miércoles, 17 de agosto de 2011

La paz de Benedicto

Se supone que un papa es portador y constructor de la paz. Pero este no. Éste rompe todos los pronósticos. A éste le va la espada que desata lo peor de cada casa. La rabia de los que le aclaman, contra los diferentes, "hay que matar maricones en el nombre de Dios", ha escrito en un foro de internet, el subnormal de turno, católico militante y atacante, cuando estaba preparando una batalla con gases tóxicos contra las manifestaciones antivisita papal. Y digo yo, con permiso de los "maricones", qué pensaría hacer el susodicho serial killer religioso, con ese altísimo porcentaje de mariconería clerical donde sotanas, tiaras y plumas forman un conjunto ya tan natural que hasta pasa desapercibido en lo cotidiano. Y sigo pensando si también tendría lista la artillería gasógena contra los pederastas. O quizás, siguiendo las indicaciones de Benedicto, los considera unos enfermos inofensivos de un mal menor que se cura cambiando de parroquia a los agresores.

La paz de Benedicto hace añicos la convivencia de los ciudadanos. La paz de Benedicto azuza el odio en la sociedad, es un factor de terrorismo ideológico. En vez de reconciliar, excomulga. En vez de perdonar, condena. ¿Cómo se puede calificar a una iglesia, que tomando un texto basado en las enseñanzas de su fundador, las aplica al revés? Donde dice bienaventurados los pobres de espíritu, ella dice, "mejor, bienaventurados los ricos en pasta gansa porque no sólo de sencillez vive el clero, sino de todo dinero que sale de los concordatos, y bueno, ya puestos, bienaventurados de segunda clase sean lo pobres , porque nos permiten ir al cielo a base de darles unos céntimos en la puerta de la catedral. Por eso es muy bueno que siempre haya pobres".
Donde dice, bienaventurados los pacíficos porque ellos poseerán la tierra, ella corrige " qué tontería. Bienaventurados los que dan caña, condenan y excomulgan lo que no está de acuerdo con su idea fija, porque de ellos es el poder para hacer lo que les conviene y poner firme a la sociedad descreída" .
Donde dice"bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios, ella aplica otra máxima "bienventurados los corruptos de lo ultra, porque ellos ven a dios...en el becerro de oro y se ponen las botas, mientras lo pobres, serán muy limpios de corazón, pero no tienen un duro ni pueden ir a Roma a recibir bendiciones"... y así se puede repasar el antievangelio católico, que los dos últimos papas, se han encargado de traducir a la vida posmoderna, con tanta pericia y travestismos.
Si se coge una doctrina que predicó Cristo, se le da la vuelta y se hace justo lo contrario, ¿cómo se llamará el señor que considerándose vicario de ese Cristo, hace exactamente todo lo contrario que él predicó? El evangelista Juan en su libro de la Revelación, le califica de anticristo. Y Cristo mismo en el Evangelio, cuando le preguntan qué signo sería el que definitivamente anunciaría el fin de los tiempos del horror, , o sea del sistema injusto y corruptisimo, responde: "Cuando veais que el execrable ha ocupado el lugar santo, sabed que ha llegado el fin".

Vamos, que esto es de libro. Que se está cumpliendo paso por paso lo que esa iglesia predica del revés. Como esos mensajes de rock satanista que se cantan al contrario para que se queden en el inconsciente colectivo en plan subliminal.
Todavía se recuerda en Valencia la visita benedictina que coincidió con la masacre del metro y la inundación de la riada terrible en el 82 en sincronicidad con la visita de J.P II, el papa polaco que precedió a éste. En fin, los signos están ahí. Visitas invasivas e inoportunas, pero muy estratégicas antes de unas elecciones y en medio de una crisis. En un tiempo en que se despierta la conciencia del país entero, donde jóvenes y menos jóvenes, parados, desahuciados y estafados tanto por la política como por los macarras de la moral, salen a la calle intentando crear unos cauces nuevos de entendimiento, esta España de la corteza externa, del pan y juegos, de charanga, pandereta y sacristía, devota del glamour y de María, nos deleita con paseos fantasmales de jóvenes despistados en la internacional católica, cazados a lazo en las parroquias tercermundistas del hambre o en los forofos de las romería, de los toros y de Manolo el del bombo, que arrastran banderas nacionalistas de bar en bar peregrinando melopeas por las noches de agosto montando la juerga padre, entre la jaculatoria y la resaca, en una especie de exorcismo Jekill y Mr. Hyde, mientras los confesionarios portátiles en Madrid , que han sustituído a los retretes ambulantes ad hoc, de Valencia, les esperan ansiosos de pecados, para aliviarles por la mañana de lo que han acumulado por la noche. Es lo que tiene de cómoda esa religión, que te puedes permitir ser un cabrón con pintas, pergeñar un genocidio de "maricones" en nombre de Dios, corromperte hasta las cejas con gürteles variopintas y pactos infernales, porque luego todo se arregla confesando y recibiendo la absolución en masa. O teniendo a mano un palio laudatorio, por si algún día Mariano o JoseMari, o un Paquito el Trajes, o una Aguirre con al cólera de Dios en ristre, asumieran los plenos poderes y fuese necesario sacarles en procesión, igual que en los viejos tiempos del cutrerealismo bienvenidomistremarshall. Mientras un socialista como J.Blanco desde el megáfono del poder civil, afirma cínicamente que esta visita puede dejar un pastón en las arcas exahustas y faraónicamente hipotecadas en la capital de Gallardonophis I. Mientras tanto todo pecado no sólo se absuelve, sino que además se disuelve en la masa. Como churros, preparados para freirse en las sartenes de Pedro Botero. Ese diablo tradicional, ya sin mucho que decir ni que hacer, que se ha quedado en mantillas ante las tenebrosas ideas góticas e intenciones del rebaño y la torpeza estratégica del pastor que las provoca y las bendice sin el más mínimo escrúpulo. Mucho más peligrosas que un pobre diablo, cuyas tentaciones ya dan risa, al que estos católicos anticristianos y la antipaz de Benedicto, están dejando en el paro. Es lo que tiene la competencia desleal entre iguales. Ains, qué cosas!

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