viernes, 19 de agosto de 2011

El paroxismo del delirium tremens imperial

No damos a basto para alucinar. Hoy los periódicos dan la crónica de la borrachera católicoromana. Un galimatías de ignorancia de lo fundamental y de soberbia destarifada.

Pablo de Tarso recomendaba embriagarse con los dones del Espíritu, porque esa experiencia hace al hombre más lúcido, más sano, más bueno y más humilde y más prójimo. No exigía para ello ninguna obediencia a ningún pontífice ni a ningún gurú mortal. Sino un seguimiento de la oración y de la convivencia fraterna con los demás, que se basa en profundizar una enseñanza que en sí misma aporta cualidades humanas elevadas a la ética más exquisita: el mensaje de Jesucristo, que de religioso no tiene nada, porque es profundamente humano. Jesucristo fue crucificado precisamente porque vino a decir que los hombres, cuando evolucionan y se perfeccionan en la ética, en los valores eternos y en el amor solidario de los hermanos, alcanzan el nivel divino. Pueden hacer, decía "mis obras y aún otras mayores" o " se os ha dicho que sois dioses y es verdad". Y esa "blasfemia" le costó la crucifixión, justo a cargo de los jerarcas asustados por la evidencia de que Dios se manifiesta donde quiere y como quiere y no a través de la represión canónica, de la intolerancia ni del chanchullo religioso-político del poder que impide al hombre alcanzar estados de liberación, que ya harían inútil el tinglado. Pero esta vieja dama encerrada en su torre vaticana durante diecisiete siglos, desgastada y empobrecida por la ambición, la prepotencia, los vicios y la rutina del poder absoluto no parece darse por aludida.

Y como mirando no ven y oyendo no escuchan, así les va. Cada día más fuera de tiesto y más inasequibles a la cordura que da una fe real en un Dios sabio, amoroso, que no apaga la llama vacilante ni quiebra la caña doblada. Y sobre todo, bueno. Si se hubiesen molestado en aplicarse la parábola de hijo pródigo, por ejemplo, dejarían de juzgar, de oprimir, de condenar, de dividir. Y serían los primeros en declararse, humildemente, incapaces hasta ahora de comprender y aplicar lo que hizo Jesús. Algo a lo que no llegan ni pueden llegar en el estado lamentable en que esa institución les coloca. Han creado un monstruo dinosáurico y su función no es llevar el hombre hasta dios, sino alimentar el engendro que les separa de Él. Que oculta el mensaje real que todos los clarividentes, profetas o filósofos iluminados por la Realidad Infinita, han dado al mundo desde el inicio de la civilización humana. por eso han censurado teólogos que avanzasen una visión más alta y mejor, de la que ellos ofrecen.

Ahora, Benedicto dice que hay gente que se cree Dios y que quiere borrarlo del mapa. Y para eso se basa en que esos que se creen Dios, pasan de la iglesia católica. Sin embargo, está mucho más cerca de Dios quien puede distinguir el amor del miedo, la lucidez, del fanatismo, la fraternidad , del seguimiento borrego, quien descubre a Dios en la conciencia despierta del hombre, y no en los discursos vacíos de una institución que para sobrevivir es capaz de hacer guerras o instigar a que las haya, a discriminar, a invadir el alama humana con el miedo, la amenaza y el pecado, a creerse la única poseedora de la verdad, a condenar por un divorcio o por una inclinación sexual y hacer la vista gorda con el poder, las riquezas, la violencia y los abusos de ese sexo que condenan tanto, aplicado a niños que "salvan" del aborto físico para convertirles en zombies desajustados el resto de sus vidas, y todo ello en el seno de su santísima organización a la que tienen el cinismo de declarar "santa y pecadora". A ver si se aclaran, porque no se puede ser día y noche o dulce y amargo, en la misma sustancia. "Porque no eres ni frío ni caliente, te vomito de mi boca", dice la Revelación de Juan. Es decir, porque eres tan cómodo, tan mediocre y tan chanchullero, que no sabes distinguir lo que construye de lo que destruye y te has creído que ser "tibio", te pone a salvo tus intereses, porque nadas y guardas la ropa al mismo tiempo. Y no comprendes que mientras sigas así nada cambiará en ese mundo que deseas santificar sin que desaparezca el lado infernal, no violentamente ni con inquisiciones ni hogueras ni excominiones, sino por evolución.
El "pecado" que combates y a la vez "santificas", es tu obsesión, no eres capaz de superar ese estado enfermo de esquizofrenia, ni de comprender que no se trata de mezclar en una convivencia imposible el cielo con el infierno, sino de transformar el infierno en cielo, porque la conciencia humana haya descubierto estados deliberación donde ya el mal no tiene sentido, ni atractivo, ni es una tentación, sino un asco. Una desgracia, una pérdida de tiempo y energía y, además, una estupidez, y por eso no puede ser feliz nunca mientras esté secuestrada por ese absurdo desajuste.
Con este panorama, cuando se les ve montando shows y movidas de circo programadas , con jóvenes que no saben distinguir un avemaría de una cocacola o una jaculatoria de un ligue veraniego y filopapista y ves a un arzobispo al nivel de la secta Moon, invitando a los jóvenes ya escapados definitivamente de la tentación del seminario o del convento, a salir emparejados y matrimioniados del evento papal y a casarse como heteros piadosos, aunque sólo sea para ir de excursión cuando lo requiera la compañía teatral vaticana, sientes una compasión y una pena infinitas por esa O.N.C.E. pseudoespiritual, que está perpetuando el mundo de las divisiones, de la rivalidad entre lo laico y lo religioso, entre lo sagrado y lo profano, sin darse cuenta de que para ese Dios que predican tanto y conocen tan poco en la práctica, esos conceptos no existen. Son puro interés primario para perpetuarse como eterna confusión fragmentada de una Verdad que es Todo y es Una, pero repartida en parcelas, que sólo el amor respetuoso, valiente e incondicional, tolerante y sabio, sabe poner de acuerdo, no en lo más grosero, sino en lo más sutil y por ello, más noble e incorruptible.

