viernes, 13 de mayo de 2011

Amor y necesidad

Es compatible el amor con el estado de necesidad? No. Rotundamente, no. Y quien ama lo sabe. La necesidad es un estado carencial. Pobre. Precario. El amor no es un estado sino la manifestación de la esencia inmutable el SER. El amor se acaba? No. Nunca. El amor pertenece al Espíritu y por eso no tiene fin. Es la sustancia de la vida, del pensamiento, de la mente, de la emocionalidad y del sentimiento, del alma, de le energía y de la materia. Lo que sucede es que la percepción humana cambia y filtra lo que puede asimilar de esa revelación permanente. Y según los estados evolutivos va cambiando el contenido experiencial de esa percepción. Por ejemplo, qué percepción puede tener una hormiga de las dimensiones y forma del planeta? Imaginará, en su hormiguero y en su estado perenne de necesidad de acumular alimento, que ni siquiera puede existir algo más que su laboriosa dedicación a la supervivencia? Podrá sospechar que ella es también un resultado del amor? Probablemente nunca se lo plantee, si no exerimenta una anomalía que la dote de conciencia y de un intelecto más amplio.
En la complejidad de la psique humana hay también un resumen de aperturas diversas a niveles diversos, de modo que en el hombre, junto a la apertura amplia hacia la trascendencia, perviven aperturas estrechas y muy limitadas, como la de la hormiga o como la del dinosaurio. Y qué pueden experimentar una hormiga o un dinosaurio emocionales y mentales, ante lo trascendente, ante lo que nunca se han plantedo ni han visto? Terror. Pánico. Miedo. Incertidumbre. Duda. Malestar. Rigidez. Huída. Eso mismo sucede en nosotros, cuando no hemos experimentado la realidad del amor. Nos desborda, nos sobrepasa, porque aún no hemos integrado el cerebro-insecto y reptil, en la infinitud del YO y del TÚ profundos. El amor. Esta experiencia fundante de una nueva forma de vida, sólo se puede descubrir cuando se ha alcanzado esa integración. Cuando no se rechaza nada, cuando ya el odio ha perdido su poder en el ánimo, cuando nada ni nadie nos resulta enemigo ni amenaza. Cuando los límites de lo finito han perdido su poder para el alma y para la mente. Entonces nada es necesario, cada instante aparece como una continuidad, como un tejido integrado, donde cada hilo y cada trama están perfectamente adecuados, donde cada sorpresa es realmente una acotecimiento y cada acontecimento una sorpresa, no un sobresalto. La vida borra el drama y la tragedia. La ética se converte en la respiracón de la conducta y el gozo, en el estado natural del carácter. Por supuesto, que se empatiza y se comprende el dolor y el sufrimiento, pero ya no no se pertenece a ellos. Han perdido el poder de amargar la existencia, poque se ha comprendido que la llave de todos los estados la tiene esa experiencia profunda en que nos hemos trasformado. Hemos pasado de ser el sujeto paciente a ser el sujeto realizador y gestonador de sí mismo. Y lo más interesante es que ese fenómeno es como un sello que se ha grabado ara siempre en nuestra condición y la transforma definitivamente. Ha habido una metamorfósis irreversible. Por supuesto, que seguimos teniendo ua naturaleza frágil y sometida a las leyes d la creación, pero ya no es tan vulnerable ni susceptible ante las vicisitudes del drama. Hay una luz inextnguible, una armonía sutilísima que protege y cuida de todo el sistema. Es el amor. Ante él todo cambia y todo permanece. Cambia lo inconsistente y permanece lo real. Con un esplendor único. No se limita al enamoramiento ni al magnetismo de la atracción. Ni a la pasión por vivir, porque está en todo. Sólo el amor da todo sin esperar nada, porque el hecho de dar sin límites es su magnificencia, su riqueza infinita. Su eternidad.
Es a la vez tan simple como respirar, como admirar, como "ver" en un instante la esencia de todo en un átomo. Es la experiencia de aquella "ilógica alegría" que cantaba Giorgio Gaber. Pero no reducia a momentos aislados, sino como un continuum, una forma de estar y ser al mismo tiempo en todo y en sí mismo. Y así se descubre el OTRO como Uno. No es una explicación mental. No es una teorema matemático. Es lo que ES.
Ante tal plenitud modificadora de toda sustancia, sea sólia, líquida, gaseosa, química orgánica o inorgánica, material o energética, corporal, mental, emotiva o espiritual, la necesidad se acaba para siempre. Y uno aprende algo impotantísimo, cuado se es amor, se ha trascendido el estado de necesidad. No hay carencia de nada, aunque no poseas nada. Porque todo está en ti. Y a menos necesidad de poseer, más comprensión, más profundidad y más prosperidad natural. Más baraka, que diría unn místico sufi. Más gracia, que diría un místico cristiano. Más iluminación, que diría un meditador budista. Y no es un pensamiento ni un silogismo. Es otro plano de la existencia. Los residuos del sistema evolutivo almacenados en la memoria orgánica, se han purificado, se han refinado y ahora son una riqueza al servicio de la evolución, no una muralla ni una cadena que la impide. El viejo Eros y la vieja Afrodita son ahora dos ángeles humanos, con todas las cualidades antiguas llevadas a su plenitud. Y la condición de milagro, es su naturaleza provisoria y providente. Otra forma de volar que nada tiene que ver con la brujería ni con las trampas oscuras del inconsciente. Eros y thanatos, son ya dos herramientas indoloras e inteligentes, que en las manos divinas del amor han alcanzado la liberación como experiencia insustituible y definitiva.
Si se quiere saber en qué punto de crecimiento andamos, miremos nuestra colección de miedos y necesidades, de apegos ansiosos, de rechazos, fobias y filias; enseguida sabremos a qué distancia estamos del cambio radical e irreversible. De la felicidad verdadera e indeleble.

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