sábado, 16 de enero de 2010

SANTIFICADO ES TU NOMBRE

El don de la palabra es un atributo exclusivamente humano. La palabra es la manifestacion material del pensamiento. Y el nombre, es la expresion mas elemental y directa que construimos para materializar nuestras sensaciones cuando nos hallamos ante el "misterio" de lo existente. Los objetos, las personas, las sensaciones, las emociones, los sentimientos, necesitan ser reconocidos por su nombre. Ser verbalizados. No en vano, la costumbre religiosa impone el nombre en el rito bautismal que es el reconcimiento familiar y comunitario del recien llegado. Para los enamorados el nombre del amado es un mantra sacro donde se reunen la belleza, el extasis y la adoracion.
La energia divina es absoluta, inconmensurable, infinita, inabarcable con el pensamiento. No hay definicion que la encuadre y haga inteligible. Solo se percibe en el interior del alma, en el centro profundo del corazon. La mente se reduce entonces a una humilde alumna de lo sublime, que debe aprender la simplicidad y el silencio contemplativo para poder "digerir" el acontecimiento divino. Entonces, la ternura que nace naturalmente de esa experiencia, intenta desde la inocencia, ponerle un nombre. Y asi las distintas culturas religiosas han ido tejiendo las filigranas linguisticas del nombre de Dios. Y cada una ha llamado a su modo la identica manifestacion intima y cosmica la mismo tiempo. Dios, Athon, Yaveh, Elohim, Allah, Brahma, Krishna, Tao, Buda, Cristo...Tantas variantes e interpretaciones para una unica y definitiva partitura, que tantas veces ha sido causa de division, enfrentamiento y genocidios en el nombre del Nombre. Y siempre lejos de la esencia que el nombre empanya y eclipsa.
Por eso la segunda invocacion del Padre Nuestro es "santificado es tu nombre". Quizas extranye que lo escriba en presente, mientras en la oracion aprendida se pronuncia en un subjuntivo que indica un ojala, un deseo, una peticion. Durante dos mil anyos ha sido asi, pero ha llegado el tiempo de la relizacion. Ahora el hombre conoce el poder del pensamiento y de la palabra que decreta y realiza. Lo puede experimentar constantemente si pone un poco de atencion. Todo lo que piensa y se repita a si mismo, toma cuerpo y forma material. Que pasa con el hipocondriaco, que es un enfermo eterno. Que pasa con el miedoso que teme acontecimientos horribles, agresiones, atracos, accidentes, traiciones o enganyos? pues que se los va encontrando por todas partes como si le estuviesen dedicados especialmente.
Con esa nueva adquisicion perceptiva, ya no podemos continuar "deseando" lo futurible, hay que decretar el presente y pasar del "ojala, se haga" al "se hace". Y realizarlo en nuestros actos.
Santificar el Nombre es limpiar nuestra mirada y nuestros deseos sobre los seres y las cosas. Se ha creido durante mucho tiempo que eso solo significaba rezar, ir a la iglesia y hacer ejercicios liturgicos, dar algna limosna que otra, pero algo debia fallar porque una vez terminadas las plegarias piadosas, la vida iba por otro sitio. El Nombre se dejaba aparcado hasta la proxima sesion. Habia que "luchar", combatir a los enemigps de Dios, medrar a costa de competir, enriquecerse a base de empobrecer, acaparar bienes externos para intentar estar seguros y felices y claro, el Nombre tambien se usaba como conjuro y bendicion de las injusticias y crueldades que la supervivencia hacia "necesarias" o "danyos colaterales".
Asi se ha compatibilizado la aspiracion imposible de mejorar con la necesidad animal de autoafirmarse territorialmente en todos los sentidos. Asi, el Cain de nuestros instintos iba neutralizando cada dia al Abel de nuestra libertad de hijos y realizadores de Dios. Y de vez en cuando el Nombre invertia los papeles y se convertia en voz, en conciencia: "Donde esta tu hermano?, que has hecho con el?" Ese es el territorio definitivo de la eleccion: se puede aceptar la invitacion de esa pregunta y responder con sinceridad. Eso es santificar el Nombre. O lo contrario, que es pasar del tema y dedicarse a otra cosa. Eso es olvidar el Nombre. Pero tambien se puede seguir alabando y honrando el Nombre a ratos descomprometidos y olvidandolo o adaptandolo a nuestras trampas y enredos para esconderlas detras de el. Eso es blasfemar.
"Santificado es tu nombre" significa "te reconozco en mi en este instante concreto y en todo lo que encuentro y en ese reconocimiento me alegro tanto y recibo y doy tanta bondad como fluye de la misma vida que me das en cada momento. Y me convierto en accion de gracias constante. Aqui y ahora."

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