Querido papa, ni usted es Dios, ni su iglesia es la única acaparadora de la divinidad. Y el hombre está dotado, por ese Dios inatrapable, de una cosa que se llama libre albedrío inteligente y de su directora espiritual, que se llama conciencia. Y las religiones, sin son verdaderas, no tienen otra función que ayudar al hombre a descubrir ese par de dones más que suficientes para saber quien es y de donde viene. Y si no lo consiguen, no valen para nada, porque son lámparas apagadas y sal sin sabor. Y si encima ni siquiera tienen la decencia de reconocer que han fallado porque no ven ni entienden el mensaje que han ido heredando a través del tiempo, se convierten en sectas muy negativas para el desarrollo humano integral. Y por más que se aferren al poder, se deshacen en la nada del absurdo. Se vuelven un obstáculo para el crecimiento espiritual integrado en el mundo. No entienden nada y lo confunden todo y emplean su publicidad para arrastrar a los más indefensos y asustados a su propio callejón sin salida.

Quizás el éxito de un verdadero camino espiritual comience con la humilde confesión de los errores históricos, del dogmatismo y la violencia religiosa, de la connivencia hipócrita con los poderes que por un lado se critican y por el otro son la cadena que no deja crecer al hombre ni despertar a su conciencia. Quizás ese alarde de despilfarro en medio de un mundo agónico no sea nada más que el canto del cisne viejo, agotado y moribundo, que incapaz ya de volar, quema su último aliento en autoafirrmar multitudinariamente su ego, es decir, la causa de su enfermedad y de su desgaste históricos. Es una reacción biológica muy comprensible. La pena es que se dedique a ese responso el dinero y los recursos que podrían salvar muchas vidas del hambre, de la miseria y de la muerte ignominiosa.

Si todos los jóvenes que siguen estos espectáculos píos se reuniesen a reflexionar, a amparar a los desahuciados , a exigir justicia para los oprimidos, a repensar un mundo más sano sin humos ni consumismo ni masas idiotizantes y no lo hiciesen para llenar templos, consumir sacramentos de repetición, complacer a un líder ni para ganar un "cielo" y evitar un "infierno", sino por amor a sus hermanos sin pedirles el carnet de "buenos" ¿no estarían mucho más cerca del mensaje de Jesús, que esa pantomima manipulada?

Perdóneme, don Benedicto, pero no puedo evitar decirle que el reino de Dios de que habla el Evangelio en el sermón del monte, se parece mucho más a los "indignados" del 15M por la cusa de la justicia y la misericordia en línea directa, por ser pobres de espíritu, por llorar con los otros y ser limpios de corazón y constructores de la novioelncia, de lo que se desprende de su montaje neocon y corteiglés fashion rebosando entusiasmo prefabricado y fatuo, violencia moral y presión psicológico-mediática. Y usted lo sabe. Por eso ha querido que su coro de voces blancas y alienadas acompañen el canto del cisne clerical al final de los tiempos.

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