martes, 15 de febrero de 2011

Olé por la justicia! la cara más guapa de Italia

Buenísimas noticias de nuestros vecinos de enfrente. La justicia triunfa y, como se titulaba aquel programa de radio de mi infancia, en los cincuenta: "El criminal nunca gana". Tarde o temprano la ley y su equilibrio imparcial pone las cosas en su sitio.
Y por una broma justísima del destino, serán tres magistradas, quienes se encargarán de ajustar y planchar las costuras de la vergüenza de ese figurín-figurón del descaro internacional, de ese paradigma desprovisto del más mínimo vestigio de decencia, de buen gusto y de sentido común que consiguió aposentarse en el poder y hacer de Italia su finca de recreo y lucro privados, enarbolando la bandera del populismo y de una libertad de atrezzo que ha tenido embaucado a más de medio país durante tres lustros más o menos.
Ahora, con el aire de cambio que sopla en el planeta, los ídolos de barro se van cayendo uno a uno. El Magreb, Egipto, Irán, y ahora Italia. Como si un hilo invisible hubiese unido los destinos de Berlusconi y de Mubarak, el "tío" imaginario de la "sobrina" putativa más extraña y controvertida, la menor marroquí que asumía con una naturalidad aplastante, en las llamadas interceptadas por la investigación judicial, ser el mismísimo culo del premier italiano, mientras que otra menor, Noemi Letizia, era el equivalente a la pupila del viejo papi, tan putativo como las hijas y sobrinas de compraventa y mercadillo. Una historia que ni siquiera se le hubiese ocurrido a Boccaccio. Al menos el Decamerón es una obra de arte, mientras esta repugnante retahila de miserias sólo llega a provocar el sonrojo y las náuseas de los ciudadanos que todavía no se han dejado contagiar por la epidemia de confusión, donde todo está justificado y es perfecto, mientras reporte placeres prohibidos y exhibibles como signo de estatus privilegiado, fama fácil, poder y dinero. El sistema de vida casposo que aún ofrece en sus televisiones, como panacea y eldorado, como meta social y de futuro, a los jóvenes que han crecido durante quince años -una generación- el desamparo de un sistema corrompido desde la base. Sin valores. Jóvenes que ahora se encuentran con un camino sin otra salida que convertirse en "famosos" del deporte, del espectáculo o del negocio tramposo. Sin posibilidades de ejercer profesiones normales por falta de medios y de estímulo educativo. ¿Para quué esforzarse si lo que hay que tener es un golpe de suerte y buenos padrinos? Basta con ser guapos/as y estar dispuestos a todo. A adquirir habilidades mediáticas y a carecer de escrúpulos.

Esta es la Italia que deja el berlusconismo. Ruina ética y humana. Ahora las mujeres que han salido en masa a la calle con los chales blancos y el alma gris, como el aire contaminado de Nápoles, de Roma o de Milán, tienen una tarea gigantesca por delante. De ellas, las "mammine" de antaño, va a depender el cambio real. Ellas deberán iniciar otra vía. Terminar con el carácter femenino celoso, dominante y absorbente que convierte a las hijas en fotocopias de las madres inmaduras y a los hijos varones en "mammoni" de eterna adolescencia, que luego deriva en personajes sin fuerza moral, fofos y de fácil convencer, incapaces de distinguir por sí mismos los límites de su confusión, de lo que conviene con lo que mata. De lo que enriquece y degrada con lo que educa y forma. Ellas tendrán que liberarse para poder liberar hijos, padres, hermanos, maridos y amigos. Jefes y subordinados. Se acabó la herencia de una Eva bíblica, cómplice y víctima de un pensamiento machista y destructivo. Empieza la era de la mujer que describe el Apocalipsis. La que trae la liberación desde el desierto, engendrando una nueva humanidad y derrotando, a sus pies al dragón, sin más arma que su pureza lógica y ética. Curiosamente fue Verónica Lario, la última ex oficial de Berlusconi, quien describió así el estado de la cuestión, al definir los tejemanejes del ex marido con las menores, como "la entrega de jóvenes vírgenes al Drago".

Ahora la tres gracias de la justicia italiana harán por fin el harakiri a un tiempo de horrores fatales. Y la sociedad italiana, y seguramente también la sociedad mundial, empezará a conjugar el verbo crecer y el verbo cooperar en femenino plural, para que el mundo descubra que justicia y ternura no son incompatibles con inteligencia, belleza y responsabilidad autodeterminante. Que la mujer no está en el planeta tierra para ser un objeto decorativo ni una madre freudiana, ni un putón verbenero hembra para tentar la debilidad del animal macho idiota e incontinente, sino para crecer, de igual a igual, -sin papismos ni mamismos- junto a la otra mitad de la especie: el varón consciente, que no el macho, brutal, caprichoso, inmaduro e incapaz de poner fin a lo que desde hace milenios se ha ido estropeando con el sistema competitivo y violento del "triunfador", del rebelde sin causa ni conciencia, o del superman, pero en el fondo eterno, Peter Pan, incapaz de arreglar lo que estropea, si mamá Wendy no le dirige la maniobra, Campanilla frivolitè no le calienta la cama y papá Capitán Garfio no le entrena y le da su bendición aprobatoria.

Se acaba el tiempo de la infancia y de la adolescencia humanas. Por fin, vamos entrando en la era del adulto. Menos mal.



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