domingo, 17 de julio de 2011

La crítica imprescindible y saludable

Hoy descubro en El País un artículo muy interesante en el que se critica la superficialidad y los estragos que está acarreando "el pensamiento positivo" como receta social y personal, sobre todo en los USA, donde la crisis está provocando la caída en picado de la esperanza y abriendo la puerta a una visión desesperada y negra de la realidad inevitable. La información llega a través de un libro titulado "Sonríe o muere" de Barbara Ehrenreich, autora, para mí, hasta ahora desconocida. Que según el comentario, afirma que el pensamiento positivo es poco menos que el nuevo opio del pueblo, un modo de anestesiar la conciencia de los pueblos impidiendo que la sociedad mejore y que aumente la resignación aleluya kumbayá de los "cryentes" en ese nuevo culto entre la ciencia ficción y la alucinación colectiva. Y cita infinidad de libros de "autoayuda" que considera nefastos para la solución saneada de la crisis mundial. Ya que los logros que propone ese pensamiento positivo se centran en confundir el progreso con la adquisición de los clásicos engañabobos mágicos: "salud, dinero y amor".

Es muy acertada esa crítica, porque el pensamiento positivo no es nada sin la conciencia del SER que sostiene la mente, el pensamiento, la voluntad y la inteligencia global, incluyendo, por supuesto, la emocional. Es decir, que coincido plenamente con esta señora en que el pensamiento positivo a su aire es sólo aire. Y como los suspiros y las ilusiones vanas, en aire se queda, por muy positivo que sea y de ahí pasará al estado general de frustración y desaliento y de ahí, al bloqueo inmóvil y de ahí al desastre personal que hunde a los pobres sin recursos y hace que los opresores ricos sigan poniéndose las botas a costa de la miseria de los esclavos dormidos por la nana de la onda falsamente positiva y realmente idiotizante. Por eso, desde luego, está clarísimo que esa convicción del pensamiento positivo sin más, es un arma de engaño y de manipulación en manos del poder que maneja los hilos del sistema y que se traduce en el cuentagotas persistente de la publicidad color de rosa, donde con un perfume o con coche, supermán puede seducir a diestro siniestro, con el paso por la cirujía plástica y los implantes y extensiones de pelo, tanto un anciano calvo como una matrona provecta, pueden convertirse en un patético Berlusconi o una denterosa Tina Turner o una casposa Sara Montiel sin complejo alguno. Ese culto al cuerpo y al glamour forma parte de la estrategia consumista y alienante del falso pensamiento positivo, que además arrasta a consumir más allá de lo necesario y a derrochar para llenar bolsillos de las pirañas especuladoras.

A estos gurús millonetis que predican la pompa del falso bienestar y el esplendor de la pelarrea a los pobres y les dicen que son pobres porque quieren, no les falta razón. Porque la pobreza, es cierto que primero se cuece dentro y luego se plasma fuera. Pero no la pobreza material, sino la pobreza de valores, que habita el vacío de la avidez y confunde felicidad con acumulación de bienes y falta de inteligencia. Por eso el mundo está como está. En manos de miserables, paupérrimos que tienen mucho dinero, pero son basura. Y es de la inteligencia de la esencia humana más evolucionada de donde nace la mente y la voluntad de orientarla en positivo. No se puede engañar a un manchego en medio de la estepa castellana diciéndole que si cada noche visualiza el mar acabará teniendo pescado en la puerta de casa, por mucha imaginación obsesiva que le ponga como no cambie de lugar y encuentre un banco de pesca, o simplemente vaya a la pescadería, no se comerá ni un boquerón. La cosa es evidente. Sin inteligencia y sin una educación inteligente y ética, ningún pensamiento puede ser positivo de verdad. Sino una trampa o una broma de mal gusto.

