sábado, 20 de noviembre de 2010

Un poco más alto, por favor!

La santa paranoia de SS no tiene confines. Ni su filopantocracia tampoco. El laicismo no sólo es una amenaza para la iglesia vaticana, sino también lo es, nada menos, que para la verdad. Como en un despotismo dogmáticamente ilustrado, Yavalisto XVI identifica su negocio religioso con la verdad. Única y monocolor, faltaría más. L'etat c'est moi! Por supuesto, que él es el Estado Vaticano, eso no lo duda nadie. Todos estamos perfectamente de acuerdo en que allí puede hacer de su sotana un sayo o trescientos, si le apetece. Para eso le han nombrado regidor máximo del cotarro. Y sus secuaces no ponen la menor traba. Están en todo su derecho. Sólo parece que tienen una ligera desviación perceptiva de la realidad. Y es que la verdad es mucho más grande que una religión, que un estado, que un país, que un continente y que un planeta. La verdad es la dignidad humana unida a la dignidad de la creación realizando el bien cumún, y es patrimonio de todos, porque todos formamos parte de ella. Y todo lo que percibimos como realidad inmutable y eterna,en medio de lo cambiante, son sus fragmentos referenciales, no su totaldad, que dado nuestro tamaño y grado de desarrollo evolutivo, no podemos percibir aunque se intuya y se sienta tantas veces y de tantos modos. Pero sí sabemos que se manifiesta en el equilibrio de fuerzas psiquicas y mentales, en la realización benéfica sin exclusiones, en la claridad y en la transparencia, en la disposición compasiva y solidaria, en el respeto a los caminos de búsqueda personal, en la honestidad y en la coherencia, en la visión y comprensión de lo universal en lo particular y viceversa. En la generosidad indiscriminada y en la apertura de la conciencia hacia latitudes más altas que el puro imperio impositor y fanático de ideologías, credos y religiones. Que en definitiva en vez de ser caminos hacia la liberación humana se convierten en cárceles atroces para el desarrollo de todos. Esto lo vio muy claro Jesucristo. Por eso lo condenaron a morir en cruz. Había que proteger el sistema del poder frente al despertar humano. Había que combatir el laicismo de Dios, que no era judío, ni es musulmán ni católico. Esta parte de la verdad no se puede admitir en una sociedad cerrada, muerta de miedo, que necesita inventarse cada día una relación con la divinidad diseñada a su medida. Un conjunto de seres no evolucionados, asustados ante la idea del mal, que ellos mismos generan sin darse cuenta, ante la idea de la duda que pone en crisis las inercias heredadas, ante las incógnitas del "más allá" que pormete ser la cara oculta de la felicidad aunque aquí se haya sido un canalla y una víbora rabiosa. Todo se puede arreglar en el último momento con una buena confesión que abrirá las puertas del cielo al más espantoso elemento, siempre que se incline a aceptar el yugo de la iglesia católica. Con ese planteamiento, es lógico que el mundo católico no mejore, que se endurezca, que esté atrofiado , en putrefacción y cada vez más lejos de esa verdad de la que se cree único poseedor y dispensador. La manifestación natural y divina de esa verdad, es la prueba irrefutable de la oscuridad y patetismo en que se mueve esa iglesia, que no es "el pueblo de Dios", sino un fragmento clerical y fósil ,de credos, dogmas y cultos pretéritos, ineficaces y anacrónicos. Basados en las liturgias y parafernalias del antiguo Israel y en los restos de la religión del imperio romano.
Esa es una parte de la verdad universal que la obcecación fanática del Vaticano no quiere ni siquiera considerar. Una parte de la verdad que se les escapa y les denuncia a los ojos del mundo. No necesitan acusadores. ¿Qué mejor muestra que ellos mismos cada vez que hablan para juzgar, condenar, apartar y rechazar todo lo que ellos no han pensado o dicho? Son incapaces de ver la manifestación de ese Dios del que tanto hablan y del que están a millones de años luz, por su afición a las tinieblas del poder. Ese Dios laico. Ateo de sí mismo. Servidor de la vida. Que como Pablo de Tarso lo intuyó : "Siendo Dios quiso manifestarse como esclavo" para liberar la esencia del hombre, que es otra manifestación riquísma de la divinidad materializada y en estado de ascensión hacia su perfección constante. Si esta parte indispensable de la verdad la ven otras opciones de búsqueda que entienden el mensaje del Evangelio mejor que ese extremo duro de la fijación, ¿no será ya el tiempo de avanzar sin lastres en la conciencia y camino del abrazo fraterno entre los hombres de todas las culturas, religiones e ideologías? No es un relativismo -como dice Ratzinger- ni una dejadez desganada lo que vacía los templos. Es que el Espíritu enciende su luz en los corazones, en las mentes y en las almas que están buscándole y no se conforman con la fabricación de barreras de seguridad, porque están detectando que nada en el mundo ni en la vida está separado de ese Dios que es mucho más que un "dios", que está repartido en la esencia de todos como los granos de una granada son parte de ella y ella está constituída por ellos.

