jueves, 17 de febrero de 2022

Que disfrutéis este regalazo familia! Aquí van dos primicias providenciales, reflexivas, coincidentes por diversos canales sincrónicos, ofrecidas por la prensa más responsable y lúcida, en un momento evolutivo crucial de Apocalipsis necesario, como sugiere acertadamente Franco Berardi e intuye Santiago Alba Rico desde lo más profundo de la realidad personal y compartida ya universalmente, por fuerza mayor. Vamos, que no nos quedan alternativas que no pasen ese control de calidad que no puede ignorarse si se quiere comprender y superar, este aplastante pifostio ya imparable sin remedio, si seguimos atados en las mismas barbaridades que lo han producido. Lo mejor de todo en medio de lo peor, es que cada vez más claramente se manifiesta la urgente y apremiante necesidad de un cambio radical de mirada, de entenderas y sentimientos en los interiores humanos, una voluntad cooperativa y amorosa, consciente y lúcida, una nueva disposición vital compartida, animosa hasta en lo más dificil, una nueva visión instantánea, como un "satori"social , una "resurrección" en la masa crítica del ser y del existir, una metamorfosis reveldora en cada cosa que pensamos, decimos y hacemos, práctica, compasiva, empática, sana, feliz y soprendentemente contagiosa, sin la que toda "mejoría y normalidad" es pura ficción ilusoria. Lo que parecía "seguro" ahora es letal. Lo que era insignificante ahora es imprescindible. Lo que era "triunfar" de ahora en adelante es suicidio tanto personal como colectivo. Y no echemos la culpa a "los que mandan", porque 'mandan' con nuestros votos, nuestra "devoción ideológica" y nuestros impuestos. El cambio es individual para alcanzar un resultado colectivo: nos necesitamos como células sanas del mismo organismo ontológico. O nos sanamos junt@s o no lo contaremos más. Porque no quedará nadie para escucharlo o leerlo. Ahí estamos. Amor se llama la única vacuna infalible, el medicamento, la única terapia posible y al alcance de tod@s, sin anuncios y completamente gratis. O amor, o nada de nada, carinyets! Como coaching y paradigmas por ahí andan Yolanda Díaz y Alberto Garzón, en el gobierno y Baldoví, Errejón y las Mónicas, en el Parlamento...'Podemos' pasó a la historia del truqui oportunista del momento, no da para nada más. La realidad que se intentó intervenir desde las hegemonías trasnochadas, obviamente, ha superado el listón de lo posible para unos moldes desbordados por el contenido del alud personal, social y global, que se nos ha ido cayendo encima durante años, sin notarlo siquiera, absortos en el mejunje de trepar, a pesar de que avisos hubo, pero solo se vieron como peleas de gallos instigados por el poder y sus miserias, cuando en realidad solo se pretendía explicar que el poder y su nodriza, la soberbia y su tontuna, es la peor trampa mortal para el ser humano como colectivo saludable. Sí, se puede, claro que se puede, pero no así, querida familia , ya casi nada podemita. Aunque tal vez, haya que agradecer al podemismo el papel de revulsivo para despertar de una vez por todas, y volver a la casa original: el 15M, ese municipalismo federal, en el codo con codo del día a día, y una vida nueva que ir construyendo entre tod@s con los cascotes del derrumbe, la cooperación de una fraternidad a estrenar, desconocida hasta ahora y, cómo no, con la Naturaleza como maestra recuperable, si queremos, claro! La decisión sigue siendo nuestra y no de nuestros amanuenses ideo(i)lógicos, a los que elegimos y pagamos, para que nos ayuden y no para que nos hundan a base de rabias y malos rollos que no son cosa nuestra, sino de ellos y su enganche con la droga del ppoder y la ppashta reshultante. - y viceversa- Ains!

          ¿Cordón sanitario?

