viernes, 29 de abril de 2011

El vestuario cuestiona a Mourinho

El vestuario cuestiona a Mourinho

Los futbolistas del Madrid secundan en privado a Cristiano en las críticas al planteamiento contra el Barça: "Jugando todos atrás, no somos nadie"(El País)

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No han sido el Barça ni Guardiola los "enemigos" que han tumbado al Madrid y el prestigio de Mourinho como "mister". El peor enemigo de este buen señor, ha resultado ser el de todo hijo de vecino que se sube a la parra y no sabe bajarse a tiempo o renunciar cuando la parra es endeble y cede bajo el propio peso del trepa. Es el riesgo que uno corre cuando deja las riendas de su vida y su profesión en manos tan peligrosas como la soberbia, la vanidad, la prepotencia y el orgullo. Los tres mosqueteros y el d'artagnan del fracaso final de todo proyecto, de todo trabajo, de todo sueño posible.
Quien desconoce la humildad, que es simplemente la aceptación de la realidad personal y colectiva, está autodestinado al fracaso perfecto. A la autodefenestración inevitable.

Según confiesan los jóvenes futbolistas del Madrid, este entrenador les ha obligado a jugar sucísimo, haciendo trampas, simulando y tratando de engañar torpemente al contrincante y la cosa ha terminado fatal: los futbolistas del Real M. quedaron reducidos a monigotes obedientes y coartados. Replegados en una protección defensivo-atacante, que les bloqueó la creatividad, la frescura del juego, el valor que da el riesgo necesario. Una bazofia absoluta que dejó a un gran equipo en tanga ante otro gran equipo sano y bien vestido con la marca de un juego honesto y directo.

La gran lección que se desprende de estos casos es que la excelencia no se consigue porque se inviertan muchos millones en contratar "genios". Porque ese tipo de genialidad, sin un buen guía, es un arma letal. Y si el guía va también de "genio", el desastre está servido. Los egos se harán la guerra inevitablemente. Una persona entrenada para y obsesionada con el "triunfo", hacia la única meta de "ganar" a cualquier precio, jamás es un "genio". Sino un mediocre ambicioso empeñado en conseguir un nivel que le aúpe, como en unos zancos, por encima de los demás, para que se le vea bien y se le aplauda y le se paguen dineros a espuertas. Y él o ella, puedan hacer de su capa un sayo sin dar cuentas a nadie. Y por supuesto mucho menos a una propia conciencia que no tienen, porque en ese estado es imposible acceder a más. Y, por supuesto, nada más lejos del genio verdadero.

La verdadera genialidad aplicada al deporte se ve muy bien en el trabajo de Del Bosque o de Pep Guardiola. En el clima que son capaces de crear. Construyen convivencia. Nobleza. Fluidez. Inteligencia. Además de no entrenar máquinas de "ganar", sino favoreciendo que surja de cada jugador lo mejor que tiene, lo más elevado de sus posibilidades, primero como hombres y, en paralelo, como profesionales. Y eso se nota a la legua. Marca estilo. Propicia un clima muy distinto. Y los resultados están a la vista.

Parece que el problema del Madrid no son los jugadores ni el entrenador, sino la estructura ejecutiva y la mentalidad de la dirección. Una "filosofía" de la explotación a cambio de los millones invertidos en los cracks que se convierten en mercancía obediente y no pensante. Los directivos están aferrados a un pasado triunfal y quieren repetir y mantener las formas y los métodos de los años gloriosos. No han evolucionado. En la España de los años cincuenta, sesenta y demás décadas del pasado siglo la mentalidad era muy distinta. La cultura también. Y el nivel de conciencia de la sociedad mucho más elemental. Un dictador millonario y adepto al poder como Bernabeu podía ser el soberano absoluto y perenne de un club de fútbol, con la bendición de toda la sociedad. Incluso ser admirado como un gran líder ejemplar. Hoy no.
Los deportistas de entonces eran muchachos de humilde extracción social. Deseosos de fama y dinero para salir de la miseria o de un futuro campesino o proletario. Unos fenómenos espontáneos del balón, del ciclismo, motorismo o del tenis. Que descubiertos a tiempo, como Joselito o Marisol, Pablito Calvo, Ana Belén o Rocío Dúrcal, Bahamotes, Santana, o Ángel Nieto, podían ascender , igual que cometas, por los caminos de la gloria, dirigidos por los muchos bernabéus que andaban " a la caza" del talento natural y en bruto, que a su vez les permitía hacerse de oro. Eran fenómenos aislados. Ahora la energía es nueva. Hoy se valora mucho más un equipo bien avenido y cooperador que un conjunto de individualidades egocéntricas donde cada uno va a buscar su porción particular de éxito. Da muchas más satisfacciones una vida rica en relaciones fructíferas y reconfortantes, que el sufrimiento en solitario de los miembros de un equipo que rivalizan entre sí para ser líderes. Los deportistas pertenecen ya a un modo distinto de existir. Estudian. Se interesan por la cultura, y el deporte para ellos no es la panacea, sino una profesión temporal en la que buscan no sólo el dinero y la fama, sino una vida armónica y satisfactoria, con camaradas y amigos en colaboración. Saben que la "estrella" se eclipsa pronto y el hombre debe seguir su ruta más allá del esplendor pasajero. Y si tienen que elegir entre ser "astros" a cualquier precio o personas íntegras y felices, tienen mucho más clara su opción. No hacen ascos a un nivel de vida alto, pero ese nivel incluye también la calidad ética y digna, no sólo la cantidad crematística y glamurosa. Son otros tiempos. Y tal vez por eso en esta ocasión los jugadores del Madrid le han plantado cara a Mourinho y han hecho patente su descontento con sus tácticas.

En fin, que los tiempos nuevos aportan nuevas energías y esas energías modifican los tiempos, los comportamientos y las percepciones. Y conviene estar atentos a los signos, aprender de cada cambio y de su significado. Nada sucede por casualidad y ahora es mucho más fácil comprobarlo. El imperio del ego está en las últimas boqueadas. El hombre ha llegado a un punto evolutivo donde, o el ego se queda en motor físico para mover materia al servicio del espíritu, o destruye a su contenedor por falta de adaptación al nuevo medio de desarrollo. El ego es demasiado denso para la sutileza del nuevo estado naciente. La función crea el órgano o lo elimina cuando ya no sirve. Puro Darwin.

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