martes, 15 de febrero de 2022

COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN sobre el PLAN DE VACUNACIÓN | EL PAÍS

 

No tiene desperdicio. Ya es hora de que un verdadero EXPERTO ponga las cartas boca arriba en el tema vacunil y lo haga en una comisión del Congreso. O la gestión política abre los ojos a la realidad o la sanidad de los estados acabará en manos de las farmacéuticas, el negocio del milenio, con el convencimiento social y parlamentario de que eso "salva vidas" y mola mucho a la hora de las encuestas pro-vacunadoras en la macrogranja del Estado. Que conste que en absoluto soy antivacunas, al contrario, me parece que, al igual que la homeopatía, de la que la vacuna es hermana, ambas son unos de los mejores descubrimientos  de la medicina. Precisamente por esa razón me parece horrible que se haga de ellas un uso tan bárbaro como ignorante y zafio, al estilo forring office de las empresas farmacéuticas y sus negocios patentadores, que para colmo les pagan los estados como sucede en la UE sin la garantía de que el abastecimiento está asegurado si otro comprador paga más por la compra de lo que la UE costeó y sin cuya subvención no se hubiese podido fabricar. Ahí no importa la salud de nadie, solo llevárselo crudo cuanto antes. 

Creo que antes de vacunar a cualquier persona hay que analizar su estado, la vacuna aplicada a mogollón en plan granja no tiene en cuenta una realidad inapelable: cada ser humano es único en su genética, en sus reacciones vitales, psicoemocionales y bioquímicas y lo que puede salvar a uno, puede enfermar y matar a otros y al contrario, obviamente. Para eso está la Medicina de cabecera, de la escucha, de la observación y del cuidado directo, para humanizar los procesos de la enfermedad y conocer los riesgos de las epidemias, caso por caso. Prima non nocere: lo primero no hacer daño. Es la regla fundamental de cualquier médico, basada en Hipócrates. Y debe serlo también de quienes fabrican y venden los medicamentos. Una responsabilidad que los Estados nunca deben dejar en manos de la empresa privada. La mejor prevención en ese terreno es el trabajo institucional y nada especulativo, transparente e inasequible a la corrupción: jugar con la salud y la vida humanas, ponerlas en riesgo farmacológico para jugar a Frankestein con nuestros semejantes, debe ser considerado por la misma OMS  y la misma UE, un delito equiparable al homicidio por irresponsabilidad negligente.

Las cuestiones que han presentado en el diálogo las tres representantes del Congreso se me han quedado insuficientes, superficiales, embarulladas y enredadas al mismo tiempo en una especie de galimatías vacuo y autodefensivo sin que nadie ataque. Una especie de "pío, pio, que yo no he sío, con lo estupend@s que somos en mi corralito ideológico" Como si  en vez de cooperar con el científico informador para aclarar el asunto y que se entienda lo mejor posible, tuvieran que defenderse de él. Y eso que eran tres mujeres de izquierda. Menudo planchazo. Un sabio con experiencia y documentación directa en un tema tan acuciante y dramático como una pandemia globalizada, merece que quienes debatan con él sobre el modo de mejorar las iniciativas y propuestas, tengan un nivel parecido de conciencia, de preparación y de autocrítica imprescindible. La ideología en estos casos es más un obstáculo bloqueante que una herramienta útil, un estorbo más que una ayuda. La intervención de la diputada del Psoe me ha parecido "normal" y esperable, pero la de Inés Sabanés y la representante UP, me han parecido insuficientes, flojas y sin sustancia, no han aportado nada, con la de elementos que había en el temario y que la ciudadanía está interesadísima en conocer de primera mano. Por fin una apertura crítica en el Congreso, tan necesaria respecto al tratamiento del Covid-19.  En fin, un pan como unas tortas, pagado con nuestros impuestos. 

Queridas diputadas, no basta con ser mujeres, además hay que tener luces y sentido claro de que una representante política no está para ser pegatina de un partido, sino servidora pública de sus conciudadan@s. Como sí lo ha sido el científico de la Universidad de Catalunya totalmente al servicio del bien común sin remilgos ni zarandajas tiquismiquis.

Que quede bien claro: los  Estados del siglo XXI no están para mandar por encima de todo en plan dioses  egipcios, olímpicos, aztecas, babilonios o latinos,  están para organizar el servicio al bien común, en nombre de quienes los hacemos posibles, y los mantenemos con trabajo e impuestos. Mantener el equilibrio entre derechos y deberes. Solo para eso. Y si no lo hacen así, ellos mismos se acaban deshaciendo. 

Ante cosas así me pregunto ¿Qué será peor, el Planeta que van a heredar nuestros hij@s, o la "civilización" que le estamos dejando al Planeta en herencia?

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