Santiago Alba Rico

El líder de Vox, Santiago Abascal, interviene en una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 16 de febrero de 2022, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

Lo he escrito otras veces: no me gusta, e incluso me inquieta, el concepto de "cordón sanitario", porque no aspira a dejar fuera a un grupo o a un rival político, sino que, al contrario, lo concibe de entrada como si hubiera estado siempre fuera y viniese desde el exterior a amenazarnos. Ese exterior es ontológicamente inhumano o subhumano: el mal absoluto del que, por eso mismo, estaría justificado defenderse -para mantenerlo fuera- por cualquier medio. La izquierda no debería olvidar que las metáforas sanitarias -como las zoológicas- forman parte de la tradición propagandística de esa ultraderecha que el "cordón sanitario" dice combatir. El nazismo frente a los judíos, el franquismo frente a los comunistas, el sionismo frente a los palestinos ha recurrido siempre a estos tropos deshumanizadores: el virus insidioso, el piojo, la infección, el cáncer que obligaría a recurrir al tajo de la cirujía. Ni siquiera los peores delincuentes, lo sabemos, deben ser tratados en estos términos. El Derecho consiste precisamente en evitar que los asesinos más infames -violadores de niños, terroristas, genocidas- se salgan fuera de la humanidad, donde el Derecho no los alcanzaría y donde podrían así escapar de la justicia o, peor aún, ser linchados. La idea del Derecho es de izquierdas justamente por eso. Si no nos permitimos deshumanizar a un criminal, ¿lo haremos con un contrincante o, incluso, con un enemigo político? Contamos con una amplia panoplia de insultos castizos y sonoros -porque a veces hay que fajarse además de entender- para rechazar a Vox. Pero Vox, no lo olvidemos, no es un virus: es un plan, apoyado por cientos de miles de vecinos nuestros. Dejemos los "cordones sanitarios" para el campo de la clínica y la epidemiología.

Me gusta más, con reservas, la idea de "cordón democrático" que utiliza CTXT en un reciente editorial. Equivocado o no en el caso de Castilla y León, aquí se trata de considerar la opción coyuntural de acuerdos concretos no ideológicos entre partidos a fin de evitar que la ultraderecha gestione las instituciones. No se trata, pues, de hacer campañas demonizadoras o de mantener un permanente estado de alerta "sanitaria": se trata de impedir políticamente, allí donde se pueda, que la ultraderecha gobierne. Creo que es un planteamiento que merece ser discutido. Se podría aducir con fundamento que el poder va a desgastar a Vox más de lo que lo haría su desempeño rebelde en la oposición; e incluso, en otra dirección, que su gestión institucional -cuanto peor mejor- removilizará a una población dormida o desencantada.

Ahora bien, también se podrían alegar, en sentido contrario, dos argumentos no desdeñables. El primero insiste en recordar lo que cuesta deshacer las medidas que toman los gobiernos; lo hemos visto con la tímida reforma de la reforma laboral y lo estamos viendo con la llamada ley Mordaza. Revertir derechos es más fácil que restablecerlos y más en un contexto de desdemocratización general en el que cada homeopática conquista se obtiene al mismo tiempo contra la acumulación y contra la corriente. Por otro lado, y al contrario que Unidas Podemos en la coalición de gobierno, Vox es una fuerza en crecimiento y tendría mucho poder en Castilla y León, de manera que desde las instituciones podría, además de empeorar las malas condiciones de vida de la población, afianzar su implantación territorial en los próximos años, incluso en detrimento del PP que hoy lo parasita. No estoy seguro de que nadie tenga una buena fórmula frente a esta segunda ola populista -ahora de extrema derecha- que combina neoliberalismo y neofranquismo y que atrae a mucha gente no ideologizada, pero a estas alturas deberíamos ya rechazar al menos una tentación: la de la lógica del "cuanto peor mejor", que solo sirve para dar la razón a una minoría quejumbrosa e impotente, separada de esa mayoría que solo se moviliza cuando le proponen algo mejor.

He leído -o escuchado- dos alegatos inteligentes contra el "cordón democrático". Uno es de Elizabeth Duval; el otro es de Pablo Iglesias. Los dos formulan la objeción desde posiciones contrarias pero en los mismos términos: como "un error estratégico" y una "debilidad".

