domingo, 29 de enero de 2012

El cuento de "Cuéntame"

Hace años que los jueves por la noche -no todos, si tengo mejores ofertas- me siento a ver "Cuéntame"después de cenar. Me intrigaba saber si el modo de recontar el pasado reciente de la sociedad española estaría de acuerdo con la realidad. Me propuse mirar la serie con desapasionamiento, como quien observa en el porta, un preparado químico al microscopio. Con atención serena y carente de euforias ni jamacucos emotivos a favor ni en contra. Y creo que poco a poco lo he conseguido.

Cuéntame es un pastiche indecente que raya la casposidad televisiva. Un panegírico demagogo y tardosocialista a la cutreidad peninsular. Una especie de verano azul en versión folletón decimonónico, pero aviado y aliñado con la pringue del queremos y no podemos.
La distinguida y finísima planta de Ana Duato no se acerca ni de broma a las oriundas de ese pueblo circunstancial y virtualmente artificioso del que procede el personaje, donde las mozas nunca se llamaban Merche en aquellos tiempos, sino Mamerta, Nicerata, Jovita o Nicolasa, estaban más bien hermosotas y de cursis no tenían ni un pelo. O sea, que a la tal Merche en un pueblo como el pretendidamente suyo, como poco, la habrían crucificado en las chirigotas del carnaval. Es como poner a Rapuncel en el cuadro de Los Borrachos de Velázquez o injertada en una peli Chuck Norris.
Imanol Arias, quizás porque el personaje de El Lute, le dejó su aquél, sí que da el queo de padre de familia troglodita, furibundo, chulo y trepa. Grosero y prepotente. Maleducado, orgulloso y encantado con su nula educación. Directamente insoportable. Pero es que en el patrón masculino de la españolidad tradicional ese personaje es el más fácil y reconocible. Por lo habitual.
Echanove lo intenta, pero irradia un civismo y un "algo" connatural que le impide la identificación plena con el mamarracho infumable de su personaje. La abuela Herminia tiene el mismo problema que su hija Merche: lo suyo es demasiado para el pueblo y demasiado poco para lidiar en Madrid como suegra de un personaje adaptable a cualquier horterada todo terreno. No es fácil recortar el talento de una buena actriz para adaptarlo a una abuela insípida, repetitiva, llena de tópicos preconcebidos, como todos los tópicos.
Los demás personajes, incluído el empachoso narrador, sólo componen el fondo de la insignificancia macarril. Una castaña monumental, llena de lugares comunes, pero con una misión muy posible: adocenar al rebaño y tatuarle a piñón fijo el paradigma de la garrulez recurrente.
No crezcais , españolitos, que es peor. Conmina el mensaje cada vez menos subliminal. Fijaos hasta donde puede llegar un patán si tiene al lado a una señora guapísima, mucho más lista que él, con muchos más recursos y tan enamorada del tipejo malhumorado e insignificante, que vive sometida a su autoridad, a su glamour matasietes y a su derecho de pernada vociferante. Además con una ambición desmedida y sin escrúpulo alguno se pone al servicio de un empresario modelo de la dictadura, un pícaro, un sinvergüenza, que le enseñará a convertirse en un "hombre de empresa" sacando tajada de todos los vientos que soplan, cuando el dictador estaba en todo lo suyo, a enriquecerse a saco con el pelotazo inmobiliario, lo mismo que a explicarle el caché que le da a un hombre importante tener una querida a mano, además de su santa esposa, que es la "oficial"y cuando llegan la transición y la democracia, a transmutarse en los más refinados demócratas. Aquel Pigmalión le va arrancando la poca salud ética que había traído en limpio de su educación rural, desde la especulación, el adulterio como barniz social, el estraperlo, el fiasco inmobiliario, a la prensa amarilla al servicio de la "libertad y la democracia", que desaparecen cuando la huelga toca su empresa y le convierte en un tirano como los que despreciaba en su juventud "de izquierdas". Siempre y al mismo tiempo, en la onda del que mande más, hasta terminar fabricando banderas para las autonomías y seguir el ideal de su vida: forrarse cueste lo que cueste. Y no digamos nada de los hijos. La mayor, hippy de vocación, madre irresponsable, hecha un cromo con la droga y sus espantadas escénicas. El segundo, un inestable que bamba por todas partes el reajuste laboral y la movilidad picaflor, de abogado que no ejerce en serio y de periodista chapuza, que tampoco acaba de cuajar.Porfesiones que inexplicablemente le colocan en todos lo nudos de problemas y eventos de la historia, como la matanza de los abogados y la llegada de Carrillo.
Más el hijo pequeño, al que el padre llama el "heredero" porque seguramente se ve reflejado en su "talento" alpinista social, que no es capaz de superar el reto del estudio ni siquiera en una universidad privada, que ya se sabe que es el recurso final para que los incapaces de afrontar el rigor de la Universidad Pública puedan superar con cierta dignidad crematística el estatus de destripaterrones. Pero el chico demuestra que lo que no tiene de inteligente le sobra de vivales y se monta un bar de lo más psicodélico y productivo, con el amigo de la mili, hijo único de un notario y una pelandusca del barrio de Salamanca, terrorista de la ultraderecha en periodo de asimilación democrática, con quien comparte piso y también una novia con más cara que espalda. Todo un modelo completito, justamente, del estereotipo corto de miras, inculto, indecente y palurdo que nos ha traído lo que tenemos hoy.

