martes, 15 de febrero de 2011

Qué pena!

Opinión: Juan Carlos Monedero

Balada airada de una triste película (sin trompetas ni memoria)




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Comentario del blog:

Podría haber sido una crítica acertada, porque la película es un bodrio. Es decir una mezcla entre asco, pringue y garrulez. Tan propia de cierto sector del cutrerío celtibérico que se confunde con el ingenio.
Sin embargo a esta crítica, aunque aporta rigor analítico, le sobra la misma soflama rabiosa, zafia y de pésimo gusto, que pretende criticar. Le sobra inquina. Le sobra odio. Y se nota mucho.
Un crítico honesto, que pretende colaborar con el espectador, abriendo canales de comprensión y validez intelectual, no debería caer en el bache inhóspito de la víscera reprimida. Tal vez para hacer una crítica seria y válida de lo que sea, la primera condición deba ser la autocrítica honesta imprescindible.
Una cosa es volcar las frustraciones personales en una obra literaria, sin usar la excusa de otra cosa ajena a la propia responsabilidad.Y otra cosa es pretender que sea válida una crítica profesional, en un periódico, que usando las obras de otros, derive en herramienta de desfogue, drenaje y mala baba personalizada. Hacer de la crítica y de la erudición un libelo panfletario contra alguien, por muy cutre y penosa que resulte su obra, es denigrante también para el crítico que demuestra no poseer el talento necesario para ver una realidad con lucidez, ni para separar su ideología militante del hecho intelectual de una exégesis diáfana y objetiva.
El resultado es que el lector se queda sin conocer el valor real de la obra y con un concepto chunguísimo del autor, al que no conoce y con el que no tiene nada que ver.
Conste que, personalmente, ni Álex de la Iglesia ni su paisaje de alucenogenésis a lo Santiago Segura me atre lo más mínimo. Tampoco estoy de acuerdo con la política de Sinde y los royalties filibusteros de la SGAE. Tampoco creo que internet sea la panacea de todas las deficiencias que sufrimos, ni el maná en el desierto de Jauja para los creativos y creadores, ni que por más libertad on line que exista, un mundo que descuida valores, educación, lucidez y respeto a lo diverso llegue a ser algo mejor de lo que tenemos. Sino que por el contrario, estamos en la tesitura de deslizarnos por un tobogán sin stop y sin fondo, que puede arrastrarnos hacia donde nunca querríamos haber llegado.
También creo imprescindible que le demos cuerpo a un código ético-mediático equilibrado, más allá de la pela, donde se extraiga de las posibilidades informáticas, lo mejor para todos. Sin que nadie salga perjudicado por la ambición insaciable de derechos de pernada corporativa o de parasitismo intelectual y latrocinio descarado e irresponsable por ambos lados. Cultura libre para todos, claro que sí. Y mucho más barata y asequible si la banda intermediaria, que ni crea ni tiene interés cultural ni intelectual alguno, se dedica a vivir de otra cosa. Internet puede ser un espacio sano y justo, si dejamos que lector y autor se encuentren y colaboren entre sí. No será lo mismo pagar cinco euros por un libro on line, al autor, directamente que pagar en una librería 15 o 20 euros, de los que el autor percibirá, tal vez dos euros. El resto, se va en papel, imprenta e intermediarios. Lo mismo ocurrirá con las descargas pagadas para poderse grabar los discos. ¿Por qué pagar también una barbaridad por un producto grabado y manipulado por muchas manos, si puede llegar del autor al público y pagarlo a un precio mucho más razonable y justo para el autor y el comprador?
Esto es lo que yace detrás de la crónica-improperio de esa crítica llena de rabia y descalificaciones personales contra A. de la Iglesia. Algo que debería estar completamente al margen de la valoración de su obra cinematográfica. Y emplear demagógicamente la visión de la memoria histórica más o menos descafeinada que tenga cada autor, es cosa personal de su visión. Y tiene la libertad de expersarlo como lo ve. También a mí me parece superficial y desprovista de rigor histórico, pero tal vez no era esa la intencionalidad del autor y hay que respetarlo. Simplemente, si no te gusta su obra no vas a verla y ya está.
No es coherente estar clamando contra la división clásica entre "las dos Españas" y estar haciendo exactamente eso mismo en la diatriba.

Es muy importante madurar antes de convertirse en plato de un menú. A veces se puede resultar tan incomestible, que se acaban excluyendo de la carta lectora ciertas especialidades de paladar poco apetecible y dudosa digestión.

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