viernes, 22 de octubre de 2021

Evidencias insoslayables. Desmontando tinglados ¿El modelo de estado en una verdadera democracia se elige o se impone? Porque in Spain no se sabe qué hay que hacer. ¿O sí se sabe, pero no se quiere admitir lo que se sabe y no se quiere hacer? ¿Por qué? Ah, chi lo sa...!

 

 

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¿A cuántas personas que conozcas, incluíd@ tú mism@, lector o lectora, les ha preguntado alguien alguna vez en una encuesta del CIS, qué modelo de estado prefiere, eligiendo entre república o monarquía? 

Llevo años investigando y preguntando esa misma cuestión, en todos los lugares en los que he pasado o vivido varios años, obligada por los traslados de destino laboral del pater familias, y a veces, con quienes voy coincidiendo en los viajes, hoteles, balnearios u ocasiones de charlar y compartir amigablemente en la frutería, en el súper o en la cola del cine o con el taxista o con las compañeras y compañeros de viaje en autobús, por ejemplo y jamás, jamás, he tenido la ocasión de encontrar a alguien que haya podido afirmar su participación en la maravillosa y democrática verbena de las encuestas sobre las preferencias estatales de la población. 

Jamás se ha hecho en este país un trabajo social, informativo y mediático, una seria y trascendente invitación del Gobierno y del Parlamento a la ciudadanía para que se informe con datos verídicos, y participe conscientemente en una gran encuesta transparente y clara, en la que haya testigos de plataformas sociales verificando la realización y la no manipulación de la consulta. Y que esa consulta, por fin, sea sobre el modelo de estado. Y que no sean l@s expertólog@s de la opacidad perenne, siervos y vicarios de los intereses Ibx35, y de la prensa como negocio sirviendo al mejor postor y pagador, quienes constantemente nos bombardeen y laven el cerebro con sus reflexiones precocinadas  a la carta. Da lo mismo que sean la política sucia o el dinero necesario para sobrevivir, los móviles que alimentan la transacción constante. No son éticos ni transparentes y por ello no son creíbles. Sin más.

Debería ser el estado, si fuese ético, digno, creíble y responsable, el primer interesado y promotor en facilitar la aclaración política de su propio sentido político y social, y servir los datos en modo encuesta limpios, accesibles,  y no solo manipulados a lo Uri Geler o David Copperfield, en los que nadie puede confirmar que el Estado le ha preguntado qué forma de gestión estatal prefiere en España, eligiendo entre república y monarquía. Deshaciendo, así,  por fin y para siempre, las telarañas pringosas del miedo que inoculó el franquismo y siguen alimentando extremas derechas sin parar, sin reflexionar, embarullando y confundiendo aposta la libertad civil con el caos y el libertinaje analfabeto y tóxico con la libertad real, y el derecho con la Cueva de Alí Babá, en la que es imposible que los derechos humanos no lleven consigo los deberes morales imprescindibles humanos.  Derechos y deberes que se deshacen per se si no existe la inteligencia emocional de los mejores sentimientos en el servicio público de la política institucional, la ciudadanía completa. Sin exclusiones ideológicas, religiosas, económicas y convivenciales. A lo mejor darle un poquillo que aportar a Montesquieu, en la educación desde la infancia hasta la universidad, podría mejorar algo el panorama en el pantano de la depresión social, que reproduce tan acertadamente Michael Ende en La historia interminable.

Esa opacidad inercial, perdida en la nada y en el nadie, es la misma que solo enreda papeles y retrasa sine die las soluciones más urgentes, como regular por decreto y con inspección activa del propio estado, que los asuntos más  urgentes e imprescindibles se resuelvan en los plazos improrrogables. Porque de lo contrario son papel mojado y una burla absoluta de la legitimidad y de la legalidad de las propias instituciones. Una farsa que se desautoriza y criminaliza a sí misma. Por ejemplo, que a un muerto le llegue la ayuda social que había solicitado hace mil años, cuando ya no la necesita, porque murió en la esquina pidiendo limosna. Eso lo he visto, no me lo ha contado nadie. Por eso en España nunca coinciden las soluciones imprescindibles  con la urgencia de su aplicación. El fatídico y decimonónico "vuelva usted mañana" de Larra, sigue viento en popa y a toda vela como la Canción del Pirata de Espronceda. 