No es nada extraño que la pobre y angelical Merche, después del tute soportado con el chupopterismo de la "tecnocracia" por mímesis, de la hija drogata, de los hijos pródigos y del marido zascandil, al que debe ir remendando las ideas fabulosas de grandeza trepadora, haya desarrollado algo tan frecuente en los sufridores por oposición y aplastamiento vital. Un cáncer de la peor especie. Su mundo tiembla y se desmorona. Ya no podrá seguir subsanando la crisis familiar con su pluriempleo de ama de casa, empresaria peluquera modelo, diseñadora de modas, estudiante universitaria brillantísima, amante esposa, madre, hija y abuela más que ejemplar, casta seductora y redentora de gays, perdonadora de infidelidades matrimoniales de poco fuste, cortadora en seco de toda insinuación indecente, incapaz de tontear con ningún señor maravilloso y fascinado por sus encantos porque ella es, además, la fidelidad personificada. Eficaz y responsable hasta para ir al trabajo, en esa inmobiliaria donde es ya superventas, al salir de una sesión de quimioterapia que la deja hecha unos zorros. ¿Quién da más?
Pero, de todos modos, en la enfermedad es humana como todo el mundo y flaquea, pierde fuerzas, pierde fe y se cansa de vivir. No es nada extraño, con el palizón de vida que lleva encima. Pero no importa, siempre le queda su Tara como en "Lo que el viento de llevó" y a su tara mesetaria regresa para reponerse de la barbarie quimioterapeútica o para morir en el intento. Y cuando ya parece que el intento lo va a conseguir, que Merche aterriza y decide abandonar el suplicio inhumano de ser un cobaya hospitalario -si sobrevive a la crisis-, el marido va en busca de un médico alternativo a la brutalidad hospitalaria ¿y qué encuentra, a un especialista ortomolecular, o un doctor estudioso de terapias regeneradoras y no agresivas, como por ejemplo, ya que están en Castilla La Mancha, al doctor Padilla, un sabio que además de curar educa y tiene desde hace treinta años un centro de aprendizaje y estudios en Cuenca, que es a donde va el zafio Alcántara a busca el remedio? No, por Dios! eso no existe. Lo que encuentra es un loco timador, -por cierto con un raro parecido físico a Padilla, curiosamente, - con "poderes" mágicos que vive del cuento y de ofrecer remedios tan eficaces y originales como el polvo de serpiente. La esperanza en algo serio y digno de valor, desaparece de un plumazo.
Sin embargo, tranquilos, que el guión aún tiene en la manga un As inesperado. Y ¡zás! se produce el milagro. La abuela saca de un cajón una estampita de un corazón de Jesús, la pone en el aparador y reza en voz alta exigiendo la curación de su inenarrable retoña con tal convicción que hasta el yerno y marido de la moribunda, se une a la plegaria con un bisbeado padrenuestro, que en labios de un ateo recalcitrante y de un cínico de profesión, tiene más mérito que el Alcoyano. Y así entran ambos en un estado catatónico y se quedan fritos, uno roncando sobre la mesa de la cocina y la otra desparramada en una butaca. Y en efecto, el milagro se produce. Mientras ellos duermen, ella, la to much woman, se despierta como una rosa, sale del precoma sin más ayuda que la de la estampita y su fuerza de voluntad, se envuelve en una manta y en pleno invierno, fuerte, como si nada le hubiese sucedido, sale de casa, sin un sólo síntoma de debilidad corporal, se va al campo, ni siquiera necesita la ayuda que Jesús recomienda en el evangelio cuando resucita a la hija de Jairo "dadle algo de comer", no, ella no, ¿para qué necesitaría comer nada en medio de tal apoteosis, entre su ego resistente y la ayuda de la estampa y los rezos? Ya ha recuperado el fuelle, y deja que los primeros rayos de sol en la helada atmósfera de un enero en la provincia de Albacete, la terminen de despertar a la vida en vez de a la neumonía que sería lo que le hubiese pasado, hasta con una curación así, si hubiese sido posible una locura semejante. Termina el episodio con el abrazo emocionado del alucinado neoconverso Antonio Alcántara, su adorado esposo, que no sale de su asombro y que de repente recobra toda la insignificancia y el glamour completo y absurdo del personaje .
Pero el culmen de la casposidad llega finalmente en el momento cumbre en que Merche, con el turbante que cubre su cráneo pelado, envuelta en la manta cuartelera, en medio de los matojos y los cardos del campo, destrozada por los venenos "curativos", se reconoce curada y fortalecida...por Campanilla y no sólo eso, sino también dispuesta a seguir viva....¡Volviendo a recibir dócilmente su próxima dosis de quimio! Qué bueno es Dios que permite un milagro que a su vez consentirá que una ciudadana ejemplar entre en razón y se zampe otra dosis de quimioterapia, porque la anterior no ha sido suficiente para liquidarla del todo. El milagro, el milagro es tragarse esta bazofia inmunda después de haberla costeado con nuestro IRPF y los impuestos indirectos. ¿Qué empresa farmacéutica ha subvencionado el engendro ahora que la crisis mengua los dineros sustentadores de la TV pública? ¿Cómo es posible usar un medio público con tan poca inteligencia y tanta pillería vulgar y qué clase de personajes que no distinguen cuando les venden la cabra, están haciendo polvo los medios públicos de comunicación? ¿No habría sido una serie como ésa la oportunidad de oro para relatar, de verdad, los hechos de la memoria histórica de los años de dictadura y de la transición que en realidad no se ha hecho todavía -la misma serie lo demuestra- y así rescatar el valor de los que sufrieron en clandestinidad y silencio, la marginación y la injusticia, mientras los trepas, como los protagonistas ofrecerían la cara impresentable de la realidad?

