martes, 26 de abril de 2011

El dios boder-line

Acabo de leer una noticia a caballo entre el dislate y la infiltración de silicona mental: los científicos del complejo de inferioridad cósmica han encontrado ¡por fin! "la partícula de Dios". ¡Aleluya! cada loco con la suya. Ya tenemos solucionado el secreto de la eternidad, de la piedra filosofal, la intriga "cuántica" (¡cómo no!) del misterio, le hemos arrancado a la divinidad el look glamuroso de su prepotencia omnipotente. Somos la leche. En polvo, claro. Nos falta un hervor de sensatez para adquirir ese estado fluído y acuoso que concede la liquefacción de lo sólido. La capacidad de salir, de avanzar, de fertilizar, refrescar y aclarar lo que se lleva entre manos. Nosotros, los humanos de mente fosilizada en el polvo lácteo como bebés sin más biberón que las alucinaciones colectivas, de momento, no damos para más. Por eso nuestro demiurgo absoluto sólo puede ser una partícula subatómica a merced del mejor postor, del que pague más para mantener proyectos de ciencia a la carta. Como si fuese el Burguerking o el McDonalds de todos los universos del barrio terrestre. Por ahora no merecemos otra cosa más potable.

Bromas a parte, lo que sí debería darnos que pensar, es el uso indiscriminado del absolutismo pseudicientífico, de la peligrosa cienciaficción-cracia. Que estemos en manos de la ambición sin fronteras éticas de ricos emparanoiados y de eruditos enloquecidos y empachados de una curiosidad adictiva, no intelectual, sino egorrágica. De gobiernos megalómanos y con manía persecutoria, como el yanky, capaces de encarcelar deficientes mentales de todas las edades, acusados de terrorismo guantanamero, mientras ese mismo poder es el generador de todos los terrores reales e imaginables. En manos de esos prendas está la "ciencia", la tecnología, la información, las comunicaciones, las materias primas y la pasta. Lo único que todavía se les escapa es esa chispa, esa partícula misteriosa , escurridiza y fugitiva, que no alcanzan a meter en vereda. Pero están en ello.
Lástima que nunca acierten en la trayectoria del empeño y así todos sus esfuerzos son agua de borrajas.

El quid es que esa "partícula" es demasiado previsora. Y sabiendo de antemano -para eso es Dios, faltaría más!- lo que se cuece en los exteriores del rodaje, se ha escondido dentro, en las inmensidades inexploradas del propio "sabio prêt a porter". De sobra sabe ella, que ese tipo de sabio donde menos mira y menos ve es en su propio interior. Porque en su mente superficial, amante infiel, dislocada y promiscua, de los efectos especiales y periféricos, jamás podrá dar con su paradero. Es decir, el "sabio" se ha pasado milenios buscando esa divina pulga de la Chelito en las iglesias, pagodas, monasterios, sectas, bibliotecas, museos, archivos, laboratorios, cuarteles, empresas, viajes, bancos, hospitales, quirófanos, talleres de alquimia, fiestas, cementerios y burdeles. Lechos y ataúdes, fama y virtud, desvergüenza y excesos...bondades de todo a un euro y ardores guerreros y políticos. Pero....imposible. Esa partícula no se daja camelar por nada ni por nadie. Es rebelde por que ella se hizo así y no hay quien la descubra ni la domine si no se cambia de abajo a arriba, de lado a lado, de fuera a dentro. Y como ese cambio no es compatible con la "búsqueda" del apetito habitual y la necesidad perentoria, de grandeur eterno y fanfarrioso, ni con los barnices de la apariencia, del mandoble y del tronío, el pobre sabio prêt a porter, se queda a dos velas for ever & ever, again & again. Y no escarmienta con la experiencia. Insiste. Cambia los métodos. Refina las tácticas, pero no crece, no percibe, no sabe penetrar en el punto "G", el de la Gracia. No en el de la guerra, ni la ganancia, ni del grito ni del gatuperio. Y entonces se pierde entre los aceleradores, los electrones, los neutrones, neutronas y neutrinos, los fotones, las fotonas y los fotinos. De ahí no sale. No puede salir. La partícula interior se lo impide. No es posible en estado precario alcanzar la plenitud particulera o "particular", o sea de la partícula ansiada y por eso mismo inaccesible. Cuanto más fuera, menos dentro. Cuanto más bajo, menos alto y así va la marcha. Para que todo opuesto se una, se armonice, hace falta encontrar la partícula y sin ella no se puede llegar a la unidad ni a la armonía. Y ahí termina el viaje "científico" y comienza el viaje hacia la nada y el vacío.