El error básico, tanto en lo "profetas" del pensamiento positivo como en esta detractora del mismo, es quedarse en la superficie, es centrar riqueza y bienestar sólo en conseguir cosas materiales y olvidando la educación, la base, el ejercicio y el desarrollo de habilidades superiores, como son aprender a pensar, a escuchar, a tener calma interna para poder ver, a observar, a discernir, a elegir y a ser. Todos los verdaderos triunfadores ( y por triunfador no se entiende quien manda, quien tiene éxito en alguna parcela de su vida, y quien tiene más dinero e influencia, sino quien es libre, independiente, sano mentalmente, equilibrado, trabaja a gusto, tiene recursos personales, suficiente capacidad para salir bien parado de cualquier dificultad, sabe convivir y valorar a los demás, y sabe gestionar lo que tiene adecuadamente), además de no faltarles nunca lo imprescindible, son felices, serenos y generosos. No tienen miedo a tomar decisiones ni se resignan con la injusticia, pero no la emprenden contra las personas injustas, sino que tratan de cambiar los cauces del sistema enfermo, ayudando a que todo a su alrededor mejore y prospere. Prosperidad no consiste en ser multimillonario, sino en ser fértil. El fértil no necesita acumular para ser dueño de sus recursos y multiplicarlos sin pertenecer a ninguna logia esotérica y sin tener cables de enchufe en "altas esferas". Donde un ser fértil está, a su alrededor siempre florece la vida, se generan ideas nuevas, se comparte y se sanan los vínculos con la vida y con los demás. Se crece. Se despierta. Se forma una comunidad cooperativa y próspera donde todos colaboran y todos prosperan. Un trabajo entre todos, no una ocasión para lucir talento y cosechar admiración y hacer depender a otros de uno mismo. El próspero verdadero es cauce de desarrollo, de verdadera libertad responsable y de un bienhacer generoso y humilde. Esas personas son el tesoro de la humanidad, no porque acumulan tesoros y dineros y bienes contantes, sino porque hacen que cada persona se convierta en tesoro, y en fuente de energía, sin competir, sin rivalizar, centrándose en lo mejor que cada uno tiene y cada uno sabe hacer con más pericia y vocación. Como podemos ver, de este tipo de seres sólo se pueden obtener pensamientos positivamente reales. Nadie más lejos que ellos, de las ilusiones y los "sueños" sin base alguna. Es estúpido malgastar el tiempo de una vida en soñar imposibles, más bien hay que usarlo para realizar lo mejor de lo posible. Evidentemente una madre familia sin estudios, por ejemplo, por más que lo sueñe y lo programe nunca podrá convertirse en Presidenta del Gobierno, pero puede conseguir ser presidenta de su vida, organizar su mente, sus relaciones personales, sus motivaciones, sus conocimientos, ampliarlos y en vez de idiotizarse con telenovelas para escapar de la realidad, dedicar su tiempo libre a leer, realizar algún estudio, aprender idiomas, informática, yoga, pintura, diseño, gastronomía, contabilidad o adminstración etc, e iniciar algún proyecto sencillo que le guste. Una empresa de limpiezas, una tintorería ecológica, un centro de atención y escucha para resolución de problemas...en fin, tantas cosas que pueden realizarse sin soñar cosas raras.
Lo importante es ser gobernador de uno mismo y fluir con la vida. Eso se aprende. Y ahí es donde falla el sistema "positivo", porque se anima a pensar de ese modo sin darse cuenta de que la inmadurez humana tiene la tendencia natural a rendirse y a la negatividad disfrazada de "realismo". a sentirse víctimas y no protagonistas de sus propias vidas. Así llega el empeño de ser protagonistas de la atención de los demás, el narcisismo y los complejos o bien de inferioridad si no se considera nunca suficientemente atendido o de superioridad si consigue aplastar a los demás dejándoles sin energía. Un desastre.

Ese sistema falsamente positivo falla en que anima a ir adelante pero no enseña a construir y a desarrollar las capacidades personales para poder hacerlo. Y si lo hace es cobrando una pasta por cursos de coatching. Y ya estamos en el círculo vicioso del sistema.

Recomiendo siempre la gratuidad mutua como base de ayuda. El compartir lo que sirve para la ayuda al desarrollo de los demás, sugerir, escuchar, animar, hacer ver a cada uno lo mejor que tiene y poco a poco y con delicadeza sugerirle mejorar aquello en lo que aún no sabe gestionarse. Es decir, no querer convencer a nadie de que debe imitar cosas porque se le dicen, sino que poco a poco vaya despertando y descubriendo en sí mismo, en su realidad concreta, lo que siente y lo que debe hacer. Su guía interior. La "vocecita" que decía Gandhi. El contagio de valores por la práctica de la convivencia. Abstraer lo imprescindible en los estudios y mantener la aplicación concreta, práctica y vital de los conocimientos teóricos adquiridos. Estar formados y bien constituidos internamente nos hace libres del mal uso de la información. Estar informados hasta la saturación sin estar formados como individuos sociales, nos hace inútiles e inservibles, porque la acumulación excesiva de datos impide el desarrollo de la capacidad para descodificarlos, asimilarlos más allá de la memorización, y aplicarlos adecuadamente en la realidad cotidiana. Es decir provocando un escape de la realidad, una deformación de las percepciones fundamentales para el equilibrio. Por eso cada vez hay más personas que sufren transtornos de conducta, mentales y emocionales. Que se sostienen a base de fármacos neurolépticos y el sillón del analista durante años y años sin conseguir su autonomía.

El pensamiento positivo sin un camino de evolución consciente y responsable, sin un compromiso personal con el propio crecimiento, es, simplemente, una estupidez estupidizante. Y por lo tanto inútil como un globo frágil y sin resistencia, que se hincha y estalla por exceso de fluído inmaterial.

1 comentario:

javier p dijo...

Genial articulo. Llevo un tiempo notando a gente de mi entorno adoptar las creencias de esta doctrina del pensamiento positivo y empiezo a estar harto. Me alegra ver que hay gente de mi misma opinión y, sobre todo, que sean capaces de plasmar en palabras lo que pienso.
tar las creencias de esta doctrina del pensamiento positivo y empiezo a estar harto. Me alegra ver que hay gente de mi misma opinión y, sobre todo, que sean capaces de plasmar en palabras lo que pienso.