martes, 9 de agosto de 2011

Hay que acabar con este carnaval ya mismo. Pensemos juntos y ¡Manos a la obra!

Las bolsas europeas se desploman por el pánico a una nueva recesión

El Ibex pierde un 2,7%, Fráncfort se deja más de un 5% y París y Londres caen un 3%

PÚBLICO.ES/EUROPA PRESS MADRID 09/08/2011 09:29 Actualizado: 09/08/2011 13:20


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Es increíble cómo se puede llegar a este grado de idiotez colectiva. Cómo es posible perder el sentido de la realidad presente y ser juguetes mecánicos de una realidad virtual y engañosa. Me pregunto que clase de patología convierte a las personas en objetos.

¿Quién da valor al dinero? Nosotros. Le hemos concedido todo el crédito de nuestras vidas. Y como el dinero necesita manos que lo trajinen, lo hemos puesto en las de los más inútiles y más bocazas. Pero eso cambia en cuanto aprendemos a despojarlo de ese valor relativo. Al dinero lo sustituye la inteligencia, el trabajo conjunto y la imaginación. Lo sustituye la serenidad y el sentido común, que son armas únicas para desterrar el fantasma del pánico. Simplificando y haciéndonos más grandes, los problemas se resuelven antes de que se produzcan. Porque no los creamos. Si miramos atentamente este "problema" de solvencia es ficticio. Papeles mojados que vacían las arcas de los estados para dar un golpe final a las democracias del mundo. La solución es negarse apagar ni un céntimo más a ese agujero negro de la prima de riesgo. Y abandonar el riesgo de seguir haciendo el primo. Islandia lo ha hecho y no sólo no se ha arruinado, es que está mucho mejor ahora que cuando era "rica" en teoría, pero estaba debiendo falsamente hasta la camisa.

No es sostenible que las noticias y las agencias sean los gobernantes de los gobernantes. Hay parar el pago de esas deudas-fraude. Hay que ignorar las noticias del terror económico y denunciar a las agencias por terrorismo internacional y desestabilización caprichosa del mercado bursátil y al mismo tiempo empezar a cambiar el sistema económico de la especulación, por el de la realidad contante que tenemos.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos? Apagar la tele. Despreciar lo que nos cuentan y quedarnos con lo que vivimos. Y mejorarlo. Ser cada vez más solidarios. Más sencillos. Más abiertos. Más valientes. Más atrevidos. Y fluir. Veremos cambios muy buenos si empezamos a quitarnos la losa de encima. Y si soy médico, ayudaré a curar. Si soy funcionario atenderé lo mejor que sepa a las personas que dependen de mí. Si soy albañil, me esmeraré en hacer mi trabajo con esperanza no sólo de que me suban el sueldo sino de que mi trabajo se convierta en mi oportunidad de crecer, aún en la rutina, de crecer con los míos, con los compañeros. Y si estoy en el paro, antes de que me falte el subsidio, voy a ponerme en marcha. Voy a inventar refrescos que ofrecer en la puerta de mi casa, a un euro. Y a sacarme el carnet de manipulador de alimentos y el permiso de venta ambulante. Y así cuando haya acabado la retribución por el subsidio, estaré preparado para ofrecer también bebidas calientes en invierno. Bollos caseros y galletas. O bocadillos. Se necesita poquísimo. Una idea. Ofrezco el teléfono personalmente, por la calle para ayudar a inválidos y sacarlos de paseo. Para cuidar niños o ancianos. Puedo poner un quiosko de cambio de libros, revistas y CDs y videos usados, que por un par de euros, se pueda adquirir lectura, música, comics o películas nuevas sin arruinarse en las librerías. Lo mismo vale para la ropa usada y aún utilizable.

Me puedo ofrecer por los edificios a recoger las basuras reciclables clasificadas, plásticos, papel, cartón, vidrio, celulosas y tejidos, y llevarlas a los contenedores cada semana, e incluso puedo ponerme en contacto con empresas de reciclaje y llevarles el material, con lo que puedo cobrar por recogerlas y por entregarlas. Puedo hacer un servicio de cuidar animales domésticos y plantas, durante las vacaciones. Clases particulares de repaso, de idiomas, de arreglos caseros o de cocina especializada en dietas terapéuticas. En fin, para empezar vale cualquier iniciativa. Pero sobre todo, no creer nunca más en el poder miserable del terrorismo mediático. Empezar a vivir sin "ellos". En cuanto pierdan nuestra atención y dejemos de encogernos con sus amenazas y realizando cada día una labor creativa y de servicio a los demás, desaparecerán sin que nos demos cuenta siquiera.

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