 No es nada extraño que, -en  semejante barullo en el que el caos de la indecencia y el barrer p'adentro se retroalimentan como lo más natural-,  las encuestas se hagan entre amigos y vecinos y luego los resultados se multipliquen alternativamente por cálculo hipotético, echando cuentas relativas y sacando porcentajes a tresbolillo. Algo que al no haber una revisión constante, sino solo esporádica y abducida por el sistem in failure, siempre se queda al borde de todo sin confirmar nada más que aquello que se espera e interesa que se confirme. 

Estoy convencida de que ni por asomo los resultados auténticos de las últimas encuestas sobre república y monarquía se corresponden con lo que nos están vendiendo en los medios. La gente en la calle está que muerde con los reyes y sus basuras, que para colmo estamos pagando todas y todos. Tampoco se explica nadie que un Gobierno de izquierda, sano y justo, siga apoyando un disparate y una indecencia como que la Constitución ampare la delincuencia de los reyes y que eso se llame democracia, y que la política decente se entretenga en amparar chorizos reales y no impida ni haga nada, para que no existan Cañadas Reales. No, no nos tragamos esos resultados opacos y diluidos en la nada, que para colmo se dan de morros con la realidad, en la que no coincide ni de coña  lo comido con lo servido. 

Muy chungo deben estar viendo el panorama los mandamases para admitir en el apaño de sus encuestas made in cloacas, que un 51% de víctimas prefiere votar república frente a un 48% de devotos y fans que prefieren seguir alimentando y costeando los caprichos dinásticos de los  Gorrones, entronizados y enlodados en su propia inmundicia, ya convertida en espectáculo,  e incluso  preparando en familia el regreso de su premio Nobel de Ética y Salud Sociaĺ, padre, abuelo, esposo chisgarabís, enfermo exhibicionista de incontinencia sexual  e ilustre ladrón campechano, que se entretiene haciendo ejercicios de retiro etratégico  en el monasterio de los Emiratos, a la espera de que su arrepentimiento imposible, se haga un disfraz de realidad aceptable, como mínimo, como el de la izquierda abertxale, aunque seguramente no le llegue ni a la suela del zapato. Pero eso ya da igual, lo que importa es la imagen y el glamour desconchado como trampantojo. La procesión y las saetas cantando en la prensa ad hoc. La música va por dentro. Aunque, pensándolo bien, ¿habrá algún dentro disponible para que en los afueras deje de llover sobre mojado? Eso no se sabe ni se sabrá hasta que semejante  sindiós  deje der ser posible y concelebrado por la propia Constitución. Y venerado por los Tribunales, siempre tan cumplidores de marrón en marrón.

No tengo ni idea de quienes gestionan esas encuestas tan alucinantes como esperpénticas, pero quienes están sin ser, como piezas de un Lego entrópico y demente, muy bien no andan en entendederas ni en luces cortas ni largas, ni pisan la calle con frecuencia normalizada. A lo mejor resulta que esas encuestas se las han encargado a un Rumba, a una Mambo o a una Thermomix, no sé, algo de eso debe haber ocurrido, y el programa les ha salido por peteneras colocando la bechamel en el lugar del gazpacho, a la República en los tiempos y temperaturas del all i oli, y a los fans encorinnados en el programa de la bullavesa o de la salsa parmesana o convertida en escalibada, porque si de verdad esto lo han perpetrado seres humanos expertos en consultas sociológicas, estamos muchísimo peor de lo que parece. Madremía qué zarrapastro de estado, una vez triturado el derecho, ya de superdesecho total. Of course!  



 

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