Las clases humildes nunca se encumbraron de ese modo en la sociedad. Esto no era EEUU precisamente, donde un gañán podía llegar a Director General de un ministerio o Presidente de la nación así, porque sí, porque viene de Hollywood o de la industria del cacahuete. Eso ha ocurrido y ocurre ahora, cuando se ha sustituído la decencia, el estudio serio y el trabajo digno, por cuatro cursos de sofwer y fotoshop, por amiguismo y enchufe descarado y por la posibilidad de que se pueda entrar en política para "hacer carrera" y quedarse para siempre viviendo del cuento de Cuéntame a expensas del Estado pródigo en dávivas y sueldos dobles y triples, que es la marcianísima situación en que vivimos ahora y que esa serie reina de la noche del jueves, no ha tenido ni el coraje ni la decencia de denunciar ni de destapar, pero sí el descaro de mostrar lo que de verdad nos están vendiendo: sumisión chabacana y la desesperanza de que aunque nos esforcemos por mejorar, la Ehpaña cañí nunca cambiará, por mucho que lo intente. Ya se ocupan ellos de que la reserva fatal de Occidente no decaiga.

¿Qué mejor catequesis oligofrénico-político-religioso-desastroso-social, se podía dar desde un medio público de comunicación? ¿Quién hace los guiones en TVE, por Dios? ¿Quién los revisa?¿Quién los contrata? Además de hacer una porquería televisiva, se dedican a descerebrar al personal y a inocularle modelos de vida irrisorios y borderlines, que perpetúan el espíritu del absolutismo de Fernando VII, con un decidido "¡vivan la caenas!", que después de tres siglos, desgraciadamente, sigue en la misma racha.

Nunca sabremos si "Cuéntame" fue un producto calenturiento de la LOGSE o si la LOGSE fue una parida de "Cuéntame" que pensaron mano a mano Don Pablo, Antonio Alcántara, la peluquera, el quioskero, el "matamulas", el tabernero de la esquina, con el notario y el general del piso de enfrente y la peña del bistrot y del taxi mientras devoraban las croquetas y las empanadillas de Paquita "La Loba" entre bandera y bandera. ¿O qué fue antes la gallina del PSOE o el huevo de Camps? ¿O quizás Torrente-juzgados, el brazo cottolengo de la Ley? Con enigmas de este calibre por resolver, no es extraño que el rating yanky nos esté esquilmando hasta el resuello ni que votemos contra nosotros mismos mientras el gobierno de turno nos canta la banda sonora de la serie. "Cuéntameeee como te ha idoooo, si has conocido la mediocridaaaaaaaaaaaaaaaaaaaad"

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