domingo, 15 de enero de 2012

Lo escrito, escrito está y debemos aprender a leer entre líneas

Cada día estoy más convencida de que la educación verdadera, no la enciclopediosis aguda o crónica, ni la pedantería egocéntrica, es el quid, el interruptor que enciende la inteligencia. La base de la educación y de la comprensión es el lenguaje, que nos permite poner nombre, orden y asociación -sintaxis-, a las percepciones mentales y sensoriales que llevan al conocimiento y facilitan descubrirlo y además, comunicarlo, modificando así nuestra percepción de la realidad. Tal vez por estas razones, es por lo que los gobiernos más totalitarios, garrulos e ignorantes de buen especular, invierten poquísimo en educación y cuando lo hacen, suelen hacerlo en tecnología, ordenadores, juegos divertidos, retratos de los reyes, crucifijos y mobiliario de diseño. Nunca en investigación ni en crecimiento de la conciencia. Nunca en escuelas de padres y educadores. Ni en formación personal de los maestros. Sólo cursitos teóricos sobre sofware, antivirus o lectura rápida, para acumular puntos y mejorar de escuela. Nunca en nada que pueda despertarles, no vaya a ser que despierten a los alumnos y pueda fastidiarles el negocio seguro que procura la estupidez como estado de bienestar.

Pues bien, esta introducción, sirva un poco de entrada a la revisión del valor de los significados, de lo que nos quiere decir cada cosa, cada situación, en la definición que se da, para que entendamos qué quiere decir lo que nos ponen delante.
Por ejemplo. Standard & Poor's. Muchísimas personas con menos de setenta años, están ya familiarizadas con el inglés, o bien porque lo pudieron estudiar en el bachiller, o bien porque a lo largo de sus vidas lo han usado como herramienta de trabajo o como vínculo indispensable en el mundo de la cibernética y de la tecnología. ¿Cuántas veces no habremos encontrado estas dos palabrejas, que ya se han hecho callo en la prensa diaria: "S&P". Standard & Poor's. Y por supuesto, como una cosa normal, se sabe que es una agencia de rating, de des-calificación ruinosa que no da jamás una buena noticia. Pero parece que la rutina de la información constante dé por entendido lo que no se ha entendido y lo convierta en un mantra diario de desgracias económicas, que se invoca como una jaculatoria del apocalipsis social.

Si consultais un diccionario de la lengua inglesa y buscais el significado de esos dos términos os vais a dar cuenta enseguida de lo que estamos soportando. "Standard" significa "nivel de vida" y "poor", pobre, y la "s" es el genitivo sajón que adjudica la propiedad a alguien o a algo. Traducimos: "Nivel de vida del pobre". Y para rematar usemos la intuición de la morfología: "rating", que en iglés además del gerundio del verbo rat, que significa "calificar", también significa, rata. El roedor más ruín, invasivo y destructor, que infecta las cloacas y los lugares de hacinamiento sin higiene. O sea, agencia de las cloacas económicas que se dedica a invadir y a comerse todo, como las ratas, a costa del nivel de vida del pobre. De eso viven. Porque no están investigando, descubriendo y denunciando el pastón que se refugia en los paraísos fiscales, ni la disolución de la falsa deuda que cae como una losa sobre los estados para que nunca puedan levantar cabeza. Los agentes-rata no investigan los sueldos ni comisiones astronómicas del FMI, ni del BM. Ni de políticos y trust financieros. Ellos van directos, no a investigar, sino a promover lo que su nombre indica: el nivel de vida, cada vez más bajo, de los pobres, obedeciendo a la mano negra dineraria que está haciendo lo que le da la gana con la vida, hacienda, salud, trabajo y futuro de una humanidad cada vez más aturdida y más desinformada, precisamente por el efecto saturador del empacho de falsa información, que es la información a medias. Puesto que a la velocidad a la que se informa no es posible reflexionar lo suficiente sobre cada noticia para decidir cuál es la más importante, la más decisiva y conocer a fondo el problema de que se trata.
No decide el receptor de la noticia sino la espectacularidad y el boom de la presentación, de tal modo que un cabreo de Mourinho o el divorcio de una estrella del rock o un acelerador de partículas atómicas dando caza a un dios de comic, es mucho más importante que la labor de zapa de un ejército de ratas financieras -al servicio del la conjura tea party - jugando a desmoronar la economía mundial, a golpe de distancia y de calculadora. Sin ver personas. Sólo cifras. Sólo peones de ajedrez. Sólo efectos colaterales e inevitables en esa guerra subterránea camuflada de civilización occidental y de "mundo libre", que en el fondo no sólo no lo es, es que además es una cárcel camuflada de "standard" normal.

No sé si es por el desliz de un acto fallido producido por la propia idiotez, o por el descaro chulesco de un cinismo atroz. El caso es que ya sea por torpeza o por prepotente desvergüenza que ya da por hecho que el mundo está compuesto por millones de imbéciles analfabetos, ellos mismos nos están dando las pistas de sus verdaderas intenciones. Y es de agradecer, que, por ejemplo, en vez de "Agencia de Calificación para Ayuda al Desarrollo", que habría sido una tapadera más aceptable y menos sospechosa, le hayan colocado el titulito directo, transparente y sin disfraces: Nivel de vida de los pobres. Ahí vamos, a dejaros en purititos cueros. No direis después que no os hemos avisado. La gran América nunca miente y cuando hace una cosa, lo dice y lo hace. Porque es una, grande y libre y vosotros sois muchos, chiquititos y apabullados, así que lo teneis fatal. Un porvenir más negro que Luther King y tan próspero como el de Sitting Bull, que ya veis como han acabado Obama y las reservas indias. Como debe ser. A las órdenes inapelables del ojo triangular de nuestro billete de dólar.
Pues, ya sabeis, cuando el bolsillo de vuestro vecino griego veais arruinar, id poniendo los vuestros a re-pagar y a recortar, porque así, aunque os arruinaremos igual que a él, al menos siempre os quedará vuestra Tara, como a Escarlata O'Hara(-kiri) cuando el viento se le llevó, la hija, el marido y hasta la camisa; o sea, la tranquilidad de que nadie os arruinó y vuestro comportamiento domesticado y obediente, de gentlemans, supo estar a la altura de la historia más absurda jamás contada. Como epílogo de la jugada, o más bien jugarreta, queridos españolitos emparrados, "tarados", o sea aferrados a vuestra Tara como la heroína legendaria, y analfabetos en inteligencia, permitid que os recuerde un par de títulos premonitorios de un escritor español, al que, mientra vivió, todos creyeron un humorista, pero que en realidad fue un profeta. Álvaro de la Iglesia.
"Sólo se mueren los tontos" y "¡Dios le ampare, imbécil!".

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