miércoles, 18 de mayo de 2011

El ocaso de los dioses (de pacotilla)

Nos llueven noticias cada vez más clarificadoras. Hombres muy listos y heroicos de repente se desploman, como estrellas que se extinguen, víctimas de un apagón repetido de sus talentos. Un Julián Assange que amenazaba al imperio con sarcale las vergüenzas a subasta, se eclipsa de repente porque unas mozas suecas de buen ver y mal conformar, le denuncian por abusos sexuales. Un Strauss-Kahn que pensaba dar una vuelta radical a la tortilla de las deudas del Tercer Mundo con el primero, de repente se eclipsa en una carrera de pasillo de hotel persguiendo a una camarera con fines depredadores. Qué lástima! Dos hombres y un destino...pero esta vez no eran Robert Redford ni Paul Newmann, sino dos "genios" que pretendían salvar a la humanidad de las garras de la bestia mandamás . Y lo de genios, a pesar de las comillas no es una ironía. En realidad son tipos superdotados, no sólo en instintos sino en ideas y capacidades racionales. Pero....no somos nada....y mira por donde, un genio puede quedarse a la altura del betún por un quitame allá estos arranques animales e incontenibles. La moraleja del cuento está clara, no por más coeficiente inelectual se es más persona. Más indviduo libre, autónomo e indepediente. Después de mucho batallar y luchar para ser reconocidos como genios, va y resulta que los tumba un ataque de hormonas incontroladas. Y los espías del imperio que conocen el mal oscuro de las incontenencias geniales, se arman de paciencia y de un buen equipo perseguidor, enchufan el móvil y la cámara chivata al satélite adecuado y comienza la caza de brujas superdotadas. En este caso, brujos de las finanzas y del ciber-cotilleo universal. Y ya está. Asunto liquidadado, cualquier día de repente saltará la liebre del estupro, del abuso, de la sevicia, del ludibrio, del putiferio. Y nuestros heroes caballerescos en ropa interior y sin armadura, ni lanza ni escudo, aparecen en cueros vivos delante del mundo que hasta hace cuatro días estaba hecho un felpudo a sus pies. Sic transit gloria mundi. Qué se le va a hacer, no somos nada y menos en tanga. Y si además de violadores se resulta violados en la intimidad y ridiculizados públicamente, miel sobre hojuelas para los terminator del poderío, que además pasan de ser los corruptos y mangantes planetarios, a moralistas y censores severísimos, guardianes de la integridad femenina. Unos ángeles de la guarda dispuestos a todo para salvaguardar los valores morales de occidente, sea inventando terroristas a los que liquidar después, sea buscando las vueltas a las debilidades humanas de unos pobres genios capaces de controlar dineros e información, pero incapaces de regular algo tan cercano e íntimo como su libido. Igual que Berlusconi, al que ha perdido su mala cabeza y su peor satiriasis recurrente y senil, ese "a la vejez viruelas" que le ha dejado KO ante los tribunales y la claque habitual de sus socios. En un espantoso ridículo entre una prostituta adolescente y su inventado parentesco con Mubarak el egipcio caídoo en desgracia popular, no por abusos sexuales si no por vejación constante de su pueblo. Otra modalidad sexual pero en masa. Joder al prójimo y convertir el pais en un burdel de miseria. Otra forma de desatar la libido.
Está visto que el esplendor del macho abusón está de capa caída. Que esto ya no es lo que fue en sus buenos tiempos. Que los hombres de hoy, los normalitos, los que no van de arreglamundos ni de sátiros, ya no disfrutan con los abusos, se aburren con las pasiones incendiarias, con los asuntos de hormona y kamasutra. Ya no. Ya no mola una vida tan cutre y pringosa. El hombre de hoy, gracias a Dios, es otro. Mucho más afable y natural. Más cercano al corazón que a las gónadas y más tierno. Mejor persona. Por eso los viejos dioses de la aventura macheras, se extiguen como las apapolas cuando las deshoja el viento.En un plisplás. En cuatro imágenes tomadas en el momento más patético. Y parafraseando a aquel Nerón insuperable que encarnaba Peter Ustinov en Quovadis, podríamos mirar cada hundimiento de uno de ellos, con aquel autoepitafio de loco pirómano: "Qué gran cuentista pierde el mundo!"

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