Hay una fórmula. Sí. Muy antigua y con muy pocos adeptos. "Si el grano de trigo no se entierra y se deshace, no hay espiga". El grano de trigo es el ego humano. Con toda su corte de engaños, deseos estrafalarios, y trampas justificadísimas. Y la ciencia y el arte y las disciplinas religiosas, sometidas a ese estado sólo son una droga más. Una adormidera. Un opio disfrazado de "verdad". Un sueño del que hay que despertarse si se quiere encontrar la "partícula". Quien la encuentra no lo pregona. Lo vive y basta. Porque sabe que cada uno debe entrar por una voluntad superior humilde y sincera, sin ego, sin pretensiones, despojada del deseo vanidoso de la "excelencia" humanoide, y no arrastrado por la curiosidad de otros, ni por la mímesis, ni por afán de ser "el mejor" en todo, y hasta más "dios" que el propio Dios. Los resultados son indescriptibles y el que los goza no puede volver al estado primitivo. Cambia su esencia para siempre.

Mientras eso no se descubre, mientras no se crece lo suficente para descubrirlo, todo el resto es una chapuza. Fuente constante de isatisfacción. Nada sacia y todo cansa antes o después. Un prolegómeno idiota e insulso. Una mala noche en una pésima posada. Si no desaparece la oruga en el capullo de seda, -la trampa del ego- no habrá mariposa que traiga nueva vida. Si la noche no cediese humildemente su oscuridad al alba, nunca habría luz para distinguir las piedras y los barrancos profundos del camino, ni las arenas movedizas del trayecto ni los bordes del abismo. Si el día no cediese su luz al crepúsculo no habría reposo ni descanso para los sentidos en este estado actual en que vivimos. Así, aceptando la realidad, serenamente, se va calando hacia dentro y ceden las murallas de la soberbia, de la testarudez, del prejuicio, del apego, del miedo, de la rapiña, de las manías, de los abusos innecesarios, de las mentiras como autoprograma de vida. Entonces la ciencia y el camino se hacen una sola vía de iluminación instantánea, que no sólo no es incompatible con el estudio, sino que potencia sus resultados mucho más de lo habitual. Y de repente, un día, en el silencio profundo de un instante infinito, la partícula es nosotros. No "yo". Nosotros. Ahí aparece el estado TOTAL. El acelerador de conciencia. Lapercepción "visual" de lo invisible integrado en la naturaleza de lo visible. La ciencia se ha convertido en espíritu, el espíritu es la ciencia, la materia y la energía una realidad inseparable. Y una evidencia indiscutible: La partícula divina es TODO. Pero ella misma se ha puesto un programa border-line para facilitar el paso -la pascua- de la densidad a la sutileza. De lo inconsciente del olvido a la consciencia de la memoria. Por eso mismo, ¿cómo podría encontrar la materia mental olvidada de su origen divino su propia esencia buscándola y buscándose en la superficie aparente de la realidad, es decir, en el mundo disperso e imaginario - de la imagen, el sonido, el gusto, el olfato y el tacto, sentidos aún sin evolucionar- "fuera" de ella misma?
Cuando se despierta se entiende instantáneamente: Nada verdaderamente válido y real estaba fuera. Sólo las máquinas y su almacén de ilusas perspectivas de triste y engañosa autonomía. Como señuelos y espantapájaros que aparecen en el viaje hacia la verdadera y única existencia esencial.





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