Cualquiera que me haya leído en los últimos cinco años, sabe que comparto línea por línea el artículo de Duval sobre Unidas Podemos y su catástrofe electoral. La única frase que me ofrece dudas es esa en la que afirma que "el discurso de los cordones democráticos es una tremenda muestra de debilidad e incapacidad estratégica". Me ofrece dudas -certezas no tengo ninguna- porque, si bien tengo claro que la izquierda no debe hablar y actuar "a la defensiva", no estoy seguro de que deba renunciar a toda defensa, en todas las circunstancias y en todos los marcos políticos. Una cosa es un "cordón sanitario", con una campaña basada en la "amenaza fascista" y en la criminalización inflacionista del adversario (del que se pediría la ilegalización, el silencio informativo y la persecución judicial y que sacaría ventaja de la persecución), y otra llegar a acuerdos puntuales, de carácter provisional, en una situación de debilidad objetiva, para trazar una línea democrática allí donde esa línea es cada vez más borrosa y precaria. Soy un pésimo estratega, pero no es fácil serlo en un contexto en el que uno tiene la impresión de que estamos disparando sin cesar a dianas que ya no están ahí: flechas atinadísimas lanzadas con años de retraso. La propuesta de un "cordón democrático", frente a un "cordón sanitario", tiene un defecto: no se dan las condiciones para que sea escuchada. Tiene una ventaja: abre un debate que se va a plantear muchas veces a partir de ahora, a la espera de que la izquierda encuentre de nuevo la forma de enganchar con el malestar y la rebeldía de las mayorías sociales.

Pablo Iglesias, por su parte, en una intervención en la Cadena Ser, ha criticado también el "cordón democrático"; lo considera asimismo una "demostración de debilidad", pero desde una posición diferente, pues la propuesta revelaría, a su juicio, "una debilidad ideológica" que "legitimaría al PP". Iglesias, por tanto, pide a la izquierda "fortaleza ideológica", "poner la ideología encima de la mesa". Es decir, el expresidente del gobierno elige dirigirse de nuevo y en exclusiva al grupo cada vez más encogido de los votantes de Unidas Podemos, y ello en nombre de una batalla ideológica que, frente al ñoño "cordón democrático", reclamaría una lucha clara y sin cuartel: un "cordón sanitario", en fin, contra ese peligro "fascista" que empieza, como una frontera absoluta, en la linde derecha del propio PSOE.

Porque no hay ninguna diferencia, asegura Iglesias, entre el PP y Vox. Todos sabemos, es cierto, cómo nace Vox; yo mismo lo he llamado "prolapso" del Partido Popular. Pero concebir como un bloque homogéneo a toda la derecha -y más tras el astillamiento del bipartidismo- implica no solo entregar a sus votantes en cautividad perpetua sino contribuir a volcar todas sus diferencias internas en el marco hoy dominante, que es el señalado desde fuera por Vox. Aunque solo sea a modo de ficción (la democracia es apenas eso), nos conviene creer que hay varias derechas -incluso una derecha liberal- y tratar de explotar sus divisiones en favor de la democracia y en contra de la explosión destropopulista.

¿Cuál es el camino? El "cordón sanitario" no lo es, porque trata a Vox y a sus votantes como si fueran virus, reforzando así su solidaria rebeldía extramuros de los valores democráticos -y contra ellos. ¿Se puede pensar alguna intervención institucional que aleje de Vox a un PP que está desplazando la mitad del espectro político, con sus electorados, hacia el iliberalismo más destructivo? Podemos decir -y quizás con razón- que la diferencia entre el Casado que el 22 de octubre de 2020 rompió con Vox en un encendido discurso en el Parlamento y el Casado de la campaña electoral de Castilla y León en 2022 es la que hay entre la falsedad y la verdad. El Casado real, el PP real, se han mostrado sin ropajes. Puede ser, pero la política también consiste en obligar a otros partidos a adoptar discursos o medidas en las que no creen o en las que solo creen a medias. ¿Cómo se consigue eso? El primer Podemos lo consiguió con el PSOE; Vox, en dirección opuesta, lo está consiguiendo con el PP. Puesto que la ventaja es hoy suya y el peligro grande, la pregunta es si, desde la pequeña política de los partidos y sin restablecer ilusoriamente el bipartidismo, podemos hacer algo para frenar esa subsunción fatal. No estamos en condiciones ya de imponer, como de sentido común, transformaciones estructurales; se trata apenas de saber si existe aún algún camino, y cuál, para esta pequeñez: para obligar a la derecha a seguir fingiendo que cree en la democracia.

