la gente en España. Nuestros hijos e hijas, más allá de lo que les podamos inculcar en cada casa, deben y tienen el derecho (porque su derecho como niños/as va mucho más allá que el de la tutela de sus padres y madres sobre ellos) de recibir una educación acorde con la realidad. Y no, la realidad de la diversidad no es ideología: es una realidad palpable, existente, material, descriptible y cuantificada. Una diversidad que es y, como tal, debe ser contada y conocida para evitar situaciones de exclusión, desconcierto y autonegación. Si los intolerantes quieren hacer de sus hijos e hijas, y de los de todos/as nosotros, unos infelices ignorantes y desde los tribunales les están dando la razón, tenemos un problema: o gobiernan ellos con su ceguera y cerrazón o gobernamos nosotras con la realidad de la diversidad. Ya está bien. 


  Comentario del blogg:


Es terrible que las leyes estén secuestradas y recortadas por las oligocracias plutócratas, que solo se pueden sostener con la opresión, la condena y la amenaza constante contra lo que no se entiende y por ello exige el trabajo y el esfuerzo de la empatía social y política, de la capacidad para ponerse en el lugar de quienes reclaman sus derechos fundamentales, como lo es el reconocimiento y el respeto a quienes carecen de un lugar para integrarse social, cultural y humanamente. 

La inclinación o la condición genérica no es cosa "corregible", como cree la derecha más cerril, por medio del castigo, la represión que intenta esconder realidades inescondibles que luego estallan y provocan un problema gravísimo de traumas y malos tratos sociales constantes, porque no se entiende ni se explica el fundamento humano de una  configuración natural psicoemocional e intelectiva, un camino evidente que no se puede evitar a estas alturas de la evolución de nuestra especie. Sencillamente requiere social e individualmente una pedagogía que trabaje la sensibilidad para comprender lo diverso como algo inseparable del factor humano, la lucidez para ayudar y el amor para acompañar y cuidarnos un@s a otr@s, por encima del género, del número, de exclusiones insostenibles y de daños devastadores y delictivos, que marcan, marginan y destruyen a los seres humanos si no presentan las mismas características de género consideradas "decentes" por la minoría oligócrata que maneja la banca y la administración de los prejuicios considerados virtuosos o impresentables, si no se consiguen ocultar y esconder "dignamente" para el sistem in failure.

Los valores de la transparencia y de la verdad sin paliativos, son el fundamento de toda la convivencia social sana y urgente, en un mundo ya obligado a entenderse por pura sostenibilidad y resiliencia. En el que debería preocuparnos y ocuparnos mucho más dejar atrás luchas y hostilidades, que fomentarlas y alimentarlas; ya deberíamos haber aprendido la lección interminable, con las barbaridades que hemos soportado en nuestra historia antropocénica. 

Ni ideologías ni religiones, ni moda, ni etiquetas, ni sistemas político/económicos pueden ni deben ponerse por encima de la conciencia y de la ética, sino emplearse como herramientas de una evolución compartida y sin fracturas trituradoras, que nos enfrenten y destruyan de un modo tan absurdo como injusto y bárbaro. 

La memoria histórica, además de para recordar la ferocidad de una guerra civil y de una posguerra horripilante de casi cuarenta años, está para eso, para tener siempre presente la capacidad humana del rescate, del arrepentimiento y del perdón constructivo y terapéutico,  la reparación y la prevención civilizadora, ante el abismo de la atrocidad asumida como "normalidad cultural". Por ejemplo, condenando la homosexualidad y disculpando la pederastia, condenando la falta de libertad sexual y proponiendo considerar la prostitución un empleo tan digno como cualquier otro, predicando dogmas para ir al cielo del poder y esclavizar al prójimo que no puede nada. Manipular y engañar para hacerse los amos de todo y forrarse en el empeño, sin pensar ni tener en cuenta nada más que las propias fijaciones e intereses miserables del egocentrismo personal y grupal, haciendo de la propia miseria cegata, una causa sine die para la maldita "lucha" de egos patológicos en desigualdad supina, que solo consigue mantener un estado caótico, que se retroalimenta en un callejón sin más salida que el desgaste y la depresión social y personal. Porque la clave del cambio colectivo si no procede de los adentros de la conciencia solo es y será ceniza que el viento se lleva tras cada incendio y sus hartazgos. 

No es la hostilidad, el rechazo ni la mala leche intoxicando las ideas lo que nos ayuda a mejorar y a cambiar actitudes cavernícolas por otras mucho mejores para todos y todas, sino la escucha, la pregunta, el diálogo, el profundo respeto compartido y sobre todo nuestras acciones, la realidad que somos capaces de regenerar y transformar, sin olvidar jamás el imprescindible imperativo categórico kantiano, que debería  ser el eje de toda sociedad y de toda convivencia humana: "Obra de tal modo, que tu conducta pueda convertirse en norma universal" 

Esa actitud y esa pedagogía hecha conducta y convivencia es la única manera de crecer como seres humanos y de abandonar el automatismo frívolo y cerril que ahora mismo lleva la batuta de la actualidad y de sus histerias en la nave del Titanic actual, que hoy son una tragedia y mañana mismo serán  olvido ante una copa de fútbol, un chascarrillo del Intermedio, un atentado  contra la inteligencia por parte del pp madrileño,  o un desfile de corruptos internacionales acompañando al pp para que no se sienta tan solo ante vox, o  una erupción que no podemos cortar ni manipular o cualquier salida disparatada o cualquier zasca ingenioso en unas redes cada vez más asociales a ritmo Co2 de forocoches fashion y ocurrencias "expertólogas". 

Lo de los "Abogados cristianos" es una mascarada para manipular fijaciones e inmadureces, que tantas veces se camuflan de dogmas "sagrados", cuyas ideas fijas sirven para bloquear conciencias por el miedo, la inseguridad y la manía de controlar un mundo que no entienden ni saben gestionar desde la honestidad,a humildad y la ética. Una careta más para ocultar miserias. Ojalá pusiesen el mismo interés en condenar y eliminar la pederastia y la corrupción católica, que han puesto en este ataque legalista, que no justo,  contra los derechos de homosexuales, bisexuales y transexuales. Quienes viven de verdad unos valores espirituales nunca condenarían a ningún ser humano por su condición sexual, todos somos hijos y brotes del mismo espíritu cósmico que nos hace libres, que no impide ni obliga a nadie a mostrar su condición de género. Y que es amor por encima de todo. Bloquear la formación y el conocimiento en la enseñanza de los comportamientos y tendencias sexuales, no solo no es "malo", es necesario, para afrontar unas formas de vida que en tiempos pasados no existían nada más que en la clandestinidad, la ocultación y el trauma, el abuso, la violación y la hipocresía. Ser hipócritas y discriminadores no nos hace mejores personas, solo más miedosos, fanáticos, inmaduros y tontos. Eso sí, mucho más manejables, sumisos y alienados.

Como muy bien dice nuestra querida Ana Pardo de Vera en este artículo: ya está bien ¿ no? Digamos basta y abramos vías nuevas para salir del fango interminable, antes de que el propio fango haga el "milagro" pringoso de convertirnos en su propia insustancia esperpéntica. Divina de la muerte. Ya te digo.

 


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