martes, 12 de julio de 2011

La pedagogía del perdón

El perdón es una de las acciones sanadoras más fundamentales y paradógicamente, peor entendidas y más manipuladas. El perdón es la capacidad y el acto de liberar a alguien de la deuda que ha adquirido con uno mismo por ofensa, daños, violencia, etc.
Una de las reacciones más naturales es esa de "perdono pero no puedo olvidar". Y eso parece que limita la fuerza del perdón. Hay que aclarar que una cosa es olvidar, borrar de la memoria los hechos, que es amnesia voluntaria, y otra es no sólo no olvidar sino además recordar con rencor y deseos de devolver de algún modo el mal sufrido. En medio de esos dos estado nada deseables, está la virtud del perdón. El acto de liberación responsable de vínculos patológicos.

Perdonar es entender los motivos de las acciones injustas que sufrimos, desear que los agresores mejoren y se liberen de su estado. Eso no implica que el perdón incluya la afinidad, ni la obligación de compartir con el ofensor su forma de vida, sus delitos o sus conductas. Puedo perdonar, por supuesto, pero no tengo que sentarme con el perdonado a ver una película porno que me repugna, ni a degustar alimentos que no me van, y que por supuesto me desagradan. Ni asociarme con él en negocios que veo fraudulentos o en actitudes delincuentes, el engaño como sistema de vida, el abuso y el terrorismo. O sea, que debemos entender los matices del perdón y los vínculos con nuestra conciencia. Te perdono, y si estás carente de lo necesario te ayudaré, no tendré en cuenta nada de tu historial delictivo, pero no aprobaré nunca lo que haces a la gente. Y haré todo lo posible para que dejes delinquir y para que los demás dejen de soportar tus delitos.Y eso no lo puedo ni lo debo cambiar para que tú te sientas aceptado con tu carga destructiva y peligrosa para tantos. Puedo perdonar a Bin Laden, pero nunca podría admirarlo, ni convivir con él ni con sus actos, ni aprobarlos.

El perdón, sobre todo es un bien imprescindible para el que perdona. Porque se libera de tensiones internas, de resistencias y de malestar del ánimo. El perdonado,si es sincero y quiere sanar por dentro, debe aprender que pedir perdón significa también un propósito de enmienda bien claro, un cambio auténtico, porque sin él, nunca estará realmente perdonado aunque se le perdone. Es como pintar y decorar una cloaca esperando que los colores y el aseo de sus paredes, la libren de las aguas podridas que flotan en ella. Pedir perdón de verdad es un cambio y una conversión. Y donde un día hubo mentiras, abusos y violencia, envidias, venganzas y obsesiones, desde ese momento consciente de asunción de responsabilidad, se instala la verdad, la bondad y la paz. ¿Cuántas veces se ha tendido la mano del perdón a un delincuente y éste sólo ha aprovechado la ocasión para ser aún peor que antes? ¿Qué hacer cuando el delincuente además ha enloquecido en su propia maldad y ha borrado los límites soportables de la convivencia? No todos los "malos" se convierten en buenos cuando les perdonas, hay psicópatas que en el perdón ven una debilidad social y personal y una oportunidad para ir más lejos aún en sus locuras y maldades. En ese caso, lo prudente del perdón es también la distancia sensata. La no colaboración con el entramado injusto que ha provocado las agresiones. Y la denuncia. Para que siendo de conocimiento público, las tramas perversas se deshagan sin hacer mal a nadie más.
Si un individuo que ha asesinado sin piedad o robado y mentido sin escrúpulos a los pobres y trabajadores honestos, sigue haciendo lo mismo, no es posible creerle ni confiar en él, por más que se le perdone y no se le desee ningún mal.
Son los matices que hay que reflexionar con serenidad, para no ser injustos ni cómplices.

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