Si los debates no revelasen desconciertos, relaciones de fuerza, debilidades del adversario y futuros contextos, podría decirse que este debate es ocioso, pues Vox va a gobernar, nos guste o no, en Castilla y León. Debería servir al menos, como dice Duval, para que la izquierda deje a un lado "el discurso del fracaso sistemático". Frente a Pablo Iglesias (que prefiere un "cordón sanitario" a un "cordón democrático"), Elizabeth Duval (que confunde un "cordón democrático" con un "cordón sanitario") tiene razón. Basta de amenazarnos con Vox. Ya está ahí. La izquierda ya sabe cuán peligroso es. Ahora bien, no se trata de que nosotros repitamos -y sepamos- lo peligroso que es Abascal y los suyos sino de frenarlos y derrotarlos; es decir, de convencer a las mayorías sociales de que la ultraderecha no tiene nada que ofrecerles. Eso no se consigue poniendo la "ideología" sobre la mesa ni invocando el "fascismo" y el "antifascismo" ni estableciendo, desde luego, un inquietante "cordón sanitario" o denunciando de manera victimista la complicidad de los medios de comunicación. Esa retórica no moviliza sino que asusta a un buen número de españoles.

¿Qué hacer entonces para revertir y reconducir democráticamente la segunda ola populista? No tengo ni idea. Sí sé que, en una situación de debilidad objetiva, sólo hay batallas pequeñas y las batallas pequeñas también hay que darlas, por poco ilusionantes que sean. El "cordón democrático" revela debilidad, sí, porque la izquierda transformadora es débil; y si se equivoca de estrategia es porque se equivoca de país. La propuesta presupone, en efecto, que la mayoría social identifica positivamente la democracia como fuente material de más derechos laborales, más igualdad, más tiempo libre, más libertades civiles; como algo, en fin, que es vital defender. No es el caso. En España la democracia está muy descascarillada y en Europa en retroceso; y mucha gente -desde la propia clase política- la desprecia. No me parecería mal, en todo caso, que el PSOE se abstuviera en Castilla y León para permitir gobernar a un PP débil y enfrentado a Vox; pero solo si, al mismo tiempo, desde el gobierno central, fuera mucho más lejos de lo que ha ido en sus políticas sociales y económicas. Ninguna de las dos cosas va a ocurrir. Necesitamos un "cordón democrático" en nuestras cabezas, en nuestro deseo, en nuestra rabia, en nuestras relaciones; y ese solo se construye con dignidad material y trabajo colectivo. Para ese cordón democrático nos faltan, en fin, todos los mimbres: las instituciones y el "pueblo".

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Franco 'Bifo' Berardi: “No podemos negar que España es hoy el país más civilizado de Europa”

Berardi, fotografiado en la plaza situada frente al Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.

Neus Tomàs


eldiario.es

Quedamos con Franco ‘Bifo’ Berardi (Bolonia, 1949) en la cafetería del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Está en la capital catalana para participar en el ciclo 'La máscara nunca miente' que, a través de material documental, audiovisual y la participación de voces como la del filósofo italiano debate sobre fenómenos que van de la identidad a las protestas sociales o el poder. Reflexionará con jóvenes sobre los efectos de la pandemia y, en especial, los que puede provocar en esta generación todo lo que han vivido durante estos últimos tiempos.

Berardi es un pensador, un activista de izquierdas y sobre todo un agitador de conciencias. Incomoda con sus preguntas y con sus respuestas. En su último libro, 'El tercer inconsciente' (Caja Negra) desnuda la sociedad capitalista y un mundo que ya antes de la pandemia daba señales de acercarse al colapso. Para Berardi, el caos geopolítico puede ser la única salida, la alternativa a la extinción de la civilización tal y como la conocemos. Nos hemos acostumbrado a dar por normal un mundo en el que se confunde acumular bienes con disfrutar de ellos. Pero no lo es y él nos lo recuerda en sus libros y también con vehemencia en conversaciones como esta. 

En su último libro explica cómo durante la pandemia hemos visto a anarquistas respetando las leyes y a fascistas reclamando libertad. ¿Es porque el concepto de libertad se ha pervertido?