Estas experiencias liberadoras que hacen comprender la grandeza de lo creado, no son exclusivas de ningún dogma. Son la herencia espiritual de nuestro destino cósmico. El jugo dulce de la granada. Y cuando los canales que deberían regar el campo de la verdad se obstruyen definitivamente por las piedras inamovibles de la costumbre, del temor y de la inercia, ese agua divina que fluye dentro de nosotros, salta los obstáculos y abre nuevos canales, en donde el camino hacia la verdad se nos revela parte responsable y dinámica de la verdad misma. Entonces comienzan las sincronicidades, los mensajes envueltos en todo que nos llevan al Todo, pasando por el cada uno. Y se empieza a formar un tejido nuevo y reparador que nos dota de una alma más fina,limpia y bella. Mucho más lúcida y clarividente. Mucho más segura, valiente y optimista. Reguladora del estado de indefensión y de primitivos temores ya sin sentido, cuando el miedo a la destrucción y el chantaje del terror, se evaporan ante la fuerza insuperable de otro estado que sube más alto cuanto más encarnado y humano se hace. ¿Tiene acaso el Vaticano explicación para este fenómeno ya felizmente extendido en el mundo o la humildad suficiente para reconocer que no está a la altura en que el Espíritu está colocando el listón de la simplicidad y de la inocencia del hombre capaz de percibir que una nueva creación está emergiendo de las cenizas y de los escombros y que para contenerla no sirven ya los viejos moldes milenarios, sino que una voz intemporal está diciendo "ahora vengo y todo lo hago nuevo"?

La verdad es que las palabras de ese viejito aferrado a lo que murió y está muriendo, dentro de poco dejarán de indignar y de ser noticia, porque la Verdad del hijo de Hombre le dejará sin audiencia. Estamos recibiendo una oleada preciosa de impulsos espirituales renovadores y todo lo viejo se está desmigando como un pan duro que el desgaste del tiempo ralla sin cesar. No pasarán más de dos años y ya habremos comprobado qué es al Verdad y que todo le pertenece. Nosotros, todos, también. Lo mismo que los que ahora se aislan en sus creencias como en una fortaleza amurallada. Compeenderásn de pronto que también ellos y sus valuartes defensivos son perte de la misma Verdad de todos. Y ese día no está tan lejos como parece.
SS lo teme y lo intuye como una catástrofe y un ataque de los descreídos, pero cuando lo vea y lo entienda, se alegrará también y puede que entonces comprenda que no hay diferencia alguna entre "sacro" y"profano", entre "religioso" y "laico", porque Dios es todo eso y nosotros los granos de la divina granada eterna, que no tiene principio ni fin, a pesar de las explosiones de antimateria que según los científicos sorprenden las leyes de la física. Sin ver que ellos mismos son ya una demostración de aquello que no entienden.
Al final, como en las viejas películas bonitas del pasado, el amor triunfa siempre. Porque la Verdad y la Vida, son Amor. Y el Amor, más allá del tiempo y de los espacios, es el único que gana la partida del futuro. Que cuando llega resulta que también es el Presente.


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