Es por muchas razones. La primera es porque el virus ha desencadenado un efecto de indeterminismo definitivo y que hace que todas las reglas de la ciencia, la política y la moral modernas se demuestren impotentes. La segunda es porque el concepto de libertad es una mentira desde el principio. Las elecciones que podemos hacer son siempre parciales, nunca absolutas. El concepto moderno, maquiavélico, de la libertad es el de una infinita potencia de la voluntad humana que nunca existió. Los automatismos técnicos, financieros, psíquicos y ambientales lo están determinando todo. Por lo tanto, proclamar la libertad es solo una mentira útil para los que buscan solo servir a sus intereses.

Ha comentado en alguna ocasión que libertad es una palabra sucia cuando la usamos en el contexto del capitalismo o del colonialismo. ¿Capitalismo y libertad son incompatibles? 

Como la libertad no significa nada a nivel práctico, el capitalismo puede convivir con la libertad porque la libertad no es nada. La libertad ha sido utilizada a nivel político para imponer las formas de vida y opresión que son propias de la expansión capitalista. La política moderna es la libertad de oprimir a la mujer, a los pueblos colonizados, a los obreros...¿En nombre de qué? En nombre de mi libertad.

Una de las cosas que se ha constatado durante estos meses es lo que define como una relación asimétrica entre la economía y la vida. 

Cuando hablamos de economía, hablamos de economía capitalista pese a que la etimología de la palabra podría abrir otros horizontes. Pero lo que conocemos es una economía de crecimiento, acumulación y provecho. Leo con mucho respeto a Paul Krugman y él sigue diciendo que la economía va bien, que los salarios mejoran. Entonces, ¿por qué cuatro millones y medio de trabajadores americanos han decidido dejar de trabajar? Los economistas tienen un problema y es que solo pueden pensar en términos económicos. No ven la vida real y por eso Krugman no puede entender que el problema de los obreros americanos es la miseria existencial en relación a la economía contemporánea. El crecimiento significa hoy un crimen sistemático contra la naturaleza, el cuerpo humano, la igualdad y la felicidad. Contra todo.

¿Movimientos como 'Fridays For Future' y nombres como el de Greta Thunberg le dan cierta esperanza?

'Fridays For Future' es un movimiento inteligente porque ha entendido que hay una contradicción fundamental entre crecimiento económico y posibilidad de una vida feliz. Eso me da la esperanza de encontrar personas inteligentes. Es mejor morir con personas así que con puercos y fascistas. Pero no creo que el movimiento de Greta Thunberg pueda salvar el planeta ni nuestra vida.

Proclamar la libertad es solo una mentira útil para los que buscan servir a sus intereses

Una de las aseveraciones más contundentes es la de que no ve una tercera vía entre el comunismo y la extinción. ¿No es un vaticinio muy radical?

Es una vaticinio muy realista. La posibilidad de supervivencia feliz del género humano pasa por la capacidad de regresar a lo útil y a lo frugal. Volver a lo útil significa preguntarse qué necesito: alimentos, agua, afectos...son muy pocas cosas y son las que me garantizan la felicidad. Desde que empezamos a definir la realidad como un valor de intercambio y no como valor de uso empezamos el camino del capitalismo, la desigualdad y la miseria. Frugal significa que el placer no está en la acumulación sino en el tiempo de disfrute. A la igualdad, utilidad y frugalidad yo le llamo comunismo.

¿La socialdemocracia no podría servir para acercarse a esa utilidad y frugalidad?

La socialdemocracia ha sido muchas cosas en la historia. Al principio fueron unos asesinos que mataron a los espartaquistas de la revolución berlinesa. Después se convirtieron en instrumentos del imperialismo europeo. Más adelante, ya con Toni Blair, fueron la fuerza social que permitió destrozar el sistema sanitario y educativo públicos. Pero al mismo tiempo, admito que los socialdemócratas no razonan solo en términos políticos sino también de bienestar social. Es una contradicción que debemos entender y utilizar. No podemos negar que España es hoy el país más civilizado de Europa. Es el único en el que la gente sonríe por la calle y es porque hay un socialdemócrata en el poder.

No confío mucho en Pedro Sánchez, pero es alguien dispuesto a abrir oportunidades. El gran problema de la socialdemocracia es que nunca ha estado dispuesta a distanciarse del supremacismo de la raza blanca. No entiendo cómo el gobierno más humano de la Unión Europea está dispuesto a repetir el error de Aznar en el 2004 en una guerra idiota, suicida y asesina. Hoy puede haber una nueva guerra y Sánchez le da la razón a los americanos. ¿Por qué? Porque el supremacismo blanco no está en los programas electorales, está en el subconsciente. Ese es el pecado original de la socialdemocracia. 

En ese conflicto al que se refiere, que tiene a Ucrania como escenario, ¿cómo juzga el papel de la Unión Europea?

Reconozco que la UE ha supuesto un enorme progreso porque ha cuestionado la identidad nacional. Desde este punto de vista soy europeísta. Pero, al mismo tiempo, veo a la Europa de la frontera de Polonia y Bielorrusia, el canal de Sicilia, Ceuta y Melilla, en la frontera de Croacia y Bosnia...donde se matan niños con los perros o dejándolos morir de frío, ahogándose en el mar y la conclusión es que la Unión Europea es una mezcla de progresismo socialdemócrata y de prejuicio inconsciente nazista. 

¿Nazista?

Sí, nazista. Porque siempre hemos pensado que el nazismo es el mal absoluto. Pero el mal absoluto no existe, es una manera de decir que eres diferente a Hitler. Y una persona puede decir yo soy bueno porque soy diferente a Hitler pero en realidad en el fondo no son distintos si esa persona piensa que los pueblos que no forman parte de la comunidad económicamente dominadora no merecen vivir o que en todo caso solo merecen vivir si sirven a sus intereses económicos. 

Le formulo una de las preguntas que se hace también usted y para la que no sé si tiene respuesta, pese a que ha escrito muchas veces sobre este tema. ¿Es posible una vida feliz en ese horizonte de extinción que dibuja?  

Creo poder confesar que yo he vivido una vida feliz. A pesar del asma, sigo viviéndola. Y sigo viviéndola porque no espero nada. 

¿La manera de ser feliz es no esperar nada de la vida?

Sí. El secreto de una buena relación consigo mismo y con los otros es no esperar que la felicidad pueda venir del exterior, de la acumulación de bienes. Se trata de reducir al máximo las necesidades. Existe un malentendido a propósito de la riqueza. Pensamos que la riqueza es una acumulación de bienes cuando en realidad es el disfrute de los bienes. Lacan habla de la continua estimulación del deseo que no encuentra placer. Ese es el corazón de la infelicidad contemporánea.

Considera que hay que evitar la repetición del viejo discurso antifascista, basado en el objeto de restaurar la democracia. ¿Cómo debería ser este discurso para frenar el avance de los nuevos movimientos de extrema derecha?

A mí no me da mucho miedo la derecha fascista, ni en Italia ni en España.

¿Por qué no le da miedo?

Porque no veo la diferencia entre la derecha fascista y la mayoría de ciudadanos europeos. No importa que voten al PSOE o al PP porque en el fondo cuando se trata de rechazar a millones de africanos o de otros puntos del planeta están perfectamente de acuerdo. Giorgia Meloni y Santiago Abascal representan la verdad profunda del alma europea en estos momentos. Ese es el problema. Por eso, me hace reír que se hable de restaurar la democracia. Biden ha rechazado más migrantes en un año que Trump en cuatro. Lo que me interesa es cómo se pueden cambiar las relaciones opresivas y no se pueden cambiar con la democracia. Detesto a Trump pero cuando se trata de analizar el comportamiento supremacista no hay diferencia entre él y Biden. 

Y, si no es con la democracia, ¿cómo se cambian esas relaciones opresivas?

El apocalipsis nos ayudará a salir de la dictadura capitalista.

Defina qué entiende por apocalipsis.

Apocalipsis es el desencadenamiento del caos geopolítico. El caos es mi amigo si me permite salir de la asfixia del automatismo financiero. 

¿Todavía vota?

En Italia no voto. Si votase en España, lo haría por Podemos porque es un intento. Aunque sea un intento fracasado, es un intento.

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